jueves, marzo 25, 2010

Boceto posterior de Narciso o Colofón


Un viaje es un tránsito. Acaso el propósito de todo libro de poesía sea éste. Aunque en el volumen que ahora presento a su consideración se trata también de una visión, del panorama del viaje con geografías más bien interiores donde los accidentes del cuerpo y del deseo son escollos o espejismos que vencer. Mostrar el tránsito que se inicia en el momento en que Narciso fascinado en las aguas de la vida por su propia imagen quizá a punto de caer definitivamente cautivado y arrastrado hacia el fondo reconoce al ángel emergente, que no es otro que la esencia de ese sí mismo. Este hecho es crucial y detonante. Con él se inicia la travesía para encontrarlo, pero antes también deberá estar liberado y purificado de manera que pueda sentir la presencia de ese íntimo en el jardín, destino del viaje; aunque no su fin, pues adentro, en el anhelado oasis –ahora sospechamos que lo es-, se descubre otra senda serpentina posible ruta de otro viaje, todavía desconocido, hacia otras tierras al parecer escarpadas y seguramente altas

Aquí, naturalmente, se hace referencia al Narciso mitológico, cuya hermosura era tal que todos se enamoraban de él. Éste también fue el caso de la ninfa Eco, quien habiendo provocado celos en Hera por su arte natural de decir siempre las palabras más bellas jamás nombradas, mientras las ordinarias se oían de forma placentera, fue condenada a repetir las últimas palabras de aquello que se le dijera (mito éste en el que bien puede parecer que se alegoriza a la poesía y también a la impotencia de su búsqueda, diríamos). Incapaz de comunicarse con Eco, Narciso la rechazó, por lo que la ninfa, desolada, se ocultó en una cueva y allí se consumió hasta que solo quedó su voz. Para castigar a Narciso, Némesis, diosa de la justicia retributiva, hizo que se enamorara de su propia imagen reflejada en una fuente. En una contemplación absorta, incapaz de apartarse de su imagen, acabó arrojándose a las aguas. En el sitio donde su cuerpo había caído, creció una hermosa flor, que hizo honor al nombre y la memoria de Narciso.

En esta historia Narciso está condenado a pagar su culpa, en términos orientales, su karma. Todos los hombres estaríamos condenados a esta justicia retributiva. La única forma de salir liberados de esta condena sería evitar enamorarnos de nosotros mismos, evitar identificarnos. El libro se abre con el fragmento de un poema de Quevedo que dice a ese respecto:

Ya que abracé los santos desengaños,
Que enturbiaron las aguas del abismo,
Donde me enamoraba de mí mismo.

Y si fue el desencuentro con la poesía una de las causas de la condena de Narciso, bien puede también ser ésta un camino de retorno. No necesitaría decir entonces que ese es leitmotiv de la obra.

En la versión romana, Tiresías le dijo a Liriope, la ninfa madre de Narciso, que éste viviría hasta una edad avanzada mientras nunca se conociera a sí mismo. Es importante recordar en este punto que una vez alguien se conoce a sí mismo recibe el mandato. Y por este mandato está obligado a una muerte mística que lo conduciría a un segundo nacimiento.

Este libro me ha tomado tres años desde que lo inicié. Es pertinente afirmar que el trabajo interior es el acicate de toda obra. En mi caso ha sido muy importante y vital. En sí el Viaje de Narciso, sería una especie de bitácora de ese trabajo interior.

Para aclarar esto que afirmo diremos que todo hombre tiene labores que realizar. Aquellas relacionadas al servicio del cuerpo, a la higiene personal, y a darle alimento, las que tienen que ver con el servicio retribuido que permite la subsistencia, o el servicio no retribuido que es el sacrificio por los demás, éstos servicios puede requerir más labores manuales, emocionales o intelectuales, según el destino de cada quien. Otros son los servicios que se le dan al corazón, es decir el arte, la música. Y otros, muy diferentes, los servicios a la mente, tales la lectura o la reflexión. Pero esto de ninguna manera debería impedir el espacio fundamental de la creación, quiero decir el servicio de darle el espacio de la creación a nuestra vida. En ellas reside la poesía. Para realizar estas labores eficazmente es necesario evitar que unas interfieran con las otras. Esto exige un gran esfuerzo. A esto llamo trabajo interior.

Esta es la estructura con la cual fue elaborada esta propuesta, pero no olvidemos nunca que también toda literatura transita el espacio de los sueños, y de ella viene para estacionarse entre nosotros y compartirla.

Salud.

