jueves, julio 29, 2010

Prosperidad aparente


En sus Diarios, Robert Musil, 1880-1942, uno de los más grandes novelistas de la lengua alemana, nos asombra a cada momento. Sus provocadoras anotaciones y reflexiones arman un estupendo rompecabezas filosófico y un dibujo de la concepción de la literatura.

Pero ¿Quién es Musil? Este extraordinario escritor muy pronto reveló su vocación científica y técnica, matriculándose en la Escuela Técnica Superior, donde estudió Ingeniería mecánica y fue durante algunos años ayudante de mecánica en el Politécnico de Stuttgart. Allí elaboró el "giroscopio de Musil". Sin embargo, su alma inquieta no se conformó con el conocimiento técnico y práctico, de manera que en 1903 se trasladó a Berlín para estudiar Filosofía y Psicología aplicada en la escuela de Carl Stumpf. Muchos han calificado estas búsquedas como un vagabundeo intelectual y profesional. Nosotros dirermos que es más bien la característica de un espíritu curioso, necesitado de la penetración en el conocimiento de las cosas.

Sigamos, entonces, detrás de su desbortante vitalidad. Oficial durante la primera Guerra Mundial, en la que llegó al grado de coronel, fue redactor, en la posguerra, de la Neue Rundschau y adscrito a trabajos de redacción en el Ministerio de Asuntos Exteriores austríaco.

Nietzscheano. Se impregnó de ciencia y de técnica, sin poder encontrar satisfacción en ninguna de ellas.

A pesar de llevar una curiosa intolerancia de la poesía y de la música, mostró sólidas y naturales dotes artísticas que lo salvaron de la aridez de la teoría pura y de la fragmentación ensayística: fue un literato. Aunque, es de resaltar y con ello a toda su obra, que probablemente Musil no figuraría en la literatura mundial si no hubiera escrito la novela El hombre sin atributos (Der Mann ohne Eigen schaften), a cuya causa dedicó largos años, aun a pesar de su expulsión de Alemania, en 1933, a raíz de la subida de Hitler al poder, y de Austria en 1938, así como su duro asilo en Suiza.

Musil quiso realizar un inflexible y conciente diagnóstico de sí mismo, de su época y del hombre. Por esto, para ir más allá de la portentosa obra dejada, nada mejor para conocerlo que sus Diarios.

Para muestra, en esta oportunidad he querido copiar un párrafo que es muy significativo en estos tiempos borrascosos, de aparente prosperidad (¡Ay, cómo me aferro al adjetivo aparente, del lat. appārens, -entis, part. act. de apparēre, aparecer):

“No tiene ningún mérito ser moral si se es revolucionario”, quiere decir, entre otras cosas, si las épocas de prosperidad no contribuyen a seguir formando la moralidad, todo está perdido.

jueves, julio 22, 2010

Todos somos extranjeros

En esta edición del blog deseo expresar un homenaje a Carlos Edmundo de Ory, poeta, ensayista, epigramista y traductor español.

En su reseña biográfica diremos que fue nacido en Cádiz en 1923, hijo del poeta modernista Eduardo de Ory. Como hombre de su época no fue ajeno a los ismos. Fundador del Postismo, autor del manifiesto introrrealista, donde aboga por la creación del arte como manifestación de la realidad interna del hombre, expresado en un lenguaje que ha de surgir como intervención a partir de misteriosos estados de conciencia.

Los honores humanos no le han sido indiferentes, en ello cabe entrañablemente informar que fue declarado “Hijo predilecto de Andalucía” por la propia Junta de Andalucía.

Seductoramente, el 6 de noviembre de 2007 deja un mensaje en la Caja de las Letras en el Instituto Cervantes, que no se abrirá hasta 2022. Esto de la Caja de las Letras es un espacio que El Instituto Cervantes utiliza, aprovechando que ocupa la antigua sede del Banco Central, que es una cámara acorazada en el sótano del edificio Cervantes de su sede de la calle Alcalá, 49, de Madrid, para que grandes personajes de la cultura hispánica depositen un legado que no se abrirá hasta la fecha que ellos decidan. Otros que han dejado el legado en la Caja de las Letras, y que queremos nombrar, son Antonio Gamoneda, que se abrirá también en 2022, y José Emilio Pacheco, quien no quiso que fuera secreto y depositó sus dos últimos libros.

Carlos Edmundo de Ory, hermano poético, sin duda, en esto que copio:

Todos somos extranjeros

Ignoramos el nacionalismo idólatra. Amamos todos los países. Todos somos extranjeros. Las lenguas, los tipos étnicos, nada cambia en nuestra condición humana de exiliados en el mundo: la patria está en otra parte... Allá donde las fronteras están abolidas; allá donde se ha establecido la civilización común; allá, donde han sido alcanzados los fines dignos de la humanidad entera.

