domingo, mayo 01, 2016

Estado en crisis

El siglo XXI ha traído consigo un viento huracanado de nuevos principios y desarrollo tecnológico que provocan una crisis sin precedentes con relación a los diferentes elementos que constituían la parafernalia de la modernidad proveniente de la Ilustración en el siglo XVIII, quiero decir: igualdad, Estado, progreso, libertad, para nombrar algunos de los términos semánticos que hacían al concepto.
Hoy en día, se hace necesario replantear toda la plataforma de la modernidad, para encarar lo que la sociedad actual necesita en términos de lograr relaciones sociales estables, armónicas, y que nos permitan contar con una línea de trabajo a fin de reestructurar los pactos sociales.
Sucede que los terribles conflictos de las grandes guerras del siglo XX y la creciente contaminación han acelerado la antigua toma de consciencia sobre dos principios fundamentales: Los derechos humanos y los derechos de la madre tierra, que la ciencia oficial todavía persiste en llamar Medio Ambiente. Mientras que el cambio de siglo nos ha traído la explosión de la Internet como herramienta tecnológica que lleva indefectiblemente a la interconectividad de la especie.
Así que en primer lugar aparece el principio de los derechos humanos, todavía enfrentados en su evolución con la crítica que afirma que los principios nutrientes de igualdad, interdependencia, indivisibilidad y universalidad no son tan firmes como postula la teoría.
En este sentido, los derechos humanos tienen todavía un largo camino que recorrer en la medida en que se debe resolver la incorporación de las diferentes maneras en que los seres humanos aparecemos en el mundo según el género, las discapacidades, la cualidad migratoria, edad, gestación, muerte y demás.
El otro principio fundamental que ha tomado mucha fuerza y relevancia es el que promueve los derechos de la madre tierra, producto de la toma de consciencia del cuidado del planeta, y que deben constituirse en forma universal, incluyendo los derechos de los animales, vegetales y minerales, en un sentido armónico y amplio de convivencia.
No es pues sorpresa de que hoy hablemos de la crisis del Estado, que gracias al pensamiento del siglo XVIII es el detentor de las fuerzas militares y policiales para la defensa y administración de la justicia y de los recursos de producción de los grupos sociales que habitan una frontera dibujada inicialmente por sociedades ahora arcaicas. Situación que se ve seriamente comprometida con las practicas obsoletas de un Estado que ya no responde a la nueva situación de las relaciones sociales fuertemente modificadas por el factor tecnológico. Es decir, de la Internet y su poderosa capacidad de conectar a los individuos uno a uno, en forma fluida; incorporando los territorios como territorios de la lengua y de las culturas.  Y donde es muy importante la recuperación de lo que se puede llamar el estado de minorías, basado en última instancia en la singularidad universal de cada uno de los seres humanos.
En este sentido, urge crear instituciones políticas que subordinen las prácticas y reglas sociales a los principios universalistas de la nueva modernidad: Los derechos humanos, los derechos de la madre tierra, el derecho universal de acceso a la conectividad y tantos otros emergentes.
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