lunes, mayo 30, 2016

Esclavitud siglo XXI

La esclavitud no ha desaparecido. La trata de personas se define como un delito que consiste en el secuestro, el traslado o la acogida de seres humanos por medio de la amenaza, la violencia u otros mecanismos coercitivos (estafa, abuso de una posición dominante, etc.).

También sabemos que la vida cotidiana de estas personas es en muchos casos más grave que la antigua esclavitud. Al engaño en la captación hay que añadir muy frecuentemente los malos tratos y las inhumanas condiciones de vida, así como la pérdida de libertad; pues no es raro que vivan encerradas, hacinadas y privadas de documentación, lo que las hace irrelevantes para la sociedad.
Las fosas comunes son en muchos casos testigos finales de este flagelo.

El tráfico de personas, favorecido por una sociedad materialista y economicista, que disfrazada bajo la palabra progreso ha olvidado el carácter sagrado y la dignidad de la persona humana, es una de las más escandalosas formas de reducción del ser humano a pura mercancía.
Este comercio infame de gente con raíces en la esclavitud, aquello en teoría ya superado, es práctica cotidiana en nuestros tiempos, donde lamentablemente nuestro país tiene el ingrato papel de no solo ser lugar de origen y destino, sino de captación y traslado de personas: niños, jóvenes y adultos tanto para el comercio sexual, como para talleres de trabajo esclavo, trabajo en las zafras, minería, servicio doméstico servil, la mendicidad forzada o el infame tráfico de órganos.

Hasta hace no mucho, esta actividad pasaba desapercibida para la sociedad, ya que las víctimas se encontraban en los estratos sociales bajos, que no tenían relevancia para los medios. Hoy en día, dos elementos han incidido para que esta práctica sea detectada, gracias a la aparición de las redes sociales, y la emergencia de casos que afectan a familias del grupo de profesionales, capaces de generar una demanda mucho más fuerte que la que pueden hacer las personas de escasos recursos y menor formación.
Un caso que ha tenido en vilo a la opinión pública desde hace cuatro años, es el de la desaparición de Zarlet Clavijo, una adolescente de 16 años cuya referencia se perdió luego de salir de la oficina de su madre, Marcela Martínez, con rumbo a su domicilio en la ciudad de La Paz.

No hay manera de desviar la atención de los antecedentes de este desventurado caso, ya que se anota la captura del entonces dirigente cocalero Juan Cruz Maquera cuando pretendía cobrar 15.000 dólares a la familia de la joven para gestionar su liberación de los tratantes que la tenían cautiva; y que fue procesado, según versión de Martínez, por uso indebido de bienes del Estado, y no por trata y tráfico de personas, debido a que cuando recogió el dinero que les exigió usaba un vehículo oficial.
Ahora sucede, hace pocos días, que otro implicado a cuyo nombre se encuentra el celular que se utilizó para extorsionar a Martínez, fue aprehendido gracias al seguimiento de la madre; pero luego liberado ya que el caso Zarlet se encuentra cerrado.

Entonces, a la interminable lista de desgracias que produce el tráfico y trata de personas, se suma, pero no de manera lateral, sino totalmente cómplice y comprometida la justicia boliviana, que parece haber hecho pacto con el diablo para sacar fruto de sus fechorías.
 

domingo, mayo 15, 2016

El Ansia para viudas

Presentar una revista como se presenta a una dama, siempre es una tarea grata. Ella viene ataviada y uno se limita a mostrarla.
El Ansia, revista de literatura presentada en toda Bolivia la semana pasada, pretende a contra ruta, aparecer en cuerpo y alma, en medio de las espirituosas maneras en que ahora se han acostumbrado irrumpir las revistas virtuales. Es decir, es una revista libro, con 250 páginas de papel de buen gramaje y color mate que la realza.
Pero no son sus formas, que las tiene buenas, las que verdaderamente hacen de ella un instrumento cultural importante para cualquier boliviano o extranjero que quiera saber de la literatura boliviana, sino que el contenido viene jocundo de profundidad, si vale el término.

Se trata de la revisión de tres autores bolivianos contemporáneos por número anual, de tal manera que el lector puede aproximarse a su obra a través de ensayos, a sus profundas motivaciones a través de entrevistas, vislumbrar su obra mediante la selección de algunos de sus textos, y descubrir sus lazos literarios e influencias por medio del muestrario, que el mismo autor ha hecho de textos preferidos de otros bolivianos, vivos o muertos. Y esto sin mencionar la colección de fotografías, en blanco y negro, relacionadas con el autor, que nutren sus páginas. Todo con el fin de provocar el interés por la obra, suscitar el debate, y permitir la mirada reflexiva a lo que está sucediendo en la literatura boliviana en estos tiempos.
Quiero recordar en ese contexto la obra “Medianceli Escoge”, un libro que reúne textos de prosistas bolivianos del siglo XIX, gracias a la excavación de revistas pasadas que los incluían. Así que voy a copiar un fragmento de la introducción que Carlos Medinaceli hace para el mencionado libro:

