lunes, septiembre 26, 2011

Hora del verdadero cambio

La violencia sólo engendra violencia. Es hora de reflexión. Honra a los valientes de la marcha del TIPNIS. Bravo a la ciudadana Cecilia Chacón, demostrando un sentido de ética que tanta falta nos hace.

1. Es imprescindible discutir el tipo de "desarrollo humano" que buscamos. En este siglo XXI, en el cual el dios tecnología nos tiene fascinados. Las máquinas metálicas y humanas corren por todas partes desesperadas a consumir y consumir. Es hora del basta.

2. Queremos una carretera que una el Norte con el centro. Bien, busquemos su costrucción sin mancillar ese maravilloso parque natural. Busquemos alternativas, rodeemos el parque, ninguna inversión adicional será excesiva si lo que se intenta es preservar la vida, en este caso consagrada en un Parque Nacional.

3. Hora es de parar la invasión de automóviles en las ciudades. ¿Por qué no transformar nuestras ciudades en ciudades de bicicletas?

4. Hora es de parar absurda producción agrícola que utiliza chaqueos y agroquímicos. Utilicemos los recursos del Estado para realizar una producción agrícola conciencial.

5. Hora es de parar la asquerosa producción televisiva. Construyamos una sociedad que pueda comunicar no la morbosidad sino la belleza.

6. Hora es de parar la fiesta por la fiesta, el alcoholismo. Retornemos al verdadero valor de la fiesta, que es la alegría del encuentro y no la búsqueda desesperada del desmadre.

7. No, de una vez por todas a la violencia gubernamental. Los ciudadanos no somos ganado, busquemos el diálogo, busquemos los espacios concienciales de encuentro. Basta de vendetas y de búsqueda de más y más poder destruyendo las posibilidades del otro. Mientras el otro pueda, hay la opción de construir.

BASTA

jueves, agosto 11, 2011

La tecnología y el desarraigo

En 1976, la revista Der Spiegel publicó, póstumamente, una entrevista con Martin Heidegger realizada en 1966. Aquí difundimos un interesante extracto de la misma que liga, a su vez, al extraordinario poeta René Char, donde el filósofo establece el desarraigo del hombre a partir de la tecnología. Pone como ejemplo fotografías tomadas desde la Luna, suponemos que se trata de la primera fotografía de la Tierra desde el Lunar Orbiter I, tomada el 23 de agosto de 1966. ¿Cuál sería su impresión si hubiese llegado a conocer la Internet y sus múltiples desarraigos virtuales, ahora, ya entrado con fuerza el siglo XXI cuando la Tierra ya no es la Tierra, y este acerto se nos hace cada vez más innegable?

"Todo funciona. Esto es precisamente lo inhóspito, que todo funciona y que el funcionamiento lleva siempre a más funcionamiento y que la técnica arranca al hombre de la tierra cada vez más y lo desarraiga. No sé si usted estaba espantado, pero yo desde luego lo estaba cuando vi las fotos de la Tierra desde la Luna. No necesitamos bombas atómicas, el desarraigo del hombre es un hecho. Sólo nos quedan puras realaciones técnicas. Donde el hombre vive ya no es la Tierra. Hace poco tuve en Provenza una larga conversación con René Char, el poeta y resistente, como usted sabe. En provenza se han instalado ahora bases de cohetes y la región ha sido devastada de forma inimaginable. El poeta, que no es precisamente sospechoso de sentimentalismo ni de glorificar el idilio, me decía que el desarraigo del hombre, que está sucediendo, es el final, a no ser que alguna vez el pensar y el poetizar logren alcanzar el poder sin violencia."

jueves, julio 28, 2011

Wilson Rocha

Gracias a Floriano Martins he llegado a la poesía de Wilson Rocha, un poeta nacido en Cochabamba, Bolivia, y que se trasladó en la década de los cuarenta, lo que quiere decir con un poco más de veinte años, a Salvador de Bahia en Brasil. Los poemas que Wilson Rocha publicó son todos en portugués. Emprendió una enorme actividad literaria y realizó labores permanentes de crítico de arte en el Brasil, luego, podemos afirmar que su vitalidad es brasileña, y así debería ser considerado. Un hombre es su vitalidad, esa es, al menos, su principal pertenencia, si es que de pertenencias hablamos, pues el verdadero hombre no pertenece a ningún lugar, si no que es habitante del cosmos infinito.

Aquí he intentado traducir (toda traducción es un ensayo) tanto la semblanza de Wilson Rocha (1921-2005) escrita por Pedro Moacir Maia, así como algunos de sus poemas.

A propósito, diremos que Pedro Moacir Maia (2029-2008), autor de la semblanza es un brasileño, originario de Bahía. Fundó en 1950 Diademe su pequeño sello editorial, y fue director del Centro Brasileiro de Cultura en Buenos Aires y luego en Santiago de Chile.

Disfrute el curioso lector de este blog esta semblanza.

WILSON ROCHA
(1921 – 2005)
Por Pedro Moacir Maia

Poeta de calidad y crítico de arte, militante, desde que llegó al Salvador, en la década de los 40, Wilson Rocha publicó sus primeros Poemas en 1946, haciéndose notar por sus compañeros de generación; con Cláudio Tavares, Vasconcelos Maia y Darwin Brandão, fundó Caderno da Bahia, revista y movimiento que entre 1948 y 1952 contribuyó al cambio de mentalidad y rumbo de las letras y artes en la región.

Su segundo libro, O Tempo no Caminho (El tempo en el Camino), es de 1950, y viene con ilustraciones de Aldo Bonadei, quién había expuestos meses antes en Salvador. Fue en esa época que Wilson Rocha comenzó a hacer crítica de arte en A Tarde, convidado por el director de ese entonces, Ranulpho de Oliveira. Colaboró también asiduamente en el extinto Diario de Notícias y en revistas de Salvador, de Río de Janeiro y de San Pablo. Vivió algún tiempo en esta última en 1959, y en Río en 1974, manteniendo las mejores relaciones con otros poetas y críticos y con artistas locales. Una estadía anterior en Buenos Aires, de algunos meses en el segundo semestre de 1957, a donde se dirigió por razones de salud, le permitió conocer las obras primas del arte europeo en museos y en colecciones particulares. En la gran capital porteña estableció sólida amistad con varios artistas. Fue un viaje siempre recordado con encanto y nostalgia.

Livro de Canções (Libro de Canciones) fue el tercer volumen de versos, publicado en 1960 por la Impresa Oficial do Estado, en la Coleção Tule, creada por Nelso de Araujo. En seguida, llegó su cuarto libro, De tempo Soluto (donde los títulos de los versos vienen en latín), Lisbo, Morais Editora, 1963; finalmente, ante insistencia de sus amigos pernambucanos, reunió otras poesía en Carmina Convivalia, Recife, Edições Pirata, con ilustraciones de Ismael Caldas.

Amigos y admiradores consideran A Forma do Silêncio (La Forma del Silencio) la mejor introducción al conocimiento de la producción poética de Wilson Rocha: una antología editada en Rio de Janeiro, enriquecida por fotografía, dibujos y facsímiles, con apoyo de la Fundação Cultural do Estada da Bahia. Sin embargo, más completa es Poesia Reunida, publicada por la Biblioteca Nacional, en 2002, en Rio, con un texto de João Carlos Teixeira Gomes, O Lirismo de WR (El lirismo de WR).

MUJER EN LA VENTANA

Mujer en la ventana, floreciendo.
Un largo sueño, fuera del mundo
tocando los confines del silencio
alejándose del amor
y del placer de las cosas.

PULCHRA SUNT ENIM UBERA

La lividez de los senos desnudos,
Dulcemente elevados
Libres para temblar.
Senos erguidos, lanceolados,
que se elevan
como olas del mar.
Senos turgentes,
forma depurada, antigua.
senos almendrados, bellos
como las ubres de las cabras.

