miércoles, noviembre 29, 2006

¿Cómo recuperar el verbo?


Un periódico local inunda, papel de envoltorio, las carnicerías de barrio con mentiras políticas; la sección de astrología, que ha servido para guardar un cuarto de hígado, dice que alguien, parado sobre el descanso de una efigie de piedra, habla de lo sagrado, de los castigos divinos y anuncia el fin de los tiempos con voz de cavernario. En las casas todos callan mientras el espacio se llena de anuncios televisivos o canciones que repiten, loros modernos, los refranes gastados de los ilusos. ¿Cómo recuperar el verbo? Escribir que está perdido no es suficiente.

jueves, noviembre 16, 2006

Escandaloso escenario


Escribir ha resultado mi destino: cada palabra, un signo; cada frase, una parte de mi piel. Aquí habita su música incierta, torpe, de intensidad bamboleante, ebria, abundante a momentos, semejante a un inconsciente barbecho que crece deambulando por la noche y donde en cada verbo se tropieza mi cuerpo animal con furor ajeno, dispuesto a encender las luces de tan escandaloso escenario; inútil, aunque vigorosamente, como ya se sabe.

miércoles, noviembre 08, 2006

En las delicias de campo esmeralda

El día viernes, 10 de noviembre, tendría que haber estado en el Centro Patiño presentando este libro; sin embargo, razones poderosas me obligan a ausentarme a la ciudad de La Paz, de modo que la presentación será leída por mi amigo, el poeta Oscar Gutierrez (Puky), quedan todos invitados a las 19:30. Habrá vino. Aquí copio lo que se dirá:


En las delicias de campo esmeralda, es el nombre poético de un libro. Su autor, Raúl Romero Auad, es un caminante de la palabra, y ese camino se vislumbra a través de los textos aquí recopilados. Una suerte de retahíla los organiza misteriosamente, forma que solamente el duende de las palabras conoce y que ha dictando el orden de su aparición algo infatuada.

Hermosísimos cuadros algunos donde el hiperrealismo linda con lo onírico, o donde el surrealismo es fruto del colage intencional de miradas fragmentadas de la realidad, ilustran el libro. Son acuarelas de Mario Conde. Nada más acertado en este caso, pues dicen al ambiente en el que el lector encontrará los textos.

Poemas con dejos sarcásticos que nos recuerdan al tono de Julio Barriga y Humberto Quino, pequeños textos de reflexión sobre la lectura, la escritura y la literatura, apuntes filosóficos, párrafos de comentarios donde se trata de expresar la lectura contemporánea del mundo, alguno que otro poema en prosa, acaso un par de ensayos sobre la belleza y sobre la ciudad, cuadros, memorias, y hasta una irónica “plegaria de un hombre cotidiano” desarman este libro. Uno hecho a la manera de la mundología: viviendo.

Independiente de lo que allí esté escrito, el tema principal de este volumen es la lectura, el poema y la palabra. Una preocupación que tiene un territorio, un espacio, pues ese desasosiego sucede en un siempre nuevo lugar, ahora denominado campo esmeralda.

En el campo esmeralda alguien podría garabatear un texto, pero ese alguien pertenece a una raza enferma, doliente de la enfermedad de las palabras; no se puede penetrar, transitar ni morar en el campo esmeralda sin ser un poeta. Y los deliquios que el poeta siente en el tal campo esmeralda tienen que ver con la lectura, ardiente placer del vate, acaso un inútil ardor, como diría Claudia Peña, pero mágico y secreto.

Leer las páginas de esta obra llena de vitalidad es emprender la tarea del conocer un alma trashumante, la de Raúl Romero Auad, en las tierras profundas del campo esmeralda. La invitación, oh descifradores, está cursada. Así que detened los relojes de la modernidad, elegid una hamaca, y bajo el aroma de nuestra ciudad, tejida de árboles, tomad la jornada.

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