¿Cosmopolitas? No: es demasiado lujo. ¿Universales? No: demasiado culto.

¿Humanistas? No: demasiado científico. ¿Ciudadanos del mundo? Eso deseamos. No está permitido.

Somos todos extranjeros... con pasaportes falsos. Tenemos un ghetto: la tierra. Sin embargo, la tierra es nuestra.

Desde los tiempos bíblicos, desde Job hasta Charlot, aquel que ha venido a vivir sobre la tierra no tiene patria, salvo la tierra misma. El Hombre es el soldado de la Humanidad y su única arma es su grito ante el Universo, grito ahogado por la fanfarrias, los himnos, los cañones.

Somos todos extranjeros. El Hombre es en primer lugar el indígena de la tierra; después, y al mismo tiempo, el hombre a secas, el Extranjero. Es el campesino sin tierra de la Humanidad.

Somos todos extranjeros de un modo carnal. Somos todos carnales de un modo fraternal. Somos todos fraternales en una sola mirada. Más para ello, es necesario que todos nos miremos como extranjeros.

Escrito en Amiens, 1968.
Carlos Edmundo de Ory

martes, julio 13, 2010

2003: Una temporada en Manhatan






Cuando en el 2003 acometí la aventura -que por muchos latinos no es desconocida- de trasladarme a vivir a los Estados Unidos, pasé en una primera etapa una temporada en Nueva York. De esos días guardé parte de mis impresiones en un cuaderno que llamé "Diario de Nueva York". Por esos años todavía no teníamos el blog, y la internet solamente servía para el correo electrónico y alguna que otra distracción poco recomendable. Ahora, pensando en mi amiga Giovanna Rivero que se fue al país del norte, en Eduardo Mitre y Edmundo Paz Soldán que viven precisamente en la ciudad que nos ocupa, extraigo y copio de mis notas garrapateadas en un lapicero de aquellas escasas pero intensas semanas.

10 de Junio
Hoy: Manhatan.
Por el río Hudson se extiende su figura de recortados gigantes. Y su jardín interior es un milagro semejante al ojo del Buda que nos llama a la alegría de bosque cuidado y feliz. ¿Quién fue la Semíramis que imaginó tal esplendor de verde y de cemento? Las agujas de Nueva York me han herido definitivamente, creo que no podré amar a otra ciudad que no sea aquella. Yo te corono, Nueva York, la más femenina de las urbes humanas: hermosa, delicada, sensual, ay, cómo adivino tu crueldad, tu limpia crueldad de ramera fenicia, sacerdotisa fría del amor.

11 de Junio
Con Eduardo Mitre recorremos una librería, es impactante el encontrarse que en inglés el mundo es más rico. Documentos y textos de comentarios e investigación eruditos. Apuntes a La Comedia, Lolita ampliamente comentada, traducciones de las Mil y una noches de diversa índole. Milton, ediciones hermosas de Keats. Un universo a las puertas. Me aproximo y siento el vértigo de sus planetas girando en gramáticas y semánticas que apenas conozco. Sé que es un paraíso esperando. El ala de la biblioteca que pertenece al señor del castillo. Sí, lo siento noble y rico, como un Lord del 17. Si es así, viviré entre tres orillas: la ascética presencia de lo castellano, la imponente victoria del latín, el esplendor del Dante, y este territorio de la palabra. Aquí se funda el futuro. En el inglés y mi alma castellana se abre a hora tercia un nuevo día vital.

12 de junio
Es también como un dolor de muelas, lento, sin llegar a la profundidad, más bien molestoso, algo que está ahí y que puede aliviarse en cualquier momento porque es el resultado de las acciones del cuerpo: morder, comer, reír. Cuando voy cantando “New York, New York” siento nostalgia por la ciudad del sueño, esa mágica que no se deja mostrar; como Galatea que lanza la manzana y se esconde esperando ser encontrada y nosotros viendo rodar la manzana sin comprender demasiado, sin conocer dónde late la ciudad que buscamos. Mientras nuestros días se inundan de casas, avenidas, gente, automóviles que se atropellan y las sirenas interminables de las ambulancias y la policía anunciando las horas de las desgracias.

13 de junio
El destino trazado.
No existe un camino “directo” hacia el objetivo, pues la circunstancia del cuerpo y de las múltiples responsabilidades nos obligan a transitar atajos, senderos inesperados, páramos extensos y tenebrosos. Por qué no, también los solitarios pasos de las ilusiones, una ciudad llena de juegos luminosos capaces de hipnotizar con su balanceo de probables victorias.

