lunes, abril 18, 2016

Vivir entre diferentes

La convivencia se da por la necesidad que tiene el ser vivo de asociarse, unido a otro por el interés común de la supervivencia, y una amplia cantidad de necesidades. No ha sido distinto el proceso humano con el pero de que los factores en conflicto provienen de las diferencias que surgen por comportamientos y modos disímiles, ligados a apariencias, como es el caso de las etnias, a culturas, y a religiones.
Existen muchos niveles de diferencias, y éstas se suceden desde dentro del hogar, como puede ser el caso de hermanos con tendencias distintas, hasta en el barrio, ciudad, país, y culturas. La manera en que los seres humanos convivimos tiene que ver con la reunión de diferentes; que, a toda vista, produce un nivel más menos intenso de hostilidades.
El tamaño de la diferencia exige mayor o menor nivel de comprensión; pero es clave recordar que los aprietos que emergen se pueden resolver porque existen igualdades básicas que nos reúnen, pues cualquier par de nosotros puede potencialmente formar familia.
Un elemento fundamental para el desarrollo de la convivencia es el adecuado manejo de la identidad. Y en este sentido es importante afirmar con Alain Touraine que la reconstrucción de identidades que no son sociales, sino culturales, religiosas o étnicas, resultan peligrosas; pues, es “peligroso valorar al individuo sólo por su pertenencia a una comunidad, ya que se corre el riesgo de que cada cultura se cierre en una experiencia particular incomunicable y que la sociedad se fragmente en comunidades o evolucione hacia un nacionalismo autoritario y racista.”[i].
La sociedad humana está ligada a la acción básica de la comunicación, es decir del lenguaje. Ese entramado maravilloso que ha construido no solamente el conocimiento de las técnicas para cumplir con las tareas que permiten satisfacer sus necesidades e intereses; sino el andamiaje de la reflexión y la búsqueda de lo superior. Será entonces a través del lenguaje que debemos intentar resolver el desafío de vivir entre diferentes, para enriquecernos, para construir en una cualidad más amplia nuestras sociedades.
Con ese propósito, debemos comenzar proponiendo que la palabra tolerancia sea eliminada del lenguaje social para la construcción del vivir entre diferentes. Pues la tolerancia significa tensión que se produce a causa del “yo le permito”. Mientras que la comprensión, palabra cuya definición es diferente, se refiere a penetrar en el contexto del otro, ponerse en el lugar del otro, es decir, el desarrollo de la empatía como ejercicio permanente e interesado en beneficio del otro.
En este contexto, se puede hablar de la necesidad de convivir adecuadamente con las minorías, sin olvidar que la primera minoría, es un individuo único. De ahí que se considera que la sociedad actual debe basarse en los principios de comunicación y de solidaridad, que en una primera aproximación podría inclusive tener un sentido práctico: hoy por ti, mañana por mí, sin necesidad de llegar a esa máxima cristiana, que es la de hacer todo por el otro sin esperar recompensa, que a mí me agrada tanto porque tiene que ver con la belleza, gran puerto esta propiedad, qué duda cabe, para la conciencia.
 


[i] ¿Podremos vivir juntos? Iguales y diferentes. Alain Touraine. Madrid, PPC Editorial, 1997

domingo, abril 03, 2016

Esclavitud de pensamiento

La llamada humanidad ha vivido desde siempre momentos de crisis, sumergida en la constante vicisitud que le produce su eterna incomodidad social. Nada es más necesario para sus miembros que vivir juntos, y por lo visto, nada es más molestoso que hacerlo.

Para este propósito, el de vivir juntos, la sociedad ha creado una serie de líneas de acción, y nos damos cuenta de esto porque alguien nos hace notar que, desde la cuna, nuestros padres, tutores, maestros de escuela, y hasta los autores de los libros que nos dan a leer, se empeñan en decirnos lo que debemos pensar, sin que a ninguno de ellos se les ocurra indicarnos el cómo pensar.

Visto de esa manera, cada persona que interviene en nuestra llamada educación se erige en una especie de dictador de nuestra mente imponiéndonos sus exigencias, sus teorías, sus ocultos o evidentes prejuicios, y toda la gama de dibujos según su muy particular manera de ver el mundo.

Entonces descubrimos que se ha desarrollado la predisposición universal para avasallar el pensamiento de la gente, procreándose los dictadores de la mente en número infinito. Y esto en cada uno de los diferentes grupos sociales, llámense corrientes ideológicas, grupos religiosos, ejércitos, cofradías de caridad, y tantos otros que se conforman según el tipo de manipulaciones de las supuestas verdades sociales o religiosas.

Así que ante cualquier atrevido disidente se erigirá un tribunal perverso que no dudará un instante en calificarlo de renegado, ignorante, o traidor, contrario a la regla de quienes detentan la verdad del grupo, o hereje si de supuestas verdades religiosas se trata.

Así parece haber sucedido desde el principio de los tiempos. 

Por todas partes, calificadas de derechas, de izquierdas, de santas, de doctrinarias, existen en nuestro cuadriculado planeta dictaduras empeñadas en esclavizar a los pueblos. Muchas de ellas sangrientas, aunque la sangre no siempre es líquida y roja, sino también del alma, dictaduras que decretan lo que la gente debe pensar.

Ahora bien, no se vaya a concluir precipitadamente que estas dictaduras de la mente utilizan métodos violentos para someter a sus acólitos; todo lo contrario, se maneja un sistema de seducción basado en la propaganda, y en resultados mostrados a medias, que atrapan principalmente a los jóvenes, que caen como chorlitos curiosos.

Producto de esto, aquí y allá, se crían los infames terroristas que explotan bombas en lugares públicos, y también, claro, los terroristas de estado, de aula, de casa.

¿Cómo reaccionar ante un sistema tan sombrío?

Acaso comenzar con la construcción del pensamiento creativo desde la cuna; y sobre la base de ello, la transformación integral y total de esa máquina multiplicadora de útiles robots de la vida racional llamado sistema educativo. Sembrando, claro está, en cada criatura el profundo respeto que debe tener todo ser humano hacia la forma de pensar del otro. Dejando la puerta abierta para que se puedan rebatir o discrepar nuestras ideas.

La historia de cualquier grupo humano con cierta cuota de poder, desde el simple funcionario, o incluso un padre de familia, y cómo no, los grandes grupos de poder, están llenos de actitudes de prepotencia, ganas de imponer su visión de las cosas o de sentirse siempre en posesión de la verdad.
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