HORTUS DELICIARUM

Revivir aquella alma sutil y mágica
como si viviese en otra época
con el esplendor del fruto cerca de los labios
y la gracia de la magia hecha de voz y hecha de canto.
Como si oyera todavía su voz
o como si encontrase un rostro que me recuerde al suyo.

DE PROFUNDIS

Donde la arcilla
restituye la forma,
más allá de los abismos,
extintos los velos,
modulando
el origen de las fuentes,
los amantes muertos,
rígidos de silencio,
se acuestan
bajo el sueño de las raíces.

SPLENDOR FORMAE

La levedad, la magia de los cabellos
y la forma de los senos, pura y concisa,
y el silencio de la inmóvil soledad
como si, adormecida, indagase
la naturaleza del encantamiento.

CANCIÓN DE LA FLOR EN LA TARDE
a Maria Ângela

Límpida transparencia,
en el cristal del día
rútila flor,
secreto y armonía.
Sueña el azul
y el rojo arde,
rútila flor,
corazón de la tarde.

jueves, julio 14, 2011

Mar para cual

Alta traición

No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.


José Emilio Pacheco



Madre nutriente, imposible pezón del planeta, aquella poderosa distancia sin distancia, el mar, universo de universos, el mar con playa, el mar masculino que golpea contra el risco, el mar de los inmensos iceberg, el mar mar, no pertenece a nadie.

Recuerdo la vez en que frente a frente he sentido la mirada del mar y he soportado su examen de hondura, que penetra más allá de la desnudez más desnuda, más allá del corazón, lugar en el que somos y también no somos nada. Nadie sabe cómo comportarse con semejante inquisición. Y después uno se sienta sobre la arena, toma una caracola, la coloca en la oreja y oye quedamente el susurro del mar, que también ama. Y ama tan violentamente que puede llevarse alma y todo a una población entera de súbito y sin permiso. A eso se le ha llamado Tsunami, y yo no sé porqué, pues tales actos no tienen nombre. Se dan porque se dan, son parte del mar. Aquella vez, en un arrebato de coraje, le he preguntado su nombre al mar. Y en lugar de respuesta se hizo un silencio. Un silencio de mar. Entonces supe que su nombre es sagrado y si se lo llama cómo se lo llama, o sea, mar, es para tener algo que decir, para sentirnos poderosos, a sabiendas que tal poder, en todo caso, le pertenece al mar.
Pero los hombres somos tercos y queremos poseer las cosas, sin saber que son las cosas quienes nos poseen, para luego tomarnos levemente, agostarnos, y luego de nuestra muerte intrascendente, deshacernos en polvareda innominada, que irá a convertirse en parte de las cosas.

Sudamérica, júbilo que me endiosa el pecho, por prestarme del maestro la frase inexplicable, está rodeada de mar por todas partes. Y si uno vive en el centro del subcontinente, no puede pretender que se traslade el mar para que uno lo disfrute a su lado, porque para ese estrambótico propósito serían necesarias no sé cuántas dragas, e incalculables cantidades de obreros, y gran tecnología, como la que tienen los gringos, y no sé qué cantidad de contadores, auditores, y otros para averiguar cuántos recursos económicos se necesitarían; y no se podría realizar esa hazaña porque además, ya se sabe, que quién hasta estas tierras sube, y esto hablando del mar, le alcanza el soroche, que no es una enfermedad, ni una maldición, sino una manera de ser de la montaña, que al igual que el mar tiene sus modos y maneras, es decir, fuerzas que ni se imaginan, pero ese es otro cuento, que aquí no se puede incrementar.Así que así, no podemos tener un mar interior en Sudamérica, salvo que sea un mar de voces, que no es un mar de agua sino un mar hecho de una lengua común y que se construye hija del portugués, el castellano y el guaraní, y el quechua, y el aimara, y el araucano, y tantos otros idiomas sudamericanos.

En suma, no se preocupe el ciudadano de estos lares llamados Bolivia, cualquiera de nosotros, para llegar al mar, gastará más o menos lo mismo en hacerlo, sin importar que el mar se dibuje políticamente o no en las fronteras del Estado. En mi caso, no encuentro otra diferencia de estar en cualquier orilla de los mares que abrazan Sudamérica que la que pudiese existir en mi relación con los sistemas de control o aquellos llamados cuerpos de fuerza, quiero decir con armas, digo, policía o militares. Y la diferencia estriba en que unos me pedirán documentos y los otros me perseguirán por impuestos o para callarme la boca, que para algunos podría parecer sucia y detestable.

Que si se perdió una guerra. Todos los que participan pierden en una guerra. La guerra es estupidez universal, que invade a las masas como les invade el fútbol, un artista de moda o cualquier saltimbanqui que los conmueve a rabiar. Pero la guerra no es trivial, la guerra es el aparato del odio y la loba de la ambición de los poderosos. Los otros no saben por qué pelean. Les han hecho creer que son del tal o cual lado, cuando, hablando la misma lengua, en cualquier otra circunstancia, probablemente se hubieran encontrado en una cantina o en festejo comunitario con cualquier pretexto, y se hubieran puesto a beber hasta la madre y hasta casar a la hija, y cantar canciones comunes, y cuántas tonterías más propias de los humanos. Y ¿de qué estamos debatiendo? de dibujar fronteras. Hablando en plata, que es como se hablaba en Potosí, el boliviano, no es tan diferente del chileno que lo haga de otra patria. Hoy en día hay aimaras chilenos y aimaras bolivianos, citadinos chilenos y citadinos bolivianos, hombres y mujeres chilenos y hombres y mujeres bolivianos, todos sudamericanos. Todos con las mismas apariencias y diferencias. Apenas nos diversifican los paisajes, que así nos diferenciamos los sudamericanos de provincia en provincia.

¿A quién le conviene administrar tal región en lugar de otra? Al grupo de los poderosos. ¿A quién le conviene poner militares en tal o cual provincia? A los poderosos. ¿Y quiénes son los poderosos? Los que lograron con artimañas más o menos mentirosas manipular los votos de la mayoría, que siempre, desde que somos lo que somos, está conformada por electores ignaros de gobernarse a sí mismos; para luego encaramarse en eso que es el potro del Estado. Este es un asunto de los poderosos. Nosotros los desarmados pasamos los días con las engañadas ilusiones de un país imaginario, de una bandera imaginaria, de un mar imaginario.

Un día políticamente todo será una sola distancia, entonces se comprenderá que el mar siempre estuvo donde estuvo, esperando a todos para someterlos a su hondura, para casi como sin querer recibir su amor o su odio, y bañarlos, escudriñarlos, de vez en cuando entregarles algunos peces, o matarlos. Y esto sin discriminación de nada. Pues para eso no le preguntará el mar si usted es boliviano o chileno o de qué rincón llanero o serrano, simplemente estará como corresponde: gigantesco, maravilloso, atroz, monstruoso, líquido, impenetrable y salado. Pues todos queremos llegar al mar, que son las aguas espermáticas del planeta, ya que la vida, aunque usted no lo crea, surge en las aguas y vuelve a las aguas, en rito de alta magia, a las aguas primigenias de la Madre Natura.

Gary Daher

lunes, junio 20, 2011

Un libro y medio pan

En Septiembre de 1931, Federico García Lorca fue invitado a decir el discurso de inauguración de la biblioteca del Pueblo de Fuente de Vaqueros en Granada. Aquí copio esa locución por si alguno de nuestros pequeños Estados Sudamericanos (pequeños en alma no en tamaño) copia ese anhelo y comprende ese Norte. García Lorca, a quien Borges ignoró (el maestro también se equivoca para demostrarnos que es humano) es autor de versos profundos y poderosos, baste recordar el bellísimo libro "Llanto por Ignacio Sánchez Mejías", o aquel "Poeta en Nueva York", que colocan al poeta en los más elevados cielos cervantinos.

"Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. ‘Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre’, piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión.

Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada.
No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.

Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?

¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: ‘amor, amor’, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: ‘¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!’. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.

Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: ‘Cultura’. Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz.