“En mis tiempos, la arroba de estos folletos y papeles se vendía a razón de Bs. 4.- la arroba. Ahora debe ya haber subido. Cuanto a los libros, se los vende según la pasta y el volumen, al tanteo. Las viudas de los intelectuales no es que no sepan leer, generalmente, sino lo que pasa es que por adquirir aquellos libracos, -obra del diablo según dicen los Jesuitas- el esposo hasta llegó a ser un mal marido: muchas veces sacrificó el pan nuestro de cada día por adquirirlos o, de tanto abismarse en la lectura de ellos, concluyó por volverse un idiota y olvidarse hasta de sus más sagrados deberes conyugales: en vez de dormir en el dormitorio, como era su deber, se quedaba dormido en la Biblioteca; la esposa llegó, pues, con el tiempo, a cobrarles una enemistad personal a los libros. Ahora, por fin, ha llegado la hora de la venganza: si pudiera arrojarlos al fuego. Pero no: es preferible venderlos: algo siquiera se puede sacar de ellos. Entonces, los vende: los libros, según la pasta; los folletos y demás papeles por arrobas.”
Podemos imaginar entonces un futuro papelista, como Medinaceli, comprando revistas, acaso vendidas por kilo, y utilizando los números de la revista El Ansia, con el fin de enterarse y visualizar la literatura de nuestros tiempos.

El Ansia llegó pues con todo esto. Ahora que la virtualidad nos ha rebasado, busca simplificar la vida del lector llevándolo diligente hasta la ventana desde donde se puede ver el paisaje en el que se encuentran los autores bolivianos.

 

domingo, mayo 01, 2016

Estado en crisis

El siglo XXI ha traído consigo un viento huracanado de nuevos principios y desarrollo tecnológico que provocan una crisis sin precedentes con relación a los diferentes elementos que constituían la parafernalia de la modernidad proveniente de la Ilustración en el siglo XVIII, quiero decir: igualdad, Estado, progreso, libertad, para nombrar algunos de los términos semánticos que hacían al concepto.
Hoy en día, se hace necesario replantear toda la plataforma de la modernidad, para encarar lo que la sociedad actual necesita en términos de lograr relaciones sociales estables, armónicas, y que nos permitan contar con una línea de trabajo a fin de reestructurar los pactos sociales.
Sucede que los terribles conflictos de las grandes guerras del siglo XX y la creciente contaminación han acelerado la antigua toma de consciencia sobre dos principios fundamentales: Los derechos humanos y los derechos de la madre tierra, que la ciencia oficial todavía persiste en llamar Medio Ambiente. Mientras que el cambio de siglo nos ha traído la explosión de la Internet como herramienta tecnológica que lleva indefectiblemente a la interconectividad de la especie.
Así que en primer lugar aparece el principio de los derechos humanos, todavía enfrentados en su evolución con la crítica que afirma que los principios nutrientes de igualdad, interdependencia, indivisibilidad y universalidad no son tan firmes como postula la teoría.
En este sentido, los derechos humanos tienen todavía un largo camino que recorrer en la medida en que se debe resolver la incorporación de las diferentes maneras en que los seres humanos aparecemos en el mundo según el género, las discapacidades, la cualidad migratoria, edad, gestación, muerte y demás.
El otro principio fundamental que ha tomado mucha fuerza y relevancia es el que promueve los derechos de la madre tierra, producto de la toma de consciencia del cuidado del planeta, y que deben constituirse en forma universal, incluyendo los derechos de los animales, vegetales y minerales, en un sentido armónico y amplio de convivencia.
No es pues sorpresa de que hoy hablemos de la crisis del Estado, que gracias al pensamiento del siglo XVIII es el detentor de las fuerzas militares y policiales para la defensa y administración de la justicia y de los recursos de producción de los grupos sociales que habitan una frontera dibujada inicialmente por sociedades ahora arcaicas. Situación que se ve seriamente comprometida con las practicas obsoletas de un Estado que ya no responde a la nueva situación de las relaciones sociales fuertemente modificadas por el factor tecnológico. Es decir, de la Internet y su poderosa capacidad de conectar a los individuos uno a uno, en forma fluida; incorporando los territorios como territorios de la lengua y de las culturas.  Y donde es muy importante la recuperación de lo que se puede llamar el estado de minorías, basado en última instancia en la singularidad universal de cada uno de los seres humanos.
En este sentido, urge crear instituciones políticas que subordinen las prácticas y reglas sociales a los principios universalistas de la nueva modernidad: Los derechos humanos, los derechos de la madre tierra, el derecho universal de acceso a la conectividad y tantos otros emergentes.
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