viernes, marzo 03, 2017

Biblioteca Íntima

La herencia de la humanidad es su saber, y este se halla atesorado en libros. Se hace entonces importante que todas las personas puedan contar con una biblioteca en su casa. Aquí, en la acogedora llama del hogar se ingresa al mundo de lo íntimo. En ese contexto, será prudente clasificar los libros: los de literatura infantil, juvenil y para adultos, sin olvidar la literatura y poesía bolivianas, pues es clave leer a los cercanos, los destinados a la consulta general, historia, geografía, economía, matemáticas, y otras ciencias, que bien podrían estar recogidas en enciclopedias, además de los útiles y diversos diccionarios; y, finalmente, el lugar privilegiado, el de los libros primordiales o fundamentales y, por tanto, imprescindibles, que tienen que ver con lo medular, esto último, más que por consejo, será el resultado de los años de lectura, y del temple de la familia en particular.
En un hogar, son los niños los que mayor consideración merecen. Es altamente aconsejable que el padre y la madre, o el tutor, estudien con gran cuidado la selección de libros que sus niños leerán, a fin de orientarlos hacia los valores humanos a través de historias que los interesen y los sensibilicen; por otra parte, sería atinado incluir libros que enseñen la historia de la humanidad y del país, región o patria; sin olvidar que imprescindiblemente los niños deben recibir libros con información y formación espiritual, y, claro, poesía, siempre poesía.
Para ese propósito se puedan nombrar “El principito” de Saint Exúpery, “Alicia en el País de las Maravillas” de Lewis Caroll, “La inteligencia de las flores” y “La vida de las abejas” de Maurice Maeterlinck, los poemas de Oscar Alfaro, entre otros.
En literatura universal, las recomendaciones serían interminables; sin embargo, yo aconsejaría que el lector se provea de la obra completa de Jorge Luis Borges, que es un gran maestro de lectura, es decir, que a través de sus libros podemos llegar a una gran parte de los autores de la literatura occidental, sin temor a equivocarnos.
Ahora bien, no sirve de nada comprar libros, ni siquiera de nada leerlos, si esto no lleva al ser humano a mirar más allá de su cotidianidad; es decir, motivarlo a detenerse y reflexionar. Ésta es la única manera en la que podemos lograr que el hombre se inquiete, deje de ser una máquina destinada a producir dinero, a buscar un espacio para la parranda, o desgañitarse gritando, tratando de desahogar sus decepciones con discursos políticos repetitivos; y se ocupe verdaderamente de trascender, entonces, podemos estar seguros que buscará los libros, aprenderá a seleccionar los que le sirven, a desechar los innecesarios, a analizar los dañinos, a disfrutar los hermosos, y a beber los esenciales.
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