¨Quien no lee pudiendo y teniendo, se convierte en el ejemplo de la mediocridad y la lacra humana¨

viernes, abril 29, 2011

Apsara

José Lezama Lima nos introduce al mundo de lo mágico en cada instante de sus descripciones. Ahora se trata de una Apsara, la escultura así relatada nos hace recuerdo a la famosa The Sick Rose de William Blake. Podríamos estar presenciando según la visión de Blake a la delicada enferma del goce carmesí, mientras Lezama, gracias al cúmulo pasional del caribe, la muestra totalmente entregada (y acaso voluptuosa) a la tensión del encuentro con la amenaza.


"Veamos en una escultura del periodo helénico búdico, la dama de las manos finas, Apsara.
Un escorpión resbala por la canal voluptuosa de uno de sus muslos. Aceptamos la ley primera de esa escultura, lograr la afinación danzante de una de sus manos. Pero la otra mano, lejos de seguir el rastro tourmenté del escorpión, se cruza sobre el pecho, como sobrecogida de la serpentina perfección de una mano, del voluptuoso paseo del scorpio por la teoría rosa.
Su enigma fuera de causalidad habitable, parece reflejarse en su rostro, que contempla la penetración voluptuosa de una de sus manos, mientras es invadido por la otra deliciosa búsqueda del escorpión. Apsara, dama gozosa, se entretiene en el ritmo de sus dedos, mientras se sobrecoge al ver que es apetecida por la ajena voluptuosidad. Terror al sentirse en el centro de un ajeno destino, que tiembla. "

La cantidad hechizada (frag.)
José Lezama Lima

miércoles, abril 20, 2011

Voces


A continuación una carta que Alejandra Pizarnik envió a Antonio Porchia, autor de Voces, un libro que recomiendo para ser leído, dialogado, anotado, reflexionado, acaso contrastado y respondido, pero jamás ignorado.





Buenos Aires, 20 de Abril de (¿1963?)

Querido amigo Antonio Porchia:


¿Cómo hablar de lo indecible? Sólo por medio de las Voces. Sólo ellas han logrado hacer pleno este lenguaje, sólo ellas han sabido llenar de sangre las palabras y transformarlas en la Palabra, la única valedera. Si no mediara mi gran afecto por usted tal vez no le enviaría estas líneas. Una cosa es hablar de las Voces a un público anónimo y otra a su autor. No es posible ---por lo menos en mi caso--- explicarlas o comentarlas; sólo puedo decirle que mientras las leía, ellas ---que contienen todas las respuestas--- suscitaron en mí un eco silencioso que asentía dulcemente. Un eco como proveniente de tiempos inmemoriales, como si se refiriera a nuestros orígenes, a lo más hondo de la vida. Me sucedió uno de esos procesos reminicentes que sólo pueden llevar a los grandes y buenos encuentros. Y es a usted a quien se lo debo. Sus voces son de lo más puro y hermoso que se encuentra en el mundo. Y es usted quien las creó.
Gracias.

Suya

Alejandra Pizarnik


martes, abril 12, 2011

Frases de pensadores bolivianos

Para una revisión, he elegido algunas frases célebres de pensadores bolivianos desde José Mariano Serrano hasta Marcelo Quiroga Santa Cruz. Juzgue el lector el proceso, piense el pensador su juicio.


José Mariano Serrano (1788 – 1851)

Pero vosotros sabéis que destruir tiranos no es acabar la tiranía; que las revoluciones pueden ejecutarse con dicha, pero rara vez conducirse y terminarse con acierto.

Agustín Aspiazu (1826 – 1897)

Habitantes de un astro que chispea, suspendidos en el firmamento, vivimos en el cielo; tenemos nuestra cuna, nuestro hogar y nuestra tumba en el cielo, y por consiguiente un justo título para aspirar a nuestra perfección.

Adolfo Ballivián (1831 – 1874)

Es más fácil abjurar las creencias que sostenerlas; para lo primero, basta un momento; para lo segundo, no siempre basta una vida colmada de infortunios. He resuelto colocar mi cabeza en la picota del verdugo, antes que colocarla en la picota de la infamia.

Mariano Baptista (1832-1907)

Empezad por lo posible; porque lo perfecto está al fin.

La condición de toda victoria es la paciencia.
La intriga y el servilismo suelen correr denso velo ante los ojos del poder.

Dos cosas son de desear que se acrecienten en Bolivia, un gran odio y una gran fuerza: el grande odio es contra las vías de hecho, contra las asonadas populares y motines de cuartel que llamamos nuestras revoluciones, la grande fuerza es la conciencia pública.

La libertad no consiste en simples declaraciones. Un acto eficaz vale más que todas ellas.

Mamerto Oyola Cuellar (1838-1902)

La libertad de las mayorías sin reconocer más freno que las pasiones ejerce tiranía de peor carácter que el despotismo del sable.

Primo Arrieta (1859-1910)

La ciencia tiene más sinceridad cuando habla de su impotencia que de sus triunfos.

Jaimes Freyre (1868-1933)

No es el verdadero justo el que hace triunfar la justicia, sino siempre aquel que sabiendo que se le llama injusto realiza su obra de justicia.

Daniel Sánchez Bustamante (1870 – 1933)

No hay poder más grande que el poder moral: despierta la veneración, el amor y la obediencia. Los otros poderes obligan, pero no seducen: la obediencia ante ellos casi siempre oculta la callada hipocresía.

La aspiración es el núcleo racional de los deseos que agitan el espíritu: los deseos son fuerzas sociales y fuerzas morales, fuerzas indómitas al despertar y aun fatales en su desenfreno; pero son también fuerzas disciplinadas y eficaces cuando la inteligencia tiene el hábito de gobernarlas.

No hay hombre de acción que no haya visto multiplicadas sus energías y que no haya maravillado a sus contemporáneos.

La misión del hombre no es gozar, sino sublimar la porción de tarea que le ha tocado por el pensamiento o por la nobleza de la conducta.

Mientras haya sociedades en la tierra, habrá la eterna controversia entre los que sostienen la libertad y la plenitud luminosa de su pensamiento y los derrotistas mortales que sólo incuban inquisiciones, logias, despotismos.

Man Cesped (Manuel Céspedes, 1874 – 1932)

El optimismo de la acción es el alma de la fuerza. El optimismo iluso, es el sueño de los débiles.

Franz Tamayo (1879 – 1956)

Si en su heredad siembra el rústico, el sabio siembra en olvido. Mas para el Gran Sembrador sólo la muerte es heredad.

La tierra no es sólo el polvo que se huella, sino el aire que se respira y el círculo físico en que se vive. La tierra tiene un genio propio que anima al árbol que germina y al hombre que sobre ella genera.

José Luis Tejada Sorzano (1882 – 1938)

Lo que me ha faltado no es suerte, más bien lo que me ha sobrado es mala sombra.

Ignacio Prudencio Bustillo (1895 – 1928)

El hombre no existe más que por sus obras; aquel que nada ha hecho, pasa por la vida como un fantasma.

Saber una cosa porque se tiene fe, es lo mismo que ignorarla.

La conciencia no es más que un espejo opaco que refleja las opiniones del medio en que uno vive.

Por respeto a la libertad, la ley permite que el pobre entable la lucha por la vida sin más armas que su debilidad y su hambre.

Gustavo Adolfo Otero (1896 – 1958)

Conocemos al hombre teórico, genérico, eterno, pero estamos incapacitados para el conocimiento del primero que pasa por la calle o de nosotros mismos.

Le conviene al pícaro ignorar a las gentes honradas y al mediocre le interesa desconocer que existen hombres de inteligencia superior.

Gustavo A. Navarro (Tristán Marof) (1898 –1979)

El peligro más que una satisfacción romántica es una voluptuosa necesidad.

Para realizar el mundo socialista no basta con la fe y el espíritu de sacrificio sino que se necesita actividad, cultura, honradez, que no se crean con revoluciones sino con el esfuerzo paciente de las generaciones.