Gary Daher

Texto leído durante la presentación del libro Viaje de Narciso en Cochabamba el 24 de marzo.

miércoles, marzo 17, 2010

Imágenes de a mil


Se ha dicho con una insistencia casi hormonal que una imagen vale más que mil palabras. No es estimable una afirmación basada en el golpe emocional y que resta en gran manera las otras artes que hacen al entendimiento humano, el cual finalmente debería aquilatar su valía. Porque valor de qué damos a la reacción inmediata, mecánica y animalesca, tal la de la imagen visual. Pues es necesario aclarar – la mentada frase también es imprecisa- que de la imagen que aquí se tratada es de la imagen directa, es decir la visual que se recibe a través de los ojos. Excluyendo así por ambigüedad las indirectas, es decir las que vienen a través de otros procesos, tal las imágenes sonoras, verbales, táctiles, olfativas, oníricas, y otras, productos de la imaginación y/o el recuerdo.
Si la imagen es visual, ésta irá directamente a imprimirse en las emociones, a la vez que el centro instintivo motor sexual es excitado de maneras diversas, dependiendo de la imagen. Su proceso intelectual es posterior y deviene en forma de evocación reproduciendo en la mente una imagen imprecisa, distorsionada por el centro instintivo motor sexual.
De otra naturaleza es la imagen verbal, pues las palabras obligan a construir la imagen a través de un proceso intelectual.
De esta manera mil palabras podrían contener varias imágenes. Los golpes instintivo emocionales de éstas puede que sean menos intensos que el de las imágenes visuales, pero su proceso nos puede llevar a un excelente equilibrio entre el impacto instintivo motor sexual, su efecto emocional, y el proceso intelectual.

En todo caso, si estamos atentos a la recepción de las imágenes, también se podría lograr ese equilibrio con las imágenes visuales. Naturalmente, este ejercicio será altamente exigente; y su resultado tenderá a ser más demorado que el de las imágenes verbales para lograr el mentado equilibrio.

Otro naturalmente es el eslabón que lleva a estas imágenes a su consideración estética, siendo esta última emocionalmente catada e intelectualmente catalogada por los centros superiores del intelecto y de las emociones. En este caso la información encuentra dentro del espectador o lector el universo de su propio proceso cultural que lo contextualiza dentro de la cultura universal, a través del filtro, siempre subjetivo de su lectura del mundo.

Sirva este breve análisis de acicate para la reflexión sobre las imágenes, descartando definitivamente la impronta de “una imagen vale más que mil palabras”; así, burdamente generalizada como se la trata.

miércoles, marzo 10, 2010

Imagen


Noche en la torre:
reloj iluminado
campana muda.

miércoles, marzo 03, 2010

Cronología barbaresca de una traducción

Durante mucho tiempo, desde la vez en que Juan Carlos Ramiro Quiroga, mi compañero del Club del Café o del Ajenjo, nos refirió las posibles imágenes poéticas de aquel poeta latino que bajo el nombre castellano de Catulo decía amar tormentosamente, y cuya influencia habría afectado a Ovidio, tanto como al gran Horacio, no descansé para tenerlo cerca de mí. Tuve, sin embargo, en cada libro, que a duras penas conseguía, el tropiezo de que al leerlo en castellano sus versos sonaban torpes, trabados por palabras que desmerecían las imágenes que planteaba. Sospeché entonces que en latín esto no ocurría, y que los versos leídos en el original sonarían más bellos, o acaso simplemente más de otra manera. Claro que había, qué duda cabe, un gran obstáculo que resolver: yo desconocía el latín.

En 1998, ya en Santa Cruz de la Sierra, me propuse entonces intentar resolver aquella barrera, de modo que recurrí a aquel moderno aleph, el Internet, que parece contener, además de los despojos de Beatriz, un sin número de herramientas. Allí descubrí un curso de latín, se trataba del Study Guide To Wheelock latin, un texto con treinta y cinco capítulos que me permitió conocer lo más básico de aquella lengua. Luego, con osadía de enamorado, y sabiendo que toda lengua es oral, comencé por intentar oír el sonido que en latín tendrían los poemas de Catulo, que a la sazón ya estaban conmigo impresos en aquella antigua lengua, de acuerdo a los textos editados por E.T. Merril. Así me entretuve durante horas articulándolos, gracias a un documento que explicaba la pronunciación en castellano, adoptada a partir de la restauración del Canto Gregoriano, ocurrida en el siglo XIX, dentro de la Liturgia de la Iglesia, cuando los Papas aconsejaron que se adoptara la pronunciación romana del latín[1], y prepararon documentos como el que me sirvió para pronunciarlo.

