Los Miembros
Todos los miembros se reunieron en la Plazuela Colón, un paseo alegrado por las flores y la amable compañía de un estanque artificial. Los árboles que lo adornan son un anuncio de la hermosa arboleda de la Avenida Ballivián, cotidianamente llamada El Prado. Ese conjunto, ante el que un día, hace mucho tiempo, me desplomé, inconsciente, desmayo fruto de la debilidad de mi cuerpo de niño, tan descuidado en su alimentación, no por causa de mis padres, sino por la profunda inapetencia a la que me llevó mi asco contra natura por la comida.
Los miembros se han de advertir que parecen gente como cualquier otra. Vestidos a la usanza de este abigarrado siglo con blue jeans, pantalones de raso, poleras y camisas de varios colores, uno que otro con sacos o chamarras, probablemente adquiridas en los mercados persa de la ciudad donde viven (en Bolivia toda ciudad tiene un mercado tal, si no es de sí un mercado que se dice ciudad, con título dudoso). Así que si alguien se acerca a cualesquiera de los miembros, lo más seguro es que le contesten con un buenas tardes, y su trato sea de lo más común y silvestre. Probable es que nadie perciba nada extraordinario en ellos, ya que nadie está dispuesto a ver y menos a oír. Cosa que a los lectores les parecerá absurda, pero que generalmente se da, ya que los transeúntes del planeta andamos como en babia, quiero decir lejos, y nunca estamos aquí, y jamás nos miramos a los ojos, y menos todavía percibimos el latido del corazón de quien nos extiende la mano. Así que si los miembros se toman una fotografía, por ejemplo, para el común de los mortales solamente serán personas, acaso turistas, o estantes de algún evento de profesionales que se han reunido en Cochabamba y que han querido guardar el recuerdo de ese circunstancial momento.
Ninguno adivinará jamás su trabajo secreto. Su cotidiana búsqueda del júbilo. Su incesante tarea organizadora. No percibirán que los dichos miembros son en sí puertas. Guardan el misterio de profundas e impensadas geografías. Son por así decirlo detentores de piedras y también molinos. Y traen desde millones de años sabiduría de libertad en la hecatombe. Pero estos venerables seres, desconocidos, inclusive, y en la mayoría de los casos, por ellos mismos, son los guías.
Esa extraordinaria reunión sucedió en medio de la tarde –que si se mira bien es la noche- del domingo (que es de toda semana, último y primer día, quién lo sabe). Y yo sigo desmayado desde mi niñez esperando un agua que me riegue y me despierte. Alrededor, los miembros con risas y alegría celebran su encuentro, mientras el Templo del Hospicio tal vez aguarda con su silenciosa arquitectura republicana, neo barroco bizantino clasicista sin cúpula, la hora de la comunión de los muertos.
2 Comments:
Hola, Gary, estoy visitando blogs que aparecen en los directorios de blogs. Éste me pareció muy bueno, lástima que no tiene link para seguidores.
Si tienes ganas (sólo si tienes ganas), te invito a pasar por el mío.
Un saludo desde Argentina.
Humberto.
www.humbertodib.blogspot.com
Bienvenido, caminante. Aquí las palabras también han sido escritas con fuego.
Abrazos.
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