Mas esa ruta es una ruta de corrosión. El desgaste del cuerpo animal y la posibilidad, siempre latente, de constituirse en alimento de la ciudad. Devorado y desgastado sólo cabe la transformación. Y los gusanos que nos han devorado, que son los espectros de la ciudad ya son también nosotros. ¿Cuál será la siguiente metamorfosis? Aquí no se trata de aquella mariposa que sueña ser un hombre. Se trata del hombre cuyo sueño no es otro que una pesadilla de cuerpos para alcanzar el sentido. Sentir con otro cuerpo, sí. Pero sentir qué! Mientras tanto el tren sigue su rutina de estaciones, de ruido, y nosotros sin poder mirar a otro más de allá, que el más allá de 15 segundos acusados ya de acaso, humillados sólo por sentir -¿Ése es el sentir?- el cuerpo rojo de la soledad.

Junio 16
El deterioro es el transcurrir del cuerpo. Somos aquellos quienes nos devoran. Los hijos de Cronos se transformaron en Cronos y Cronos ya no es más que sus hijos. En el principio la obra y el tiempo eran esa dualidad, ahora nosotros somos el tiempo que no es otra cosa que el largo proceso de su digestión: a eso llamamos deterioro, a eso llamamos consumirse y desaparecer, porque no conocemos el movimiento festivo.

Ir perdido en la red de trenes subterráneos. Sufrir el cuerpo. Condiciones del deterioro. Salir no es suficiente, necesitamos llegar.

Junio 18
New Jersey. Convención de Royal Prestige: encerrado y prostituido.

Junio 20
La ciudad desde Lexington Ave. La estación Grand Central con su arquitectura neoclásica, imponente, gloriosa apoteosis de los tiempos modernos, una manera de ver el mundo desde la ya lejana colina de subida del siglo XX. Hoy los edificios iluminados y el retrato brutal de la ausencia de las torres gemelas.

Julio 1
Otra ciudad emerge, la ciudad de la cotidianidad. Tren 7, tren 4, cambio en Gran Central. Mirar el programa del Bus Q45. Viajar, viajar.

Tres palomas sobre el techo del andén en 69st-Fisk. El convoy pasa con su maquinaria feroz, es un animal que se estremece sobre las líneas oscuras de los trillos. Yo veo cómo dos de ellas levantan vuelo, pero una indiferente, nuevayorkina, continúa corriendo las pequeñas migajas como si nada pasara, y nada pasa, sólo el tren. Sospecho que la segunda, curiosa, levanta vuelo sobre los vagones para conocer, para saber sobre el origen del monstruoso ruido que traspasa. La tercera, sin embargo, es la que huye sin mayor sentido que el miedo, el horror a lo poderoso, al acero que se mueve con sus dientes redondos como un titán de los rieles.

Julio 8
No imaginé que este Diario de Nueva York sea tan corto. La ciudad que apareció ha vuelto a desaparecer entre las montañas del recuerdo, y es como una flor hecha de dedos, dedos de luz que por las noches cruzan con el subway bajo las rieles los días de los hombres.

¿Dónde Columbia University, El Bronx, la Second Ave., Oliva Resturant y sobre el río Hudson los mágicos puentes de la vida?

Julio 14
¿Cómo se puede extrañar a una ciudad que apenas se conoce?

Una ciudad que está formada por escenas de películas, los hermosos puentes, el parque, el retrato del Downtown con su figura de edificios alargados contra el sol que se levanta.

Pero cuando estás adentro se desplaza la ciudad oscura, subterránea, un laberinto de trenes, el Bronx y sus barrios de latinos pobres, la tensión de los conductores ante el tráfico atascado, la gente idiotizada por las horas de labor continua, arrinconados en algún cuarto escondido en los edificios vetustos de Queens, de villas de obreros, apretados contra los días, como si el tiempo fuera más importante que la ciudad, una ciudad hecha de tiempo. Una ciudad reloj cuyas manecillas están construidas para viajar, hechas para no llegar como en las pesadillas.

domingo, julio 04, 2010

En el reino de las aves


Hace más de una decena de años en una visita a Trinidad, ciudad de la amazonia boliviana, en el Beni, tuve una experiencia singular. Bolivia, de vez en cuando, devela sus interiores, donde reside el país de la continua sorpresa. La singular variedad que nos reúne muestra los interminables matices de los rostros bolivianos, muchos de ellos luchadores, silenciosos, tercos, e iluminados por una fe que es una herida de luz en la oscuridad de nuestro largo y difícil parto.

