Esclavitud de pensamiento
La llamada humanidad ha vivido desde siempre momentos de
crisis, sumergida en la constante vicisitud que le produce su eterna
incomodidad social. Nada es más necesario para sus miembros que vivir juntos, y
por lo visto, nada es más molestoso que hacerlo.
Para este propósito, el de vivir juntos, la sociedad ha creado
una serie de líneas de acción, y nos damos cuenta de esto porque alguien nos
hace notar que, desde la cuna, nuestros padres, tutores, maestros de escuela, y
hasta los autores de los libros que nos dan a leer, se empeñan en decirnos lo
que debemos pensar, sin que a ninguno de ellos se les ocurra indicarnos el cómo
pensar.
Visto de esa manera, cada persona que interviene en nuestra
llamada educación se erige en una especie de dictador de nuestra mente
imponiéndonos sus exigencias, sus teorías, sus ocultos o evidentes prejuicios,
y toda la gama de dibujos según su muy particular manera de ver el mundo.
Entonces descubrimos que se ha desarrollado la predisposición universal
para avasallar el pensamiento de la gente, procreándose los dictadores de la
mente en número infinito. Y esto en cada uno de los diferentes grupos sociales,
llámense corrientes ideológicas, grupos religiosos, ejércitos, cofradías de
caridad, y tantos otros que se conforman según el tipo de manipulaciones de las
supuestas verdades sociales o religiosas.
Así que ante cualquier atrevido disidente se erigirá un
tribunal perverso que no dudará un instante en calificarlo de renegado,
ignorante, o traidor, contrario a la regla de quienes detentan la verdad del
grupo, o hereje si de supuestas verdades religiosas se trata.
Así parece haber sucedido desde el principio de los
tiempos.
Por todas partes, calificadas de derechas, de izquierdas, de
santas, de doctrinarias, existen en nuestro cuadriculado planeta dictaduras
empeñadas en esclavizar a los pueblos. Muchas de ellas sangrientas, aunque la
sangre no siempre es líquida y roja, sino también del alma, dictaduras que decretan
lo que la gente debe pensar.
Ahora bien, no se vaya a concluir precipitadamente que estas
dictaduras de la mente utilizan métodos violentos para someter a sus acólitos;
todo lo contrario, se maneja un sistema de seducción basado en la propaganda, y
en resultados mostrados a medias, que atrapan principalmente a los jóvenes, que
caen como chorlitos curiosos.
Producto de esto, aquí y allá, se crían los infames
terroristas que explotan bombas en lugares públicos, y también, claro, los
terroristas de estado, de aula, de casa.
¿Cómo reaccionar ante un sistema tan sombrío?
Acaso comenzar con la construcción del pensamiento creativo
desde la cuna; y sobre la base de ello, la transformación integral y total de
esa máquina multiplicadora de útiles robots de la vida racional llamado sistema
educativo. Sembrando, claro está, en cada criatura el profundo respeto
que debe tener todo ser humano hacia la forma de pensar del otro. Dejando la
puerta abierta para que se puedan rebatir o discrepar nuestras ideas.
La historia de cualquier grupo humano con cierta cuota de
poder, desde el simple funcionario, o incluso un padre de familia, y cómo no,
los grandes grupos de poder, están llenos de actitudes de prepotencia, ganas de
imponer su visión de las cosas o de sentirse siempre en posesión de la verdad.
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