martes, diciembre 27, 2016

Humanismo o Barbarie

Ya sabemos que la utopía es el principal acicate para intentar alcanzar la mejor manera de vivir y convivir. Sin utopías no son posibles los cambios, y sin cambios nos tendríamos que resignar a estancarnos, o, peor que eso, a hundirnos en el lodo que nosotros mismos hemos creado: guerras, miseria, discriminación, valores equivocados, degeneración; en resumen, un cuadro de violencia, odio, y podredumbre que han invadido a la sociedad, a la que muy poco de humana le ha quedado.
Los proyectos políticos capitalista, comunista y socialista han fracasado. Se impone buscar transformar profundamente la sociedad, y para hacerlo se debe comenzar por la transformación de nosotros mismos que constituimos su base.
¿De qué transformación se habla?, ¿hacia dónde dirigir nuestros pasos?, ¿cuál es el ideal que se busca?
Acaso la palabra Paz podría resumir en gran medida este ideal.
Nada mejor que hoy, cuando se celebra la Navidad, que hablar de la paz.
Aunque parecería sencillo hablar de la paz, no hay nada más difícil que conceptuarla adecuadamente, especialmente en estos tiempos, no solamente de guerras, sino tiempos en los que se ha instalado la violencia como parte de la cotidianidad.
Hay estudiosos que afirman que la violencia es innata al hombre y que parece algo que reside permanente en la psicología humana desde que nace. Nos inclinamos a decir que sí.
Para complementar, podríamos afirmar que todo parte de una necesidad de poder fruto de una sensación psicológica que funciona como un motor de todas nuestras acciones, cual es el deseo: La violencia existe porque existe el deseo y el miedo, que es como una forma de deseo insatisfecho de seguridad.
Cuando ese deseo no ha sido controlado, en el momento en que se desborda, de desata la violencia y desaparece la paz.
Observando con atención vemos que la violencia desata violencia. Existe en la psiquis humana una reacción automática ante la violencia, y esta reacción se presenta también en forma de violencia, sea esta expresada o barajada hacia adentro.
Y será el abuso de poder, sea este circunstancial, individual o de grupo, el gestor principal de este proceso, recayendo en situaciones de desigualdad social, respaldadas por discursos amañados, es decir, justificadas por la violencia cultural.
Se puede decir que no hay mayor abuso de poder que aquel que deriva de las armas físicas. Y no hablamos solamente de la guerra, sino de aquello que se impone debido a la presencia de algún grupo armado.
Siria, Irak, Afganistán, cerca de 25 conflictos en el África, actos terroristas por todo el planeta, y la presión permanente de los ejércitos de los Estados que con el pretexto de defender el poder “constituido”, se transforman en una herramienta de poder subyacente que favorece al circunstancial empoderado.

Busquemos pues el desarme para procurar la paz.
En este hermoso día. se hace necesario que cada uno se comprometa a desarrollar dentro de sí la No Violencia y el Amor. Y si se cita al amor, es aquel que abarca a nuestros semejantes y a la naturaleza toda.

Recordando que “el humanismo enseña la liberación psicológica individual como fundamento base de la real transformación social, política y económica del mundo”, y que, para gobernar a la gente, antes hay que saber gobernarse a sí mismo.

jueves, diciembre 15, 2016

Vilipendio de la cultura

Entre nosotros es lugar común asegurar que alguien culto es inteligente, y no solamente eso; sino que, “en occidente, desde la antigüedad clásica al humanismo renacentista, incluyendo el cristianismo y la llamada ilustración, se ha convenido en que una persona culta también es compasiva, empática, solidaria, amable y quizá hasta sabia”. Este enorme error de apreciación ha traído consigo una serie de malos entendidos.
Por otra parte, y acaso a raíz de la imposibilidad de la mayoría de las personas para adquirir cultura, que involucra el ocio suficiente para leer, el dinero adecuado para viajar, y contar con los pertinentes amigos informados que nos alimenten de datos, se ha desarrollado la supuesta antítesis de la cultura, que se basaría en el hecho de ser inteligente, tomada la inteligencia como “las habilidades con connotaciones un tanto más científicas, y como una característica casi fisiológica que puede medirse y cuantificarse”. Así que esta se ha pensado y estudiado sobre todo como una cualidad inherente de la especie. Concluyéndose que nuestra inteligencia es resultado de la evolución y, por lo mismo, todos los individuos la tienen.
¿Tendrá esta inteligencia algo que ver con las malas decisiones tomadas y que resultaron en el accidente en que pereció el equipo Chapecoense? ¿ En la falta de previsión que derivó en la escasez de agua en La Paz? ¿En la egoísta idea de los grandes proyectos que necesita destruir los bosques y el medioambiente para lucrar ahora y destruir la herencia del planeta? ¿En la estupidez insaciable de las guerras? ¿En las maneras en que cada quien procura, sin importar que sea a costa de los demás, de la desgracia de los demás, hacer más y más dinero? ¿La manera en que queremos ganarle al semáforo? ¿La forma en que lastimamos nuestro cuerpo con excesos que a la luz objetiva aparecen absurdos?
Inteligencia, cultura, intelectualidad han dejado al mundo como está, y no parece ser el mejor lugar para vivir. Pues la ética hermanada con la estética no siempre es producto de la cultura de la gente, ni de su intelectualidad, ni tampoco de la denominada inteligencia.
Atiborrarse de información, o repetir como loros los conceptos de otros, a quienes decimos entender, y seguir, no deja de ser una soberana pérdida de tiempo.
La lectura es importante, pero no la restrinjamos al solo hecho de descifrar los signos escritos; sino digerirlos, contestarlos permanentemente, construir una posición a partir de la reflexión de lo que se lee. No me parecería disparatado afirmar que se pueden leer las artes, la naturaleza, la sociedad, el entorno. Así como se pueden leer los intrincados movimientos de las aves o con una mirada algún destello del alma de quien nos ama.
Desde muy niños se nos ha plagado de convencionalismos, de teorías que repetimos hasta el hartazgo, ¿no decimos cada mañana los “buenos días”, sin tener la más mínima intención de ese deseo? Así, hasta la situación más compleja se la realiza de manera automática. El más culto, dirá: Sí ya escuché en algún lugar algo de esto, me parece que fue esperando a Godot. Y lo dirá acaso para que muchos queden perplejos y sin atreverse a saber quién es Godot, menos Beckett. Cosa que sin duda, no tienen ninguna importancia, a no ser por la reflexión que nos provoca.

 
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