miércoles, marzo 29, 2006
martes, marzo 28, 2006
La bicicleta

(…)
Algunos libreros sobresaltados habían afirmado que la radio y la televisión mataban la apetencia lectorera. Ya en el siglo pasado, el librero Choiseul decía: “La bicicleta mata la lectura”. Nada podrá desviar al hombre hecho para la lectura. Esa es una constante, una clase, la de los lectores, que nada podrá extraerles las barbas de las escrituras. Existe el mundo de la bicicleta, existe el mundo de los lectores, y al utilizarse la ley de los equilibrios, lo único que podrá suceder es que se lea en esa misma paleontología, la bicicleta.
José Lezama Lima
miércoles, marzo 22, 2006
La celeste aldea de los sij

Carolina calla, ha concluido su narración. Se hace un silencio entre los que la escuchamos sentados alrededor de una de las mesas hechas de fuerte y hermosa madera tropical, que la propietaria del Irish Pub, nuestra cafetería, ha estacionado en la acera del Tercer Anillo de la ciudad. Yo la miro deseando penetrar sus ojos verdes, acaso esperando oír su risa como campanas de navidad, pero sé que está impedida, de repente se ha bloqueado su corazón con las demandas de aquel pequeño sij indigente, también sé que cuando cierra los ojos piensa en la India y ya no necesita ninguna risa para acordarse de ese niño con ojos de pobre, sentado en una de las graderías de la aldea sij.
viernes, marzo 17, 2006
Patitos de goma

viernes, marzo 10, 2006
Oruga Interior

Poética
Sólo
hay
una
muda
luna
como una oruga en mi interior.
.
viernes, marzo 03, 2006
La dama de Casa Canterac

Mirábamos desde el balcón. Abajo el hombre cantaba canciones a lo David Gilmour. Y me parece que fue cuando entonó High Hopes que yo la miré, y supe que allí aguardaba un gran resplandor, como el resplandor de los abismos, hechos para caer en vértigo, en picada, pero apenas por unos breves momentos antes que detonemos contra el fondo. Ella acaso también lo intuía. Las maravillas envuelven de vez en cuando a los hombres.
Luego estuvo el aliento de los vinos y el coro de las risas.
Nada resuelve el instante de la fascinación mejor que un beso. Irresoluta nos venció la madrugada.