Estado en crisis
El siglo XXI
ha traído consigo un viento huracanado de nuevos principios y desarrollo
tecnológico que provocan una crisis sin precedentes con relación a los
diferentes elementos que constituían la parafernalia de la modernidad
proveniente de la Ilustración en el siglo XVIII, quiero decir: igualdad,
Estado, progreso, libertad, para nombrar algunos de los términos semánticos que
hacían al concepto.
Hoy en día,
se hace necesario replantear toda la plataforma de la modernidad, para encarar
lo que la sociedad actual necesita en términos de lograr relaciones sociales
estables, armónicas, y que nos permitan contar con una línea de trabajo a fin
de reestructurar los pactos sociales.
Sucede que los
terribles conflictos de las grandes guerras del siglo XX y la creciente
contaminación han acelerado la antigua toma de consciencia sobre dos principios
fundamentales: Los derechos humanos y los derechos de la madre tierra, que la
ciencia oficial todavía persiste en llamar Medio Ambiente. Mientras que el
cambio de siglo nos ha traído la explosión de la Internet como herramienta
tecnológica que lleva indefectiblemente a la interconectividad de la especie.
Así que en
primer lugar aparece el principio de los derechos humanos, todavía enfrentados
en su evolución con la crítica que afirma que los principios nutrientes de
igualdad, interdependencia, indivisibilidad y universalidad no son tan firmes
como postula la teoría.
En este
sentido, los derechos humanos tienen todavía un largo camino que recorrer en la
medida en que se debe resolver la incorporación de las diferentes maneras en
que los seres humanos aparecemos en el mundo según el género, las
discapacidades, la cualidad migratoria, edad, gestación, muerte y demás.
El otro
principio fundamental que ha tomado mucha fuerza y relevancia es el que
promueve los derechos de la madre tierra, producto de la toma de consciencia
del cuidado del planeta, y que deben constituirse en forma universal,
incluyendo los derechos de los animales, vegetales y minerales, en un sentido
armónico y amplio de convivencia.
No es pues
sorpresa de que hoy hablemos de la crisis del Estado, que gracias al
pensamiento del siglo XVIII es el detentor de las fuerzas militares y
policiales para la defensa y administración de la justicia y de los recursos de
producción de los grupos sociales que habitan una frontera dibujada
inicialmente por sociedades ahora arcaicas. Situación que se ve seriamente
comprometida con las practicas obsoletas de un Estado que ya no responde a la
nueva situación de las relaciones sociales fuertemente modificadas por el
factor tecnológico. Es decir, de la Internet y su poderosa capacidad de
conectar a los individuos uno a uno, en forma fluida; incorporando los
territorios como territorios de la lengua y de las culturas. Y donde es muy importante la recuperación de
lo que se puede llamar el estado de minorías, basado en última instancia en la
singularidad universal de cada uno de los seres humanos.
En este
sentido, urge crear instituciones políticas que subordinen las prácticas y
reglas sociales a los principios universalistas de la nueva modernidad: Los
derechos humanos, los derechos de la madre tierra, el derecho universal de
acceso a la conectividad y tantos otros emergentes.
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