Así que, en un apartado barrio de aquella ciudad, saltando barriales, entre las casas que parecen emerger del monte, me encontré en la casa de un personaje que me habían recomendado conocer. Inmediatamente ingresé en la casa descubrí que como parte de su modesta estructura cobijaba una biblioteca particular con cerca de 30.000 ejemplares, cuyo dueño había decidido ponerla a disposición, y con esto atender y ofrecerla al público. De repente, me hallé al centro de aquella magia, iluminado por esa luz de lo boliviano, esa luz generosa de lo que somos.

Adentro, con cierta modestia pero con gran practicidad, se ha dispuesto una mesa de lectura mientras alrededor aparecen los estantes y los libros. Pero la muestra no termina allí. Entre los libros, se pueden ver piezas arqueológicas recogidas en medio de la selva. “Esta pieza es quechua, dice, fue hallada en una tumba cerca de Santa Ana del Yacuma”. Y un misterioso silencio de siglos parece romperse, mientras uno mira con la imaginación a los soldados incas adentrarse en medio de la maraña, el manto verde y el olor de la intensa vegetación.

Daniel Claure Espínoza es un cochabambino, en aquel entonces llevaba casi setenta años. Formado en ingeniería no ha querido limitarse a la restringida arte de la tecnología. Buscador como es ha sido un gran viajero, así que conoce y admira la cultura europea. Pero su patria íntima, que trasciende a la de su nacimiento, guarda el viaje, que ha decidido sea el último tramo, misterioso de la selva boliviana y tiene corazón de agua. Ha recorrido el Beni, sus ríos, sus aldeas, la cara de sus indios. Conoce los secretos de sus chamanes, y las sendas que llevan al centro del bosque donde mora el espíritu de la madera. Pero principalmente conoce de pájaros. En medio de una prolífica producción de textos sobre ecología y defensa del medio ambiente, encontramos a un hombre cuya curiosidad sobre el mundo animal va más allá y transita los espacios de la investigación y de la ciencia. Todo con los pocos recursos que le brinda la jubilación. Así, su trabajo etológico nos introduce a la sala del gran abanico de pájaros, a través del cual sospechamos aquel divino viento cuya diversidad de seres alados habita la Amazonia. Carpinteros, petirrojos negros, arrendajos, azulejos, seboices, tochis y turpiales, cruzan sus páginas, insertando en ellas no solamente datos curiosos, sino lecciones que su enorme paciencia de observador ha dejado en un volumen que se llama “Los pájaros, algo más”, pero también de alerta ante la amenaza del hombre que descuidado ha abusado de la tecnología, desequilibrando la casa.

De estos seres está sazonada el alma boliviana. Personajes bajo el sol, o quienes escondidos entre las húmedas paredes de las casuchas en que viven, con los ojos alucinados, leyendo la enciclopedia británica, libro tras libro, y regresando al primero después de concluir los más de cien volúmenes. Otros quienes van en busca de riquísima literatura, escrudiñando entre líneas porque cree que allí se encontrará un día consigo mismo. El de la lupa, escondido documento tras documento, tratando de desvelar el pasado, que algunos llaman historia. El médico que trata de descubrir los secretos para quitar sufrimiento a la gente. El artista que sabe que en las piedras del pasado se esconde tras la amnesia del presente, la revelación de la vida. Esta es la singularidad de nuestro pueblo. Este es el universo que nos empuja.

En los límites interiores de nuestra gente, aparece la fuerza que es capaz de quebrar la monotonía de la sociedad con sus compromisos, la frívola farándula, y el rito de sentarse ante la pantalla del televisor haciendo zapin aquí y allá con el control remoto, las notas baladíes y chismes del facebook. Porque están los otros, aquellos que decidieron una ruta, una senda como desafío de sí mismos. No se trata, pues, de asistir de vez en cuando al teatro, haber leído un libro de moda, saber el nombre de aquel premio novel de literatura recientemente fallecido, Saramago, o sacar a relucir nuestra astucia al elaborar complicadas suposiciones sobre la vida, milagros y desgracias de algún artista de cine, de telenovela o de política. Se hace necesario tomar la espada, la vieja espada que buscaba el dorado, e ir, independiente y acaso a contrapelo de los avatares, para matar de una vez por todas la curiosa mentira de decir que no podemos - el faisán, por más nórdico que parezca, también puede esconderse inesperado entre las peñas y los bosques del sur, y ser por el modo de las plumas y el corazón, naturalmente boliviano- ; si no, veamos el ejemplo de Franz Tamayo, de Ricardo Jaimes Freire, de Gabriel René Moreno. Es necesario tomar nuestro destino a cuestas. La construcción de aquello que es nuestro, la madre de las madres, la patria que se nos escapa.
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