La poesía sin Guardián del Hielo
El maestro José Watanabe ha muerto: uno de los más grandes poetas contemporáneos ha pasado ha formar parte de la galería de los acallados. Su obra poética, dotada de hermosura y de modos cautivantes, ha develado la magia de la cotidianidad en lengua castellana.
Nacido en 1946 en Laredo, departamento de La Libertad, al norte del Perú, vivía en Lima escribiendo poemas a la manera de textos orales."Llevo una vida completamente nocturna. Escribo y leo cuando todos duermen. Me acuesto a descansar a media mañana", afirmó en una entrevista.
Al hablar de su experiencia de haberse enfrentado a la muerte, declaró: “Eso es terrible, pues buscas algo que te consuele y la poesía no consuela en esos momentos. Más me consolaba una ardilla o un conejo que venía al balcón. Lo único que me quedaba era el miedo".
"Estar frente a la muerte -concluye- te cambia todos los conceptos."
Ahora el gran poeta está adentro de la muerte –cosa incomprensible-, pero ese acto supremo y final lo encuentra y lo deja adentro de todas las personas que tocó, que toca y que tocará con su palabra. En este caso, puede que la muerte signifique también transformarse en los otros: bella empresa; sin poder llenar, sin embargo, el vacío que deja su partida.
Aquí en Bolivia para los que lo leímos Watanabe es una voz muy admirada: Juan Claudio Lechín, Anibal Crespo, Oscar Gutierrez, y este deudor, son algunos de los que quedamos en luto.
El guardián del hielo
Y coincidimos en el terral
el heladero con su carretilla averiada
y yo
que corría tras los pájaros huidos del fuego
de la zafra.
También coincidió el sol.
En esa situación cómo negarse a un favor llano:
el heladero me pidió cuidar su efímero hielo.
Oh cuidar lo fugaz bajo el sol...
El hielo empezó a derretirse
bajo mi sombra, tan desesperada
como inútil
Diluyéndose
dibujaba seres esbeltos y primordiales
que sólo un instante tenían firmeza
de cristal de cuarzo
y enseguida eran formas puras
como de montaña o planeta
que se devasta.
No se puede amar lo que tan rápido fuga.
Ama rápido, me dijo el sol.
Y así aprendí, en su ardiente y perverso reino,
a cumplir con la vida:
Yo soy el guardián del hielo.