Humanismo o Barbarie
Ya sabemos que la utopía es el principal acicate para intentar alcanzar
la mejor manera de vivir y convivir. Sin utopías no son posibles los cambios, y
sin cambios nos tendríamos que resignar a estancarnos, o, peor que eso, a
hundirnos en el lodo que nosotros mismos hemos creado: guerras, miseria,
discriminación, valores equivocados, degeneración; en resumen, un cuadro de
violencia, odio, y podredumbre que han invadido a la sociedad, a la que muy
poco de humana le ha quedado.
Los proyectos políticos capitalista, comunista y socialista han
fracasado. Se impone buscar transformar profundamente la sociedad, y para
hacerlo se debe comenzar por la transformación de nosotros mismos que
constituimos su base.
¿De qué transformación se habla?, ¿hacia dónde dirigir nuestros pasos?,
¿cuál es el ideal que se busca?
Acaso la palabra Paz podría resumir en gran medida este ideal.
Nada mejor que hoy, cuando se celebra la Navidad, que hablar de la paz.
Aunque parecería sencillo hablar de la paz, no hay nada más difícil que
conceptuarla adecuadamente, especialmente en estos tiempos, no solamente de
guerras, sino tiempos en los que se ha instalado la violencia como parte de la
cotidianidad.
Hay estudiosos que afirman que la violencia es innata al hombre y que
parece algo que reside permanente en la psicología humana desde que nace. Nos
inclinamos a decir que sí.
Para complementar, podríamos afirmar que todo parte de una necesidad de
poder fruto de una sensación psicológica que funciona como un motor de todas
nuestras acciones, cual es el deseo: La violencia existe porque existe el deseo
y el miedo, que es como una forma de deseo insatisfecho de seguridad.
Cuando ese deseo no ha sido controlado, en el momento en que se
desborda, de desata la violencia y desaparece la paz.
Observando con atención vemos que la violencia desata violencia. Existe
en la psiquis humana una reacción automática ante la violencia, y esta reacción
se presenta también en forma de violencia, sea esta expresada o barajada hacia
adentro.
Y será el abuso de poder, sea este circunstancial, individual o de
grupo, el gestor principal de este proceso, recayendo en situaciones de
desigualdad social, respaldadas por discursos amañados, es decir, justificadas
por la violencia cultural.
Se puede decir que no hay mayor abuso de poder que aquel que deriva de
las armas físicas. Y no hablamos solamente de la guerra, sino de aquello que se
impone debido a la presencia de algún grupo armado.
Siria, Irak, Afganistán, cerca de 25 conflictos en el África, actos
terroristas por todo el planeta, y la presión permanente de los ejércitos de los
Estados que con el pretexto de defender el poder “constituido”, se transforman
en una herramienta de poder subyacente que favorece al circunstancial
empoderado.
Busquemos pues el desarme para procurar la paz.
En este hermoso día. se hace necesario que cada uno se comprometa a
desarrollar dentro de sí la No Violencia y el Amor. Y si se cita al amor, es
aquel que abarca a nuestros semejantes y a la naturaleza toda.
Recordando que “el humanismo enseña la liberación psicológica
individual como fundamento base de la real transformación social, política y económica
del mundo”, y que, para
gobernar a la gente, antes hay que saber gobernarse a sí mismo.
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