Javier Paz Campero (1899 – 1959)

Los infidentes, desleales y cobardes; los simuladores de la honradez, del talento y del civismo, paralogizarán tal vez, momentáneamente, a las multitudes, mas nunca conseguirán llegar al corazón del pueblo, ni a formar una patria grande y digna.

Enrique Baldivieso (1901 –1957)

Dos grandes fuerzas rigen el mundo: el hambre y el amor.

Oscar Únzaga de la Vega (1916 – 1959)

No combatir (la tiranía) es hacerse cómplices.

Rafael García Rosquellas (1907-1973)

La justicia es una categoría moral y por consiguiente, su contenido no puede ser determinado por la teoría pura del derecho.

El derecho puro es un vaso sin contenido, una copa de cristal vacía.

Hay tantas justicias como Estados hay, sin contar con las concepciones puramente doctrinarias de la justicia, es decir, con las no incorporadas a los regímenes, válidos con las propias de tal o cual partido.

Roberto Prudencio (1908 – 1975)

El alma es un estado del paisaje.

Las energías latentes de la tierra se plasman en imágenes, en intuiciones, en ideas.

Jaime Saenz (1921 – 1986)

Yo digo: es necesario pensar en el mundo –el interior del mundo me da en qué pensar. Soy oscuro. No me interesa pensar en el mundo más allá de él; la luz es perturbadora, al igual que el vivir –tiene carácter transitorio.

Marcelo Quiroga Santa Cruz (1931 – 1981)

Cada día se yergue Bolivia por la primera vez. Por esto su marcha tiene toda la vacilación de un tambaleante ambular infantil y esta misma razón explica el que sus siempre primeros pasos terminen en una lamentable caída.

martes, abril 05, 2011

Responso



Este sencillo mundo
en donde cada quien se halla
hábil para elegir
excelente para ser elegido.

Este simple mundo que descarga su violencia sobre los pequeños

que protege a las mujeres no femeninas
–nuevas revelaciones de los diarios-
que impulsa matrimonios gay
y se rasga las vestiduras por los abortos
con campañas infinitas para la píldora del día después.

Hay un reloj en las inseparables pulseras
y todos quieren llegar a tiempo
pero el tiempo ya se ha ido en las conversaciones por el celular

¿dónde estás?
¿dónde te has ido?

Es el sonido del ringback el que identifica tu circunstancia
–quiero decir tu inútil emoción-
mientras la luna no deja de bañar el Puente de las Américas
del que un día te lanzaste
para morir definitivamente entre la modernidad
de los play station
y los absorbentes cráteres del crack.

Ahora no hay retorno desde el suicidio.
La ciudad
como cualquier otra de este siglo
sigue la espontánea razón de su promiscuidad.

Y entre los cartones de la plaza
un niño clefea para no desfallecer de hambre
precisamente en el momento en que las campanas llaman
y ya es hora de la misa de las cinco
pero no habrá servicio para nadie
y el sacerdote que no es sacerdote
mecánicamente
dirá frases sin sentido
para que se regocije el viento.

lunes, marzo 28, 2011

Los Miembros

Todos los miembros se reunieron en la Plazuela Colón, un paseo alegrado por las flores y la amable compañía de un estanque artificial. Los árboles que lo adornan son un anuncio de la hermosa arboleda de la Avenida Ballivián, cotidianamente llamada El Prado. Ese conjunto, ante el que un día, hace mucho tiempo, me desplomé, inconsciente, desmayo fruto de la debilidad de mi cuerpo de niño, tan descuidado en su alimentación, no por causa de mis padres, sino por la profunda inapetencia a la que me llevó mi asco contra natura por la comida.

Los miembros se han de advertir que parecen gente como cualquier otra. Vestidos a la usanza de este abigarrado siglo con blue jeans, pantalones de raso, poleras y camisas de varios colores, uno que otro con sacos o chamarras, probablemente adquiridas en los mercados persa de la ciudad donde viven (en Bolivia toda ciudad tiene un mercado tal, si no es de sí un mercado que se dice ciudad, con título dudoso). Así que si alguien se acerca a cualesquiera de los miembros, lo más seguro es que le contesten con un buenas tardes, y su trato sea de lo más común y silvestre. Probable es que nadie perciba nada extraordinario en ellos, ya que nadie está dispuesto a ver y menos a oír. Cosa que a los lectores les parecerá absurda, pero que generalmente se da, ya que los transeúntes del planeta andamos como en babia, quiero decir lejos, y nunca estamos aquí, y jamás nos miramos a los ojos, y menos todavía percibimos el latido del corazón de quien nos extiende la mano. Así que si los miembros se toman una fotografía, por ejemplo, para el común de los mortales solamente serán personas, acaso turistas, o estantes de algún evento de profesionales que se han reunido en Cochabamba y que han querido guardar el recuerdo de ese circunstancial momento.

Ninguno adivinará jamás su trabajo secreto. Su cotidiana búsqueda del júbilo. Su incesante tarea organizadora. No percibirán que los dichos miembros son en sí puertas. Guardan el misterio de profundas e impensadas geografías. Son por así decirlo detentores de piedras y también molinos. Y traen desde millones de años sabiduría de libertad en la hecatombe. Pero estos venerables seres, desconocidos, inclusive, y en la mayoría de los casos, por ellos mismos, son los guías.

Esa extraordinaria reunión sucedió en medio de la tarde –que si se mira bien es la noche- del domingo (que es de toda semana, último y primer día, quién lo sabe). Y yo sigo desmayado desde mi niñez esperando un agua que me riegue y me despierte. Alrededor, los miembros con risas y alegría celebran su encuentro, mientras el Templo del Hospicio tal vez aguarda con su silenciosa arquitectura republicana, neo barroco bizantino clasicista sin cúpula, la hora de la comunión de los muertos.

domingo, marzo 20, 2011

El mapa

Un hombre en Libia sueña con el mapa de un tesoro. Al día siguiente, intrigado, sigue las instrucciones reveladas. Todo, a excepción de un mástil con bandera pirata, coincide sorprendentemente con las líneas del mapa y descubre que éste está ubicado de la misma forma que en el mapa soñado. El hombre cava en el lugar indicado, precisamente debajo de un hermoso árbol de corteza negra. Un metro más abajo, encuentra el cofre de cuero de dinosaurio (o dragón, como se prefiera) que abre a cuchillazos con desesperación. Adentro, solamente halla un rollo de papel, el pergamino contiene una frase escrita “Todo tesoro en el fondo no es un objeto real sino soñado”. Entonces despertó. Alrededor, los misiles continuaban cayendo sin descanso como el día anterior, inevitables frutos del árbol del tesoro.

miércoles, marzo 09, 2011

Cartas del Líbano

El año pasado, 2010, se ha publicado una antología denominada "Almalafa y Caligrafía" con un subtítulo que glosa "Literatura de origen árabe en América Latina". En la selección se ubican Eduardo Mitre y el propio Jaime Sabines. También han seleccionado mi nombre y en la publicación aparece un poema que trae precisamente esas reminiscencias de este mi origen árabe, que es uno de los ríos que hacen al lago de mi corazón, pues como todo americano del Sur traigo tantos otros como estrellas.

Cartas del Líbano

Un hombre llegó del Líbano
en Beirut vestía uniforme.

Olvidado.

Junto a la selva amazónica
repara y vende relojes.
Piensa que en los engranajes
de oro y de rubí
descansa el misterio del tiempo.
No sabe que el diecinueve
pasará como una ventisca
tal lo harán los otros siglos.
Y en el fin
cuando arribe la noche sin manecillas
ningún tictac será necesario
apenas la montaña
y el mágico cedro
última luz de la memoria
perdida

la sangre nada consigna
de sus oraciones maronitas
ni de su pesadumbre
por una antigua callejuela de Kobayat
donde desparramara la infancia.

Raramente
en el silencio llega
una añoranza del árabe
y su grafía secreta.
Señera lengua
a merced de la cual
acaso bajo frondosos mangos
y al son de extrañas orquestas tropicales
habrá recibido
largas cartas del Líbano.

