viernes, noviembre 30, 2007

Juan Gelman

Albricias. Juan Gelman acaba de ganar el Cervantes.

Te lo mereces, guerrero. He elegido en tu homenaje este poema, igual como podía haber elegido muchos de tu hermosa producción. Esta sinrazón hace parte de la obra en la que varios estamos empeñados. Lo siento, poeta, no correspondía expresarme así, pero no puedo evitar el quererte.

Decir que el amor para Gelman es el centro de todo, es acertar sin necesidad de ser certero. Doble victoria entonces con este Cervantes. Victoria para la poesía, y victoria para los adoradores del amor. “…Si me dieran a elegir, yo elegiría / este amor con que odio,/ esta esperanza que come panes desesperados./ Aquí pasa, señores,/ que me juego la muerte”.

Fotografías

Mirando en viejas fotos mi rostro en que no estás,
la mejilla en que estás como dolor, olvido,
pienso qué harán en China ahora
con tanta tristeza como se me caía,
o crecerá como otro otoño humano
lleno de oros, de dulzura,
con un fuego en el medio como tu nombre, o sea
crepitarás entre los lotos de Hangchaw bajo
septiembre
como cuando encontré la justicia en el mundo
y era como tu rostro,
mejor dicho: te amo.

Juan Gelman
Buenos Aires 1930




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lunes, noviembre 26, 2007

El poeta como sembrador de estelas


El domingo pasado, en la revista Fondo Negro, suplemento del diario La Prensa de la ciudad de La Paz, apareció publicado el presente ensayo, producto de varias preguntas que el periodista Martín Zelada me envió, en el contexto, dijo, del encuentro de poetas que se realizaba en la ciudad de La Paz. ¿Por qué escribes poesía? ¿Cuál es el sentido de escribir poesía en Bolivia? ¿Implica algún compromiso, necesidad o sentido? ¿Afecta el hecho de que el universo de lectores sea muy reducido, al igual que el mercado editorial? ¿Qué estilos y generaciones de poesía y poetas se pueden identificar en el país, si es que ello es posible? El artículo publicado por la prensa se encuentra en: El poeta como sembrador de estelas:
Las artes son la expresión del trashumar del espíritu. Es decir, la huella que va dejando éste en su peregrinar. El tipo de arte dependerá del tipo de rayo de cada quien. En mi caso, este rayo es el de la poesía. Trazas son al fin como una estela.

El escribir poesía en Bolivia tiene el mismo sentido que escribir poesía en Togo, Alemania o en el Turquestán: dejar trazo o huella. Ahora bien, si reflexionamos sobre qué significa el escribir en Bolivia, desde Bolivia, diré en primer lugar que esto significa estar ligado al diálogo de los otros poetas que escribieron y que escriben en Bolivia. Éste es un diálogo que sucede de una manera consciente o inconsciente, pero inevitable, pues somos este lenguaje que estamos construyendo. Ningún boliviano que vive en Bolivia puede evitar este arroz, hay un lenguaje de lo boliviano que circunda el hablar cotidiano de la gente. Si mi tía dice: “Hijo, ve a ver si llueve”, en esa frase se han reflejado muchos decires de poetas bolivianos. Entonces procederé a obedecer el mandato.

Ahora bien, si digo: “escribir poesía no tiene nada que ver con el mercado editorial”, digo una verdad y una falacia a la vez. Porque el solo hecho de publicar ya implica un mercado; aun si regalo toda la edición, he suscitado un mercado. Hay una transacción mercantil: dejo en manos de mi prójimo el terrible peso de cargar con mi libro y obligarlo, por medio del compromiso de su conciencia de amistad, o de un prurito de homenaje a la “cultura”, a no tirarlo al basurero. Y hasta puede que se sienta en la obligación de leer algo del libro, y de repente intente leer uno que otro poema mientras con el rabillo del ojo permanece atento a los programas de la televisión. Pero lo cierto es que el que escribe poesía está en otra cosa, menos pensando en el mercado. Puede que de repente un libro de poesía sea un éxito inesperado en ventas, pero esto, aunque no crean los escépticos, no tiene nada que ver con la poesía. Él éxito del poeta debería darse el momento en que éste se encuentre con su legítima individualidad, entonces, si eso sucede, deberá callar, porque ya no tiene nada que decir, porque ya no está caminando, peregrino en busca de sí mismo, porque ya llegó. Y a ese silencio se refieren muchos.

