lunes, marzo 28, 2011

Los Miembros

Todos los miembros se reunieron en la Plazuela Colón, un paseo alegrado por las flores y la amable compañía de un estanque artificial. Los árboles que lo adornan son un anuncio de la hermosa arboleda de la Avenida Ballivián, cotidianamente llamada El Prado. Ese conjunto, ante el que un día, hace mucho tiempo, me desplomé, inconsciente, desmayo fruto de la debilidad de mi cuerpo de niño, tan descuidado en su alimentación, no por causa de mis padres, sino por la profunda inapetencia a la que me llevó mi asco contra natura por la comida.

Los miembros se han de advertir que parecen gente como cualquier otra. Vestidos a la usanza de este abigarrado siglo con blue jeans, pantalones de raso, poleras y camisas de varios colores, uno que otro con sacos o chamarras, probablemente adquiridas en los mercados persa de la ciudad donde viven (en Bolivia toda ciudad tiene un mercado tal, si no es de sí un mercado que se dice ciudad, con título dudoso). Así que si alguien se acerca a cualesquiera de los miembros, lo más seguro es que le contesten con un buenas tardes, y su trato sea de lo más común y silvestre. Probable es que nadie perciba nada extraordinario en ellos, ya que nadie está dispuesto a ver y menos a oír. Cosa que a los lectores les parecerá absurda, pero que generalmente se da, ya que los transeúntes del planeta andamos como en babia, quiero decir lejos, y nunca estamos aquí, y jamás nos miramos a los ojos, y menos todavía percibimos el latido del corazón de quien nos extiende la mano. Así que si los miembros se toman una fotografía, por ejemplo, para el común de los mortales solamente serán personas, acaso turistas, o estantes de algún evento de profesionales que se han reunido en Cochabamba y que han querido guardar el recuerdo de ese circunstancial momento.

Ninguno adivinará jamás su trabajo secreto. Su cotidiana búsqueda del júbilo. Su incesante tarea organizadora. No percibirán que los dichos miembros son en sí puertas. Guardan el misterio de profundas e impensadas geografías. Son por así decirlo detentores de piedras y también molinos. Y traen desde millones de años sabiduría de libertad en la hecatombe. Pero estos venerables seres, desconocidos, inclusive, y en la mayoría de los casos, por ellos mismos, son los guías.

Esa extraordinaria reunión sucedió en medio de la tarde –que si se mira bien es la noche- del domingo (que es de toda semana, último y primer día, quién lo sabe). Y yo sigo desmayado desde mi niñez esperando un agua que me riegue y me despierte. Alrededor, los miembros con risas y alegría celebran su encuentro, mientras el Templo del Hospicio tal vez aguarda con su silenciosa arquitectura republicana, neo barroco bizantino clasicista sin cúpula, la hora de la comunión de los muertos.

domingo, marzo 20, 2011

El mapa

Un hombre en Libia sueña con el mapa de un tesoro. Al día siguiente, intrigado, sigue las instrucciones reveladas. Todo, a excepción de un mástil con bandera pirata, coincide sorprendentemente con las líneas del mapa y descubre que éste está ubicado de la misma forma que en el mapa soñado. El hombre cava en el lugar indicado, precisamente debajo de un hermoso árbol de corteza negra. Un metro más abajo, encuentra el cofre de cuero de dinosaurio (o dragón, como se prefiera) que abre a cuchillazos con desesperación. Adentro, solamente halla un rollo de papel, el pergamino contiene una frase escrita “Todo tesoro en el fondo no es un objeto real sino soñado”. Entonces despertó. Alrededor, los misiles continuaban cayendo sin descanso como el día anterior, inevitables frutos del árbol del tesoro.

miércoles, marzo 09, 2011

Cartas del Líbano

El año pasado, 2010, se ha publicado una antología denominada "Almalafa y Caligrafía" con un subtítulo que glosa "Literatura de origen árabe en América Latina". En la selección se ubican Eduardo Mitre y el propio Jaime Sabines. También han seleccionado mi nombre y en la publicación aparece un poema que trae precisamente esas reminiscencias de este mi origen árabe, que es uno de los ríos que hacen al lago de mi corazón, pues como todo americano del Sur traigo tantos otros como estrellas.

Cartas del Líbano

Un hombre llegó del Líbano
en Beirut vestía uniforme.

Olvidado.

Junto a la selva amazónica
repara y vende relojes.
Piensa que en los engranajes
de oro y de rubí
descansa el misterio del tiempo.
No sabe que el diecinueve
pasará como una ventisca
tal lo harán los otros siglos.
Y en el fin
cuando arribe la noche sin manecillas
ningún tictac será necesario
apenas la montaña
y el mágico cedro
última luz de la memoria
perdida

la sangre nada consigna
de sus oraciones maronitas
ni de su pesadumbre
por una antigua callejuela de Kobayat
donde desparramara la infancia.

Raramente
en el silencio llega
una añoranza del árabe
y su grafía secreta.
Señera lengua
a merced de la cual
acaso bajo frondosos mangos
y al son de extrañas orquestas tropicales
habrá recibido
largas cartas del Líbano.

Gary Daher

jueves, marzo 03, 2011

Diez poemas breves

La poesía breve puede ser algo así como un rayo, o como un resplandor, una grieta hecha en la realidad para penetrar a otros universos, desconocidos, misteriosos y probablemente bellos. Aquí copio algunos textos breves, concebidos en varios casos como tales, aunque hay algunos, reconocibles por el acucioso lector, que son extractos, pero capaces de vivir solos como hijos poderosos de los poemas de donde se extrajeron. Por ese motivo y otros que ojalá se pueda apreciar en su ejercicio, no he colocado títulos, y vienen simplemente precedidos por el nombre del autor. Bon appétit.

1.
José Eduardo Guerra

Y otro día –infalible- me uniré a los que fueron
y que ya no son nadie... Sin un solo reproche
a los que me insultaron y a los que me vencieron,
ya libre de mí mismo me perderé en la noche.

2.
Franz Tamayo

Oh almas–islas como novias mudas
Vírgenes sacras que nacieron viudas!
No hay amor, no hay amor, oh almas–islas,
Huérfanas siempre, solas y desnudas!

3.
Fernando Pessoa

El poeta es un fingidor
finge tan completamente
que hasta finge que es dolor
el dolor que el mismo siente.

4.
Jaime Saenz

No te duelas
- No te duela nada
Nunca hubo tiempo; nunca ha sido nada; el
humano todo lo tiene
- cosa grave es la esperanza.
Decir adiós y volverse adiós,
es lo que cabe.

5.
Ibn al Farid


El sutil alquimista transmuta en un instante
en oro el pesado metal de los días.

6.
Hallâj


Yo, que he visto a mi Señor con el ojo del corazón,
le digo: ¿Quién eres Tú? Y Él me responde: ¡Tú!


7.
Ingeborg Bachmann

El amor tiene un triunfo y la muerte tiene otro,
el tiempo y el tiempo después.
Nosotros no tenemos ninguno.
Alrededor nuestro sólo hundirse de estrellas. Destellos y silencio.
Mas la canción por encima del polvo después
nos superará.

8.
Alejandra Pizarnik

El viento me había comido
parte de la cara y las manos.
Me llamaban ángel harapiento.
Yo esperaba.

9.
Matsuo Bashô


Se oscurece el mar.
Las voces de los patos
son vagamente blancas.


10.
Gary Daher

Guarecida de mi mirada
tu delicada cabeza
hunde el cabello en el agua.

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Imagen: Tu cabello de oro, Margarete. Andrés Kiefer (1981)

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