Gary Daher

jueves, marzo 03, 2011

Diez poemas breves

La poesía breve puede ser algo así como un rayo, o como un resplandor, una grieta hecha en la realidad para penetrar a otros universos, desconocidos, misteriosos y probablemente bellos. Aquí copio algunos textos breves, concebidos en varios casos como tales, aunque hay algunos, reconocibles por el acucioso lector, que son extractos, pero capaces de vivir solos como hijos poderosos de los poemas de donde se extrajeron. Por ese motivo y otros que ojalá se pueda apreciar en su ejercicio, no he colocado títulos, y vienen simplemente precedidos por el nombre del autor. Bon appétit.

1.
José Eduardo Guerra

Y otro día –infalible- me uniré a los que fueron
y que ya no son nadie... Sin un solo reproche
a los que me insultaron y a los que me vencieron,
ya libre de mí mismo me perderé en la noche.

2.
Franz Tamayo

Oh almas–islas como novias mudas
Vírgenes sacras que nacieron viudas!
No hay amor, no hay amor, oh almas–islas,
Huérfanas siempre, solas y desnudas!

3.
Fernando Pessoa

El poeta es un fingidor
finge tan completamente
que hasta finge que es dolor
el dolor que el mismo siente.

4.
Jaime Saenz

No te duelas
- No te duela nada
Nunca hubo tiempo; nunca ha sido nada; el
humano todo lo tiene
- cosa grave es la esperanza.
Decir adiós y volverse adiós,
es lo que cabe.

5.
Ibn al Farid


El sutil alquimista transmuta en un instante
en oro el pesado metal de los días.

6.
Hallâj


Yo, que he visto a mi Señor con el ojo del corazón,
le digo: ¿Quién eres Tú? Y Él me responde: ¡Tú!


7.
Ingeborg Bachmann

El amor tiene un triunfo y la muerte tiene otro,
el tiempo y el tiempo después.
Nosotros no tenemos ninguno.
Alrededor nuestro sólo hundirse de estrellas. Destellos y silencio.
Mas la canción por encima del polvo después
nos superará.

8.
Alejandra Pizarnik

El viento me había comido
parte de la cara y las manos.
Me llamaban ángel harapiento.
Yo esperaba.

9.
Matsuo Bashô


Se oscurece el mar.
Las voces de los patos
son vagamente blancas.


10.
Gary Daher

Guarecida de mi mirada
tu delicada cabeza
hunde el cabello en el agua.

-----------------------------------------------------

Imagen: Tu cabello de oro, Margarete. Andrés Kiefer (1981)

viernes, febrero 25, 2011

La Pasión del lenguaje

La Pasión del Lenguaje
Mauricio Peña Davidson
Editorial Universitaria
Santa Cruz, 2005





El juego de abalorios es, por lo tanto, un juego con
todos los contenidos y valores de nuestra cultura;
juega con ellos como tal vez, en las épocas
florecientes de las artes, un pintor pudo haber
jugado con los colores de su paleta.

El juego de abalorios
Hermann Hesse

Si en alguna profecía nos complaceríamos creer sería en aquella cuyos papiros, pulidos noche tras noche por la piedra pómez de la imaginación, retraten en su cuerpo las urdidas ficciones que sobre personajes futuros, intensos y de una vitalidad sobrecogedora, ha dejado la literatura. Mucho más cuando esta premonición se cumple. No es otro el caso de Jorge Luis Borges que a nuestro parecer ha sido presentido en las páginas de la novela El juego de Abalorios de Hermann Hesse, a semejanza de su personaje principal el Magister ludi, o maestro del juego.

En aquella obra fantástica, Magister ludi, o maestro del juego, es el tratamiento que se le brinda al más elevado ejecutor del juego de abalorios, que no sería otro que el concierto de la sabiduría, irónicamente representada por sus elementos como abalorios, o cuentas de vidrio, una suerte de extraordinaria bisutería, piezas sin consideración económica, tal y como la sociedad las considera. Este concierto sería el resultado de la conjunción del enorme material de valores espirituales de la humanidad, conocimientos elevados, conceptos, el esfuerzo creativo del arte y su contemplación fructificada en ideas; de forma tal que son utilizados por el jugador de abalorios como un órgano es ejecutado por su organista; este órgano –nos dice Hesse- es de una perfección apenas imaginable, sus teclas y pedales tocan todo el cosmos espiritual, sus registros son casi infinitos; teóricamente, con este instrumento se podría reproducir en el juego todo el contenido espiritual del mundo(1). Y es éste el contexto que nos ubica cuando hablamos de Jorge Luis Borges, Magister ludi. Un creador capaz de asombrarnos con su particular habilidad para dibujar –en base a la cultura de occidente- un modo de leer y un modo de mirar. Es decir, hacer una obra cuyas armonías están construidas con los elementos de la cultura elaborada durante la historia de la literatura de occidente, que no es más que el testimonio de su cultura. Si esto ha sido posible, la magia ya está planteada. El mago, el maestro del juego, nos enamora en cada uno de sus rostros: narrador, ensayista, conferencista, traductor, trovador, bardo, poeta.

Esta manera de hacer literatura no es otra que la del buen leer. Borges es, por antonomasia, el maestro de lecturas, con tales mayúsculas que la suya nos ha modificado la propia. En consecuencia, el hombre del siglo XXI no podrá realizar el acto del buen leer sin recurrir a la cualidad borgesiana. ¿Y cuál es el la cualidad borgesiana de leer?

Mientras que, como dijo Ben Johnson, la curva del discurso se dirige de Homero a Virgilio, de Virgilio a Dante, de Dante a Milton, Klopstock, Joyce y la retrospectiva explícita de los cantos, advertimos a esa columna madre de las líneas que hacen al árbol de la literatura occidental. George Steiner anota que ha habido quince Orestíadas y una docena de Antígonas en el arte dramático y la ópera del siglo XX. Arquíloco señala a Horacio, Horacio a Johnson, Johnson a Dryden y Landor, Landor a Robert Graves, o como en una rama local anotaríamos Horacio a Tamayo, Tamayo a Jorge Suárez, Tamayo a Oscar Cerruto. Estos elementos de tradición y limitación tienen la esencia de una visión clásica del mundo. Si la literatura occidental —de Homero y Ovidio al Ulises, e inclusive a las eruditas monografías de los cantos de Pound — ha sido tan ampliamente referencial (cada obra importante reflejando lo que ha sucedido antes y dirigiendo la luz sólo un poco fuera de un foco dado y no más), la lectura borgesiana ha roto con ese modo, los textos de Borges se pasean por toda la literatura construyendo ensayos verticales, discretos y vertiginosos de lectura. Haciendo del discurso una ficción adicional, lleno del espíritu humano, humor y metafísica de todos los tiempos, que ya no podemos eludir.

Este Magister ludi, fundador de la más alta escuela de lectura, deviene luz de esperanza para las futuras generaciones, en la medida en que la orfandad de los maestros de lecturas ha dejado a nuestras sociedades inmersas en un oscurantismo lleno de la innumerable cantidad de textos editados, la variedad maniática de películas de cine de todas las formas, la acosadora vorágine de imágenes de la televisión, las revistas para hojear, los folletines cotidianos, el centelleo de los sitios de la Internet, que hacen de agujero negro donde la mirada inexperta se pierde y no consigue interpretar; por lo que, dominado por los eslóganes, el hombre contemporáneo sucumbe y se deja arrastrar por las llamadas que, de aquí y de allá, lo manipulan sin descanso hacia un futuro que es la patria de la inseguridad.

Esta escuela de lectura tiene, en diversos sitios del planeta, ya sus oficiantes, borgesianos, sin duda, capaces de, como su maestro, entregar ese dedicado amor por la cultura a sus conciudadanos. Mauricio Peña Davidson es, para fortuna nuestra, el más prominente de aquellos en nuestro medio. Su erudición, su memoria, sus maneras de mesa, pero principalmente su pasión por la cultura, nos atraen y nos llevan hasta los insospechados lugares donde los valores estéticos atisban, en la tensión de una revelación no revelada, detrás de un discurso fragmentario hecho de frases, versos y párrafos orales, llave seductora de los mejores sitios de la literatura, libros y autores de su canon personal.