En cuanto a los autores, más que generaciones, la poesía en Bolivia hay que verla desde las varias líneas que se dibujan. Tengo un libro llamado En busca de la piedra y el agua que trata del asunto. Sin embargo, admito que es más fácil referirse a generaciones que realizar el esfuerzo de dibujar líneas. Bolivia se caracteriza por ser un país donde se escribe poesía, aunque esta característica sea poco conocida afuera.

Hoy conviven varias generaciones, entre las cuales me animaré a registrar algunos nombres que ahora recuerdo, tomando el riesgo del azaroso olvido, más que juez, juguetón remolino de viento que desordena las hojas, acaso dejando sin querer algunas en el camino. Empezaré diciendo que aún tenemos la alegría de contar con poetas de la Segunda Gesta Bárbara, tal como son Julio de la Vega Rodríguez y Antonio Terán Cavero. De la brillante generación de los nacidos en la década del cuarenta, podemos nombrar a Eduardo Mitre, Jesús Urzagasti, Pedro Shimose y Fernando Rosso.

Inmediatamente después aparece la generación a la que pertenezco, que es la generación de Copacabana porque se funda conociéndose y reconociéndose en el encuentro de Copacabana de 1992, y que somos los nacidos en la década de los cincuentas y los sesentas, entre los cuales resaltan Humberto Quino, Vilma Tapia Anaya, Juan Carlos Ramiro Quiroga, Ariel Pérez, Jaime Nisttahuz, Julio Barriga, Jorge Campero, María Soledad Quiroga, Cé Mendizábal, Juan Cristóbal Maclean, Eduardo Nogales, Edgar Arandia, Marcia Mogro, Homero Carvalho, Aníbal Crespo, Gigia Talarico, Ángel Zuaznábar, Luis Andrade, Edwin Guzmán, Rubén Vargas, Álvaro Antezana, René Antezana, Gustavo Cárdenas, Oscar Barbery y Álvaro Díez Astete. Así como ya podemos festejar la nueva generación de los nacidos en los setentas, tales como Mónica Velásquez, Benjamín Chávez, Anabel Gutiérrez, Gabriel Chávez, Claudia Peña Claros, Oscar Gutiérrez, Paura Rodríguez, Rodolfo Ortiz, Jessica Freudenthal y Adriana Lanza.

Y finalmente las novísimas voces de los nacidos en la década de los ochentas, tales como Emma Villazón, Sebastián Molina, Janina Camacho y tantos otros talentos que se irán consolidando con el tiempo. En cuanto a los estilos o tendencias, este espacio es demasiado pequeño para mencionarlos.


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miércoles, noviembre 21, 2007

Puentes colgantes

Recuerdo que en 1995, cuando El Club del Café y del Ajenjo hacía sus sesiones de Errores Compartidos, viajamos por varias comarcas aledañas a La Paz. Cerca de alguna de ellas, la precisión del sitio se ha desvanecido con el tiempo, trepado en el acantilado leía la pintura rupestre que los comunitarios dejaron en las paredes. Había una hilera de mujeres estampadas en rojo y que yo sabía que estaban inermes porque los miembros inferiores aparecían completos y desharrapados. Se trataría de la época de la conquista española. Los hombres usaban armas de guerra: lanzas, arcabuces y penachos. Muchos se veían cruzando puentes colgantes como los que parecen haber hoy en día entre nosotros, los bolivianos. La gente que visita estos lugares había pintarrajeado con yeso y aerosol sobre estas historias gráficas, pero todo seguía (sigue hoy) como siempre, nada ha cambiado, los puentes así de frágiles, y la gente armada, y la gente desaliñada, sólo la escritura es menos legible, sólo los muertos (nuestros padres), que soñaron puentes sólidos, cada día están más solos.