Algunos meses estuve en este ejercicio para que el sonido llegara como si fuera un río gemebundo oculto bajo cautivadores lirios, esto mientras me dedicaba a la dura labor de los ejercicios del mentado manual de latín que en inglés me ofrecía un mundo lleno de variaciones. La lengua aquí se abría como un inconmensurable tratado de fórmulas gramaticales que permitía que las desinencias resolvieran en gran manera el entuerto de los modos. Atado como estaba, no iba a leer nunca a Catulo.

Tomé entonces una decisión bárbara. Recurrí al proyecto Perseo. El proyecto Perseo es uno que en la Internet nos muestra las diferentes características de una palabra en latín, ya declinada y compuesta, de esta forma uno se entera de sus posibles traducciones. Así me sumergí en el oscuro escenario de la traducción. Leía el verso en latín, daba con varias traducciones, y dejaba que ese horror fantástico me mirara con sus frases inhóspitas. Entonces me sumergía en la imaginaria voz del poeta, de Gayo Valerius Catullus, cosa que no aparecía, que rondaba, pero no llegaba, como si fuera un ritual de magia etrusca, en busca de encontrar la voz perdida.

Iba yo tratando de leer textos en latín de Cicerón, Virgilio con relativo éxito, hasta que tomé la Biblia en latín y empezó a fluir la cosa, porque en aquel caso el texto se aproxima muchísimo al castellano; gran puente, diría yo. Recurrí entonces a los misales, y finalmente me puse a cantar como un demente los cantos del Carmina Burana, orquestados por Carl Orff, repitiendo los tonos y versos del Fortuna Imperatrix Mundi donde fuera que me encontrase. Así fue ese periodo, pero la labor terminó por dar sus frutos. Finalmente empecé a sentir al poeta, como convocado, como forzado a regresar por ese aprendiz de chamán en el que me había transformado. Así que hasta el 2000 ya tenía traducidos nueve poemas amorosos de Catulo, y buscaba en cada rostro una Clodia que me hiciera soñar que eran ciertos.

Mi propósito fue el siguiente: si lograba hacer que los versos de Catulo sonaran contemporáneos, con brillo nuevo, mi objetivo estaba alcanzado. Tuve la peregrina idea que así sucedió, una tarde en que los decía en latín y en castellano, y creí que así ocurría: ludo mentis aciem.

Por último, convencido que el poeta tenía como principal preceptora a Safo, la notable griega, por amarla a su Clodia con el nombre de la maestra, decidí que bien valdría la pena obtener en nuestra lengua vernácula los versos de ella. Para esto fui más profano, recurrí a varias versiones del inglés, pero especialmente aquella de D.W. Myatt, y los puse en castellano.

Ya a principios del año 2005, mi amigo, el poeta Oscar Gutiérrez, hizo las gestiones para que se publicaran en un pequeño volumen con el auspicio de la Universidad Nur, de ninguna experiencia en ediciones literarias, y he ahí el resultado, pegujalero como el esfuerzo humano, grave como el destino de las moscas.

Así esta cronología barbaresca, llena de erudiciones que no deberían sorprender a nadie, pues cualquiera puede ser erudito si se toma el trabajo de navegar por la Internet. Amen de aquello, lo importante son los poemas, si son son y si no polvo de estrellas.

Dos poemas de muestra:

CARMEN CVII

Si cui quid cupido optantique obtigit unquam
insperanti, hoc est gratum animo proprie.
quare hoc est gratum nobis quoque, carius auro,
quod te restituis, Lesbia, mi cupido:
restituis cupido atque insperanti, ipsa refers te
nobis. o lucem candidiore nota!
quis me uno vivit felicior, aut magis hac res
optandas vita dicere quis poterit?

CANTO 107

Si de repente pasa algo que siempre anhelamos y quisimos
esto nos será íntimamente agradable para el alma.
De hecho esto es agradable y más estimado que el oro para mí
porque tú has vuelto a desearme, Lesbia
has vuelto a mí, esperada inesperada,
¡O día de la nota más blanca!
¿Quién será más feliz de lo que soy,
qué más puedo desear en la vida?

CARMEN LXXXV

Odi et amo. quare id faciam fortasse requiris
nescio, sed fieri sentio et excrucior.

CANTO 85

La odio y la amo. Me preguntas ¿cómo puede ser?
Yo no lo sé, pero siento que ocurre y sufro.


[1] La labor de estudiar y recuperar estas fuentes fue llevada a cabo por un grupo de monjes benedictinos de la abadía Solesmes, en Francia.
eXTReMe Tracker