Y en la culminación de ese ejercicio, de esa maestría, Mauricio Peña ha querido dejarnos un testimonio que ha denominado, no de manera casual, La pasión del lenguaje; con una aclaración que dice Aproximaciones a la poesía de Jorge Luis Borges, como no podía ser de otra manera, fundando la escuela.

Este libro tiene una enorme importancia en la medida en que su autor, lejos de la palabra enrevesada cuyo cultismo en lugar de dar brillo espanta, nos enamora y nos fascina. Para cualquiera que desee conocer la poesía de Borges, para aquél que quiere acercarse a la poesía en general, para el que ya vive adentro de esa maravilla, para los jóvenes y para los hombres experimentados, para todos, éste viene a ser no solamente una deliciosa experiencia, sino la mano que lleva hasta el territorio del verso, donde los hombres tienen la posibilidad de encontrarse con la belleza, para vivir un momento de dicha que no se los dará nadie, sino ellos mismos: la lectura de poesía.

Mauricio Peña nos dice que en el mundo poético de Borges la vida es metáfora del sueño y el sueño lo es de la muerte, sin embargo nos hace notar que ése es solamente un esfuerzo literario por encontrar un consuelo que, según Peña Davidson, el propio Borges disolverá con la dramática declaración que anula esos mundos para dejarlos tan sólo como fantasía: El mundo desgraciadamente es real; yo, desgraciadamente, soy Borges.

Otra de las preocupaciones del libro es la llamada enumeración caótica, no como técnica literaria, sino como cifra del universo, y para que conozcamos la opinión del propio Borges, cita el poema “Alguien sueña” que dice: Ha soñado la enumeración que los tratadistas llaman caótica, y que de hecho es cósmica, ya que todas las cosas están unidas por vínculos secretos. Esta declaración borgesiana que raya con la magia, desconcierta a Peña, para quien el autor es más bien un escéptico. Pero… ¿Qué poeta se negará a creer? ¿No hay en la poesía el encantamiento de la fe en una verdad que aunque desconocida parecería acechar en la belleza?

El Borges de Mauricio Peña es un poeta que juega con el lector, pero un juego que es capaz de ciertas venganzas poéticas, de construcciones teologales, de interpretaciones místicas de la realidad. Acaso para descanso del asombrado lector exista precisamente este poema, “Alguien sueña” que pertenece al libro “Los conjurados”, numerado y listado en sus dos versiones, la de 1984 y la de 1985, en “Borges corrige a Borges”, capítulo x del trabajo que nos ocupa. Allí el autor, no sin razón, afirma que Borges nos deja un testamento de lo que fue su quehacer poético, después de -como ilustrativamente nos demuestra, señalando cambios, inclusiones, traslados y eliminaciones- haberlo trabajado intensamente para modificarlo y lograr el discurso definitivo.

En el libro se cita que la literatura es también una forma de alegría. Esta declaración estaría íntimamente ligada con la claridad, pero de tal forma que la claridad debe llevar consigo la profundidad, exigiendo cada autor, de su lector, un bagaje para aproximarse. Y esto ocurriría en el modo que Javier Marías, un escritor que podemos considerar ya como de la generación heredera de Borges, nos dice, “no se trata de pensar en la literatura sino pensar literariamente en otras cosas”. Así Dante, Virgilio, Homero, Shakespeare, Cervantes y Platón, a los que Borges habría siempre regresado. Más allá de esa pléyade –la casa no olvida-, Mauricio Peña no puede dejar de nombrar a dos poetas bolivianos, Ricardo Jaimes Freyre y Franz Tamayo; al primero Jorge Luis Borges lo tuvo siempre presente, más allá aún de lo que hasta hoy la crítica ha podido percibir, del segundo dijo jamás haberlo leído, a pesar de las impresionantes coincidencias que el autor asegura haber encontrado entre ambos.

Pero, capitalmente, este trabajo se dedica a señalar, en primer lugar, que el mejor Borges es el poeta, que en su poesía estaría cifrada la excelencia de su producción literaria, en segundo lugar, que la poesía de Borges seguiría el dictamen de que casi no existe poesía de la felicidad, cerrando el ensayo con los siguientes versos, que lo definirían:

Debo justificar lo que me hiere.
No importa mi ventura o mi desventura.
Soy el poeta.

El volumen trae consigo un anexo con los comentarios que varios escritores ensayan sobre Borges, para mostrarnos el contexto en que universalmente se recibe la obra de este coloso de las letras del siglo XX. Construido así, La pasión del lenguaje se convierte en un importante aporte, no solamente a las letras bolivianas, sino al estudio global que este tremendo escritor ha concitado en todas partes del mundo.

Borgesianamente, Mauricio Peña Davidson juega a imaginar que los libros son sueños hechos para que los demás sueñen. Este libro no estaría libre de dicha sentencia, por lo que también pertenecería a esa biblioteca onírica, donde nosotros, los lectores, tomaremos vestimenta fantasmal para abrevar en sus páginas la voz de Borges; y entonces comprobar, después de leer La pasión del lenguaje, que sus páginas nos incitan a aproximarnos a la obra del gran poeta con renovada emoción, mientras nos damos cuenta que, gracias a Mauricio Peña, queremos mucho más –si ese verbo es posible entre el autor y sus lectores- a Jorge Luis Borges.

Gary Daher




(1) El juego de abalorios, Hermann Hesse, 4ta edición, Santiago Rueda – Editor, Buenos Aires 1967

jueves, febrero 17, 2011

Purgatorio II


Sufrir quemaduras, sentirse arrasado de dolor hasta que el ojo interior del miedo grite, saber sin saber del desmayo de las llamas. Imagen de los calcinados en las torres que erigieron los poetas sobre la llanura del tiempo y que asaltadas las derruyeron los días de una vida breve donde el poema no es más que precaria obra, versos inútiles. Viva es la sensación de su lengua. Arde y tortura.

¿Por qué, ahora, el fuego, que día antes no sentía, el mismo que con voz calma a Dante entregaba para llegar al Paraíso, hoy es en mí como aquella apremiante aurora que el herrero conoce porque doblega hierro, porque enrojece acero?

He sido abandonado. Yo que atento y diligente seguí las tareas de Beatriz, guiando al amado discípulo por las secretas tierras de los muertos, vengo a desandar llagado. ¿Qué premio es éste, permitirme mirar el Paraíso? ¿Por qué la Suprema Voluntad admitió que me deslumbrara el cielo de unos ojos, y despedirme infeliz para perderme en el regreso? ¿Qué pago es éste? Los condenados al infierno no debiesen ser fieles a nadie, no le deben a nadie, su destino está definido, pero seguimos paso a paso la ley de las voluntades que nos oprimen.

El viento de este fuego no purifica, sólo daña. ¿Sufrir para tener que alejarme de quién ancló su dardo? ¿Padecer para esconderme del amor? Tal la tortura de este sitio perverso.

Y mientras cruzo este valle en llamas, violenta mi alma se alza de un largo reposo para gritar el dolor de saber que la belleza hiere en cuanto se la conoce, y la dama que allí eché de ver tan de otro mundo, vedado y lejanamente hermoso.

Ya salí al fin de esta tortura de fuego, temblando me ha llegado el crepúsculo. De repente campanas llueven dando las horas de la noche.