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miércoles, noviembre 14, 2007

Xauen, desde lejos

El África es el continente que no tenemos, es la profundidad de lo desconocido. Y marcando en él, como una cicatriz, se extiende el desierto. Un mar de arena no garantiza la metáfora del tiempo, es apenas la señal de la precariedad humana. Pero en su vientre aún perduran las obras de los hombres, más allá de la historia, en una extraña vitalidad donde las túnicas, los turbantes, las novias beréberes cuyos velos en lugar de ocultar muestran bellísimos ojos, ojos sesgados del África, hacen de la presencia una mirada por mirar.

Acaso en la medina de Xauen hay una escalera que lleva hasta la entrada de una casa que desconocemos. Antes de subirla, una mujer espera, bellamente ataviada, encadenamientos de monedas coronan su cabello en tres hileras para luego armar un largo collar de dos vueltas que le cae sobre el pecho. Una medalla con un ópalo en el centro, sostenida por gargantilla de perlas de varias hileras resalta en la joyería, y dos aretes grandes con formas arbóreas penden cerrando el bellísimo conjunto. Es como si el África entera hubiese adornado a la dama. El cabello cae en algunas trenzas y el entrecejo ha sido tatuado con una cruz. La dama luce un vestido elegante. Y lo más llamativo es que no usa velo. Es una rumí, es decir, algo como un fantasma. De repente, desaparece dentro de la casa. Entonces la luz que iluminaba el cuadro se apaga sumiendo la puerta, la calle y la ciudad en una oscuridad de siglos.

Xauen, de blancas casas y puertas azules, de sobria y sencilla artesanía, es heredera de la batalla asesina de Abu Yumas, su fundador.

¿Qué hace a los hombres fundar ciudades? ¿El agua que corre en la ladera? ¿El sueño de calles y gradas y hombres de hierro y mujeres hermosas danzando entre las salas de las casas y los caballos de los soldados cruzando la explanada para morir, que es lo mismo que vencer en la Guerra Santa?


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viernes, noviembre 09, 2007

Agua blanda


Vicente Franz Cecim me envía un enlace al video Agua Mole de su benjamín, el joven Bruno. Así que atento a la palabra copio el texto, un haikú, construído para dar poesía a la famosa frase "La gota de agua horada la piedra, no por su fuerza, sino por su constancia". En el video leemos:

Agua mole
em pedra dura
tanto bate
até que fura

Hermosa idea, me digo; y viene a mí, gracias al poema, acaso la misma imagen que debía estar girando en el corazón del alquimista, pues como se sabe la etapa del destilado (otra manera de la paciencia) es la más crucial en aquella gran faena de convertir el plomo en oro.

Así que me impongo la tarea de lograrlo en castellano:

Agua blanda
en dura piedra
tanto maja
que la quiebra

Como sabemos en el haikú (y este cumple las 17 sílabas) no se usa la rima, pero aquí se hace necesaria, porque la frase podría ser sustituida por el poema, y, acaso, la verba popular, que exige la rima para sentirse a gusto y memorizar, podría quedar enriquecida.

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sábado, noviembre 03, 2007

El credo del amor


Fue uno a la puerta de la Amada y llamó.
Una voz preguntó “¿Quién es?
Contestó él: “Soy yo”.
La voz dijo: “No hay sitio para Mí y para Ti.”
La puerta se cerró.
Tras un año de ayuno y soledad, volvió él y llamó.
Preguntó una voz desde dentro: “¿Quién es?”
El hombre dijo: “Tú”.
Y le abrieron la puerta.

Jalaluddin Rumi

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jueves, noviembre 01, 2007

Aniversario

Cumplir años. El carrusel gira. Adentro, apretados contra el caballito, el mundo exterior rueda dando la ilusión que transitamos paisajes diferentes. Sube y baja. Solamente la sensación del vértigo. Nuestras manos sudan. A cada vuelta el rostro de nuestra madre nos recibe con alegría, pero ni aun así nos damos cuenta del retorno.

A nuestro lado una niña sonríe. Esto nos provoca una emoción más fuerte que la calesita. En el episodio, los otros muchachos están alborotados e inquietos –no falta aquel que me lanza una bola de papel apretado. Pero cuando llegue mi tiempo todo habrá cesado, y regresaremos a casa, de la mano de mi padre, por la alameda.

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