Fábula del camello, el león y el niño

Día tras día el camello hollaba lento las dunas cargado de un león que se había tragado un niño. Nada hacía prever que el desierto sería tan inmenso que pareciese infinito, de manera que el niño, cansado del juego, resolvió provocar nuevamente al león para obligar al camello a regresar a casa, aunque sin tener idea clara de qué dirección tomar. Por supuesto que el niño en el vientre había quedado débil por el hambre, de manera que su voz era inútil para inducir a la bestia, dedicándose apenas a morder las entrañas del león para aplacarse. El león sobre los lomos del camello imaginaba agonizar de sed pues sentía que le roían las tripas, de modo que, a momentos, en ciertos arranques de locura, lastimaba las gibas que guardan la supervivencia del camello para calmar su sed sin comprender que el líquido necesita transmutarse a través del camello para ser bebido. El camello agotado sigue su camino extraviado entre la arena.
En el cielo del desierto el sol orienta a los viajeros surcando diligente pero inútilmente desde el naciente todos los días.
El padre que desde el principio lo ha buscado llama sin respuesta desde cada oasis bendecido de verdes arboledas, que si todos supieran, siempre estaría cercano como dulce paz del agua.
Pero sólo el niño conoce la lengua del padre. Así que todo hace pensar que es necesario que el camello tire la carga y el león vomite su niño para quedar en libertad. Acaso así el niño escuche el llamado y busque al fin el regreso.
Etiquetas: camello, león, niño, fábula
Pero sólo el niño conoce la lengua del padre. Así que todo hace pensar que es necesario que el camello tire la carga y el león vomite su niño para quedar en libertad. Acaso así el niño escuche el llamado y busque al fin el regreso.
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