Libre por un momento de los martirios que deja la roja pared del Paraíso, siento el alivio de recostarme sobre la hierba bajo el manto de agujas como ojos, ojos del Purgatorio, brillantes estrellas de su bóveda, espíritus silentes que moran dentro del mundo de los muertos, pupilas de la enorme casa que nos rodea: misteriosos, implacables, carceleros. ¿Son por ventura almas que miran desde la Gloria? ¿Echa de ver, acaso, Matilde, mi errar sufrido, mi oscuro regreso al exilio de palabras con los poetas cautivos? Nada dice que fuera lo contrario. Sólo el sueño, el único amigo que queda, hermano del olvido, de repente llega y nado entre sus aguas como pez recién nacido, escondido entre las grutas de su agua bendecida.

jueves, febrero 10, 2011

Los valores de la literatura

Discurso de Susan Sontag (1933-2004) al recibir el premio Príncipe de Asturias 2003

"Sans un idéal inaccesible, point de vocation authentique"
Marcel Bénabou

"La índole más alta de moralidad es no sentirnos como en casa en el propio hogar"
T.W. Adorno

La concesión de un premio crea una situación inusitada. Quienes lo otorgan están obligados a creer que su decisión ha sido la óptima. Quienes lo aceptan están obligados a creer que se lo merecen. Ambos supuestos, en una circunstancia determinada, podrían ponerse en entredicho.


Estos discutibles supuestos son aún más dudosos si el premio no se otorga a una actividad cuyo mérito puede medirse con más o menos objetividad, como el deporte o la ciencia, sino al dominio de la cultura, las artes y el pensamiento.

En éste, el mérito parece resistir la medición objetiva. En efecto, parece que, en las artes, el único juicio seguro es el de la posteridad; con ello quiero decir el juicio emitido dos o tres generaciones después de que la obra está concluida y su autor ha desaparecido.

Mueve a la humildad saber que, de todos los libros encomiados, de los libros tenidos por parte genuina de la literatura, y publicados, digamos, en cualquier decenio en particular -nunca más de cinco a diez por ciento de las novelas, la poesía y el ensayo serios publicados en el periodo-, sin duda no más de uno por ciento en efecto perdurarán, es decir, su interés será permanente, parecerán valiosos, aún los disfrutarán las generaciones venideras y merecerá la pena leerlos y releerlos.

Nadie puede predecir el juicio de la posteridad -que en última instancia es el único que cuenta- acerca de una obra literaria o artística en particular. Por lo que en este sentido toda distinción en el ámbito de la cultura sólo puede expresar un reconocimiento condicional que espera su confirmación o refutación posterior. No obstante, esos galardones nos parecen menos problemáticos si pensamos que manifiestan algo más que reconocimiento o fe en los logros de cualquier escritor o artista. Manifiestan una fe en la propia actividad.

Por lo tanto, la mejor reflexión que puede hacerse sobre un premio literario significativo es que afirma la importancia, la gloria (si se me permite una palabra tan grandilocuente), de la literatura misma. Éstas son al menos mis reflexiones en ocasión tan destacada, en la que he sido distinguida como una de las dos merecedoras del Premio Príncipe de Asturias de Letras.

Cuando pienso en la literatura, en la infinitamente diversa aventura de afanarse con el lenguaje para contar historias y transmitir el conocimiento profundo en el que me he anclado, comprometido, durante toda mi vida como persona moral y consciente, pienso en un amplia escala de valores que en realidad son metas o modelos con los cuales juzgo mis actividades personales y literarias.

En un sentido, el empírico o fáctico, la literatura es meramente la suma de todo lo escrito y tenido por literatura. En otro sentido, el ideal, la literatura es la suma de todo lo que mejora, enaltece y hace más necesaria la actividad literaria.

En esta segunda y más valiosa acepción, la literatura honra -y representa- metas ideales en sentido estricto. Es decir, nunca alcanzadas del todo. Sin embargo, son aún más irresistibles y ejercen mayor autoridad como ideales precisamente porque resulta muy difícil mantenerlos.

Alguien podría rechazar, como una suerte de enternecedor disparate, lo que me propongo encomiar aquí. Pero yo no lo veo así en absoluto. Estas normas morales, estos ideales, no son una ilusión.

Imaginemos la literatura como una utopía... un lugar en el que imperan los modelos más encumbrados, casi inaccesibles. Se pueden deducir unas cuantas normas de una interpretación determinada de la literatura, de la que importa, que sigue importando durante decenios, generaciones y, en pocos casos, durante siglos.

Ésta es mi utopía. Es decir, aquí están los modelos que infiero o me parece que sustenta la empresa de la literatura.

Uno. Las actividades literarias (la escritura, la lectura, la enseñanza) son una vocación ideal, una prerrogativa, más que una simple carrera, una profesión, que se sujeta a las nociones comunes de "éxito" y al estímulo financiero. La literatura es, en primer lugar, una de las maneras fundamentales de nutrir la conciencia. Desempeña una función esencial en la creación de la vida interior, y en la ampliación y ahondamiento de nuestras simpatías y nuestras sensibilidades hacia otros seres humanos y el lenguaje.

Dos. La literatura es una arena de logros individuales, de méritos individuales. Esto implica que no se confieren premios y honores al escritor porque representa, digamos, a las comunidades débiles o marginadas. Esto implica que no se hace uso de la literatura o de los premios literarios para respaldar fines ajenos a ella: por ejemplo, el feminismo. (Hablo como feminista.) Esto implica que no se reparten recompensas a los escritores como medio de pagar consecutivo tributo a la diversidad de las identidades nacionales. (Así es que si los mejores tres escritores del mundo son, por ejemplo, húngaros, entonces lo ideal es que los jurados de los premios no se inquieten porque los húngaros reciben demasiados galardones.)

Tres. La literatura es primordialmente una empresa cosmopolita. Los grandes escritores son parte de la literatura mundial. Deberíamos leer a través de las fronteras nacionales y tribales: la gran literatura debería transportarnos. Los escritores son ciudadanos de una comunidad mundial, en la que todos aprendemos y nos leemos los unos a los otros. Si consideramos que cada logro literario significativo es, en última instancia, parte de la literatura del mundo, nos hacemos más receptivos a lo foráneo, a lo que no es "nosotros". El poder característico de la literatura es que nos deja una impresión de extrañeza. De asombro. De desorientación. De que nos encontramos en otro lugar.

Cuatro. Las diversas pautas de excelencia literaria, en el seno de las literaturas en todos los idiomas y en la gama entera de la literatura mundial, son una lección cardinal sobre la realidad y la conveniencia de un mundo que aún es irreductiblemente plural, diverso y variado. El mundo pluralista actual depende del predominio de los valores seculares.

Es posible, desde luego, exponer lo que denominamos modelos de un modo más enérgico (y acaso más controvertido), como antipatías, como negativas. Así es que, para enunciar de otra manera lo que acabo de decir:

Uno. Desprecio a los valores mercenarios.

Dos. Aversión a hacer uso principalmente instrumental de los escritores; por ejemplo, celebrar a los autores sobre todo en calidad de representantes de comunidades que se imaginan marginadas, con el fin de manifestarles su apoyo.

Tres. Cautela ante el filisteísmo cultural que se encubre con la aplicación de los valores democráticos en materia literaria. Desconfianza permanente de las afirmaciones nacionalistas y las lealtades tribales.

Cuatro. Eterno antagonismo contra las fuerzas represivas y la censura.

Estos son en efecto valores utópicos. No se han cumplido. Pero la literatura, la literatura en su conjunto, aún los encarna. Aún estimulan a los escritores. Aún nutren a los lectores, a los verdaderos lectores. Y es también lo que celebra todo premio literario importante.

Por estos valores me honra que la Fundación Príncipe de Asturias me haya elegido como una de las galardonadas con este destacado premio.

martes, febrero 01, 2011

La batalla de Ragnarok

Pienso en la batalla de Ragnarok, en Lif y Liftharsir, libres de las ramas del Árbol del Mundo, repoblando la tierra de rosadas criaturas.

La batalla de Ragnarok es un evento mítico. Un espacio destinado al triunfo del desconcierto: El mundo y los dioses condenados a la destrucción. Nadie puede vislumbrar los terribles inviernos que uno tras otro desolarán la tierra. Ni la espantosa guerra universal que con su viento de infiernos resolverá las ataduras de Loke, dios del engaño, de la mentira y del caos, y de Fenris, su turbio hijo lobo.

