Biblioteca Íntima
La herencia de la humanidad es su saber, y este se
halla atesorado en libros. Se hace entonces importante que todas las personas
puedan contar con una biblioteca en su casa. Aquí, en la acogedora llama del hogar se ingresa al
mundo de lo íntimo. En ese contexto, será prudente clasificar los libros: los
de literatura infantil, juvenil y para adultos, sin olvidar la literatura y
poesía bolivianas, pues es clave leer a los cercanos, los destinados a la
consulta general, historia, geografía, economía, matemáticas, y otras ciencias,
que bien podrían estar recogidas en enciclopedias, además de los útiles y
diversos diccionarios; y, finalmente, el lugar privilegiado, el de los libros
primordiales o fundamentales y, por tanto, imprescindibles, que tienen que ver
con lo medular, esto último, más que por consejo, será el resultado de los años
de lectura, y del temple de la familia en particular.
En un hogar, son los niños los que mayor
consideración merecen. Es altamente aconsejable que el padre y la madre, o el
tutor, estudien con gran cuidado la selección de libros que sus niños leerán, a
fin de orientarlos hacia los valores humanos a través de historias que los
interesen y los sensibilicen; por otra parte, sería atinado incluir libros que
enseñen la historia de la humanidad y del país, región o patria; sin olvidar
que imprescindiblemente los niños deben recibir libros con información y
formación espiritual, y, claro, poesía, siempre poesía.
Para ese propósito se puedan nombrar “El principito”
de Saint Exúpery, “Alicia en el País de las Maravillas” de Lewis Caroll, “La
inteligencia de las flores” y “La vida de las abejas” de Maurice Maeterlinck, los
poemas de Oscar Alfaro, entre otros.
En literatura universal, las recomendaciones serían
interminables; sin embargo, yo aconsejaría que el lector se provea de la obra
completa de Jorge Luis Borges, que es un gran maestro de lectura, es decir, que
a través de sus libros podemos llegar a una gran parte de los autores de la
literatura occidental, sin temor a equivocarnos.
Ahora bien, no sirve de nada comprar libros, ni
siquiera de nada leerlos, si esto no lleva al ser humano a mirar más allá de su
cotidianidad; es decir, motivarlo a detenerse y reflexionar. Ésta es la única
manera en la que podemos lograr que el hombre se inquiete, deje de ser una
máquina destinada a producir dinero, a buscar un espacio para la parranda, o
desgañitarse gritando, tratando de desahogar sus decepciones con discursos
políticos repetitivos; y se ocupe verdaderamente de trascender, entonces,
podemos estar seguros que buscará los libros, aprenderá a seleccionar los que
le sirven, a desechar los innecesarios, a analizar los dañinos, a disfrutar los
hermosos, y a beber los esenciales.
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