jueves, agosto 24, 2023

Horror y luz de todos los tiempos

Cuando la aurora despierta en las mañanas y la tarde muere en brazos de la noche, que camina como mujer poderosa en un universo infinito de soles, el hombre se levanta sobre sí mismo, se presiente a sí mismo, y erguido pronuncia palabras cercanas al sentido de la muerte y al misterio de la vida, arrastrando connotaciones que harían temblar los cimientos mismos de las cosas, si llevaran consigo la conciencia de las cosas.

La poesía emerge entonces como un volcán incalculable y no mide tiempos de ninguna naturaleza porque la poesía es el hombre mismo en actitud de conocerse, de observarse, d
e recordarse, de descubrir a la luz de la conciencia que la poesía es acaso la única claraboya de aquella caverna de la que hablaba Platón para mostrarnos el afuera que en realidad está adentro como todas las cosas del cosmos infinito.

Miradas así las geografías, qué magnitud pueden tener dos años de una pandemia mediática y feroz, qué si por mi insaciable apetito devoro mi casa, qué si debido a mi afán de depredador y mi desidia nos amenaza la tierra como un horno en cada una de las ciudades herederas de la ciudad de Dite; y entre estas preguntas, entonces, ¿qué poder tiene el aguijón de la guerra?, cuando acaso, siguiendo a los naturalistas de Cratilo, ya la palabra guerra, guarda dentro de sí todos los horrores del odio, las artimañas de las armas, la muerte, la destrucción, las ambiciones, las oprobiosas derrotas y las aparentes victorias.

Una es la gran amenaza del hombre, que es el hombre mismo. Aquí hay misterio, ya que el hombre es el portador de la llama de la poesía, que también oculta muerte, que también oculta infierno, que también pronuncia la palabra guerra.

Poesía líbrame de la poesía, hombre líbrame del hombre, y entonces, poetas renovados, celebrar las palabras sagradas que se guardan como oro puro en las profundas cámaras del corazón.


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