No es que no lo crea, es que no puedo imaginar a ese injerto de Angerboda, la enorme princesa, premonitora de daños, devorando de un golpe toda la luz del encumbrado sol (será por ventura un viento de ceniza, una humareda pertinaz), tampoco la muerte de Odín –quién puede soñar la muerte de alguien cuya forma se desconoce y cuyo oído es veterano para entender a los cuervos, metáfora de los poetas y de las gentes exaltadas que levantan himnos y las kenningar.

También se ha oído decir que surgirá, en medio de la batalla, Thor, el del palacio de las 450 habitaciones, levantando su violento e implacable mazo para aplastar a la Serpiente del Mundo. La fornicaria quedará vencida, pero también Thor, que se revolcará y sucumbirá en la oscura muerte emponzoñado por su ya conocido apetitoso y urticante veneno. Ninguno de los dioses conocidos quedará en pie luego de la batalla.

En el final del fragor se verá a Surt –eso dicen- guardián de los fuegos de Muspell desde el inicio del tiempo, y liberando las sagradas llamas destruirá el mundo. El fuego purifica. El fuego vence. Destruido el mundo –asaz degenerado, asaz perverso- surgirá lo nuevo. Sobrevivirán los hijos. De Odín, Vidar y Vali, de Thor, Modi y Magni, mientras que los olvidados dioses Balder, dios de la luz y de la verdad y el ciego Hod volverán a la vida. Ellos se sentarán en la nueva tierra y hablarán del mundo pasado; en la hierba encontrarán las piezas del ajedrez de oro de los dioses. Yo los adivino jugando su severo juego, para que los descendientes de Lif pueblen los días y las noches. Todo esto en el tiempo cuando el dorado caballo se coma a la torre, mientras el oscuro peón alcance la orilla y se corone pleno.

lunes, enero 24, 2011

El poema

Dices
qué es un poema
si no la conciencia de las cosas?

Viaje de Narciso (2009)

domingo, enero 16, 2011

Purgatorio I

Ma Virgilio n'avea lasciati scemi
di sé, Virgilio dolcissimo patre,
Virgilio a cui per mia salute die'mi;

né quantunque perdeo l'antica matre,
valse a le guance nette di rugiada,
che, lagrimando, non tornasser atre.

Dante
La Comedia, Purgatorio, Canto XXX

¿Son el límite del dolor estas paredes blancas? ¿He perdido el camino que el ángel indicó? ¿Era ésta la ruta por la que ascendimos, Dante al frente, Estacio atrás, los pasos lentos como las suaves ondas del tiempo cuando Sexto Propercio, Horacio y yo lanzábamos pedruscos sobre la laguna artificial que nos regaló Cayo Mecenas?

Y esta intolerable angustia por un rostro. El estremecimiento que produce en mí Matilde, es decir, aquel nombre como sonoro gong -¿dónde aprendí esa palabra?- dentro del alma. ¿Qué es esto?

¿Cómo puede suceder que el sol, astro que en su noble obediencia emerge sereno desde el oriente todos los días, se conmocione inexplicable y huya desesperado de sí hecho una tromba que estalla, feroz tormenta, transformándose en noche profunda, enloquecida de luces y nubes intensas, cayendo insensatas en púrpura, amarillo y naranja sobre las formas de las cosas? ¿De dónde viene tanto estupor, esta emoción ya olvidada, el fuego enardeciendo los huesos ausentes, y la sangre que ya no está golpeando un corazón que es de viento, como si fuera ayer entre las olas celestes del mar bajo la silente y clara luna de entonces?

¿Qué me pasa? ¿Qué mueve a este espíritu apenas ayer profundamente resignado a la condena de morar por siempre en los infiernos? ¿Cómo se sembró la esperanza, esa inútil semilla ajena a nuestras almas escarmentadas, en las que su sentencia es morir en tierra infecunda?

Regreso ahora entre la cañada del Purgatorio, sabiendo que mis pasos han perdido el aplomo, que mi cuerpo etéreo de alguna manera ha ganado densidad gracias al deseo. Siento en mis entrañas recobradas como si de repente regresaran a mí las viejas cuitas, las mañanas imaginando tener amor entre mis brazos, celando el contorno de las féminas caderas, la ruta mortal del amado monte de Venus. Siento vértigos que había olvidado. Mientras cercana, en la llanura, la muralla de fuego me amenaza, como si pudiera abrasarme, como si mi cuerpo mortal me acompañara. -¡Ay, Virgilio! –me digo –qué ha sido de ti, qué han hecho de ti, qué Maltilde mata ahora, qué paraíso vislumbrado sueñas, calla al fin que no es tu tiempo, que hay mucha condena en la árida celda destinada.

jueves, enero 06, 2011

Adiós a Francisco Ruiz


El poeta nicaragüense Francisco Ruiz no quiso vivir el once, nos dejó precisamente cuando agonizaba el último día del diez y no terminaba de entrar el año nuevo. Adiós amigo Francisco, como recuerdo, publico la fotografía que nos tomamos en Recife aquel septiembre de 2007 y en tu homenaje copio el poema que aparece en el mismo libro donde estamos juntos, en la memoria poética del III festival de Granada.

POEMA PARA QUEDAR INMUNE

Llevo una reja en mis dedos
una prisión de viento que te habla
tócame y seré libre
llevo dos ojos que se abren
grandes en la noche
y un abismo que separa
a mi cuerpo
de otro cuerpo

Cuatro millones de años
me encerraron
cuenco aire en un costado
y me devuelve al suelo
incluso la libertad aterra
en el último instante

no me reconozco
en una madrugada de traidores
en una hoja oxidada
por el olor de mis muertos
ni en la fría corteza
de los árboles que esperan
será que ya me acostumbré
a que me entierren en los ojos
una amarga tarde
y dos agujeros de cielo

¿Qué más puede herirme?

Francisco Ruiz Udiel (1977-2010)

martes, enero 04, 2011

Años once y medio

Cuando tenía once pensaba que el cambio de año se evidenciaba en mi reloj Citizen, uno de los primeros relojes electrónicos, que mostraba incesantemente en qué año te encontrabas. Así que el 31 de diciembre esperaba con ansias el cambio de fecha. Había un golpe de gracia. Un vértigo en ese cambio de año no provocado, sino natural –pensaba yo- del calendario del reloj. Este mito, con el paso del mismo tiempo, se ha ido desvaneciendo, y pasar de año ya no tiene la contundencia ni la emoción de los primeros. Pero no se puede evitar imaginar un futuro inmediato que debería traer cambios para mejor, alegrías, riquezas y cuantos deseos han creado los días, desbordantes de apremios por vender. ¿Quién podrá entonces pensar que ese mejorar podría estar ligado a dejar de ser, a cambiar de nivel de ser? El abandonar cosas es todo lo contrario a la publicidad.

He visto un caracol que durante bastante tiempo, horas, se traslada penosamente desde el borde del jardín, sale por debajo de la reja, y se acerca hasta unos doce centímetros del granado, todavía arbusto, que crece en el frontis de mi casa. Allí el granado ha florecido, las flores son de un naranja mágico y encendido, y se endiosan con la maravilla de nacer. El caracol, que no ha abandonado su coraza en la espalda, se detiene y queda paralizado, inmóvil, perplejo –diría yo- imposibilitado de alcanzar la belleza.

Dejar la carga que tanto amamos, sin saber que es carga. Regresar a nuestra humilde condición de gusano, y no de arrogante caracol con casa, esa es la misión. ¿Podremos comprenderla?

Entonces, para mirar más ampliamente, recuerdo el haiku de Matsuo Bashō:

Al Fuji subes
lento vas pero subes
caracolito


Luego los años llegan certeros como pedregones, 2007, 2008, 2009, 2010, 2011…

Quién sabe si en la cima de la montaña espera el anhelado estado de oruga, paso anterior al de mariposa. Libre y bella por veinticuatro horas.
eXTReMe Tracker