Memorias de una marcha de protesta
Acaso 2003 ó 2004. Santa Cruz de la Sierra. La ciudad todavía no ha sido inundada con su enloquecido tráfico de automóviles, frenéticos por llegar nadie sabe a dónde a toda hora. La avenida del hotel Cortez, Segundo Anillo de la ciudad, aparece desierta. Tres escritores, un hombre y dos mujeres caminan por el centro del pavimento, simulan una marcha de protesta. ¿Qué queremos?, grita uno. ¡Careeño!, gritan todos. Con ese término tan propio, pues entre la gente de las montañas en Bolivia en lugar de cariño, se pronuncia careeño. Estirando esa i transformada en una e repetida que le da profundidad, sentido interior. Los manifestantes no son montañeses, son de la selva, pero en esa ocasión han hecho suya la peculiar pronunciación del término porque lo sienten propio, lo sienten cercano. Y repiten la consigna con paso de desafío, mientras se aproximan a las puertas del hotel, de lejos son niños que buscan el juguete de la noche.
Se trata de Giovanna Rivero, Claudia Peña y Gary Daher.
Adentro, en el hotel, espera otro escritor. Es uno de los pocos bolivianos famosos y reconocidos en Latinoamérica; tanto, que parecería que ya nadie lo relaciona con Bolivia. Bolivia, que afuera no tiene nada que ver con la escritura, sino con factores más bien colectivos, y en algunos casos también perversos. Es Edmundo Paz Soldán.
En ese tono de alegría se comenta la marcha de protesta. No sé a ciencia cierta si Edmundo se suma al grito, pero es como si lo hubiese hecho: Las hermandades naturales son contagiosas.
Siete años después los recuerdo. La amistad es algo que se cocina en los interiores, en eso que los antiguos llamaban el corazón, pero que es un lugar tan adentro que no es un órgano físico concreto, sino un lago iluminado, donde el alma se baña cuando se mira desnuda entre sus aguas. Allí la amistad está siempre presente, y no es necesario volver a reunirse para saber que uno se quiere. Y no es necesario salir a la calle para gritar qué queremos, porque lo que queremos se nos ha dado.
Y las memorias son como la luna, siempre regresan.
Se trata de Giovanna Rivero, Claudia Peña y Gary Daher.
Adentro, en el hotel, espera otro escritor. Es uno de los pocos bolivianos famosos y reconocidos en Latinoamérica; tanto, que parecería que ya nadie lo relaciona con Bolivia. Bolivia, que afuera no tiene nada que ver con la escritura, sino con factores más bien colectivos, y en algunos casos también perversos. Es Edmundo Paz Soldán.
En ese tono de alegría se comenta la marcha de protesta. No sé a ciencia cierta si Edmundo se suma al grito, pero es como si lo hubiese hecho: Las hermandades naturales son contagiosas.
Siete años después los recuerdo. La amistad es algo que se cocina en los interiores, en eso que los antiguos llamaban el corazón, pero que es un lugar tan adentro que no es un órgano físico concreto, sino un lago iluminado, donde el alma se baña cuando se mira desnuda entre sus aguas. Allí la amistad está siempre presente, y no es necesario volver a reunirse para saber que uno se quiere. Y no es necesario salir a la calle para gritar qué queremos, porque lo que queremos se nos ha dado.
Y las memorias son como la luna, siempre regresan.