Años once y medio

He visto un caracol que durante bastante tiempo, horas, se traslada penosamente desde el borde del jardín, sale por debajo de la reja, y se acerca hasta unos doce centímetros del granado, todavía arbusto, que crece en el frontis de mi casa. Allí el granado ha florecido, las flores son de un naranja mágico y encendido, y se endiosan con la maravilla de nacer. El caracol, que no ha abandonado su coraza en la espalda, se detiene y queda paralizado, inmóvil, perplejo –diría yo- imposibilitado de alcanzar la belleza.
Dejar la carga que tanto amamos, sin saber que es carga. Regresar a nuestra humilde condición de gusano, y no de arrogante caracol con casa, esa es la misión. ¿Podremos comprenderla?
Entonces, para mirar más ampliamente, recuerdo el haiku de Matsuo Bashō:
Al Fuji subes
lento vas pero subes
caracolito
Luego los años llegan certeros como pedregones, 2007, 2008, 2009, 2010, 2011…
Quién sabe si en la cima de la montaña espera el anhelado estado de oruga, paso anterior al de mariposa. Libre y bella por veinticuatro horas.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home