Una rosa llamada Tamil
Para los visitantes a mi blog que no pudieron estar en la presentación de "Tamil" el sábado 10 de junio por la noche, a continuación copio el discurso que preparé con ese motivo. El texto se abre con un poema de Vilma Tapia Anaya, a quien va dirigida la dedicatoria del libro.
El tren en el que viajo se despeñará
Caerá al fondo del barranco
muy abajo
y yo me quedaré para siempre
perdida en la selva.
Seré como el animal
que amanece bello y húmedo
tendré ojos aún en la oscuridad.
Tendré silencio.
Vilma Tapia Anaya
Tamil es una palabra mágica.
Pronunciada como debe ser en el mundo de los sueños ha permitido a este extraviado obtener señales para construir un mapa, el mapa que me llevará de vuelta a casa, quiero decir, al paraíso perdido. Así, a partir de ese acto, este libro, rosa de los vientos, que data de 1994, y las sucesivas obras emprendidas se han erigido en representaciones geográficas, accidentes claros que me permiten ubicarme en el mundo del regreso.
Doce años han transcurrido desde que este volumen fue elaborado. Los avatares que ha sufrido desde entonces tienen que ver con los trabajos y los días. La primera vez, porque hubo una primera vez en la que vio la luz, lo publiqué artesanalmente, encuadernado en anillos, lo distribuí entre mis amigos cercanos, y así fui entregando cada copia de los veinte ejemplares a uno que otro interesado. Por aquel tiempo, mi vida estaba centrada en el taller del ‘Club del Café y del Ajenjo’, donde tres poetas nos habíamos impuesto la tarea de reflexionar sobre temas precisos, siguiendo a Bachelard, producir textos a partir de esas temáticas, y señalarnos los errores. Ese ejercicio produjo el libro «Errores Compartidos». En ese contexto, tanto Juan Carlos Ramiro Quiroga como Ariel Pérez, alentaron esperanzas sobre Tamil. Así, en 1995, el trabajo fue puesto en consideración de Plural editores, pero en aquel entonces me había convertido en un pretensioso, así que yo me creía que Tamil merecía edición especial, papel vergueteado, diseños creativos, tapa dura y otros lujos de vestir. La editorial propuso cubrir solamente la mitad del costo y la edición se postergó. Cinco años después, en el 2000, Tamil estuvo en la prensa de la «Editorial Nuevo Milenio», que un año antes había publicado mi narrativa «El olor de las llaves», pero una serie de circunstancias hicieron que aquella editorial reduzca su producción –para infortunio del mundo literario- y la publicación fue una vez más diferida. Ahora, finalmente, gracias al impulso de la editorial Gente Común, vemos impreso al Tamil, y siento el alivio de la madre que esperó la gestación de su hijo durante doce años, alivio del dolor del vientre, golpeado sucesivamente por las patadas cada vez más poderosas del feto con necesidad de salir e ir por ahí a caminar su propia vida. Y acabar con la falacia de su fallido nacimiento de 1994 (aunque así lo afirme en su primera página), y su real y verdadero de 2006, ante ustedes, ante la gente que me aprecia y las personas que amo, ante ustedes, querido público.
Pero también está presente en espíritu, un ser especial, Vilma Tapia Anaya, puesto que a ella está dedicado este libro, poeta muy cercana con la cual editábamos aquel «Pabellón del Vacío» de 1993 y 1994, revista de literatura impresa en Cochabamba como suplemento del periódico Opinión, y que en su momento se erigió en contrapunto de Presencia Literaria de La Paz, haciéndonos ilusionar que las ventanas para la difusión de la producción y la reflexión literaria se estaban ampliando (qué ilusos fuimos, hoy por hoy vivimos tiempos de estrechez, y la ventana que los medios de comunicación deberían facilitar para nuestra obra se cierra en nuestras narices). Este homenaje pues, es uno que, a través de Vilma Tapia Anaya, se dirige a mis contemporáneos, poetas bolivianos, advirtiendo sí que no a todos, sino específicamente a aquellos mis hermanos en el sendero, tras del cual van en busca de la piedra y el agua, hablan con sus amados muertos, los poetas padres, desechan los artificios y las cabriolas efectistas de las palabras, tienen a los clásicos por luz de la lámpara con la intensidad del que examina la sombra en la oscuridad, y reconocen las aves que anuncian la entrada de la casa. Pues si queremos convertirnos en lo que se denomina una generación, deberemos seguir las palabras de José Lezama Lima: Las generaciones no se forman en la voluntad de querer lo distinto, que es apariencia, sino en el ser de la creación, de ente concurrente de lo verdaderamente novedoso.
El tren en el que viajo se despeñará
Caerá al fondo del barranco
muy abajo
y yo me quedaré para siempre
perdida en la selva.
Seré como el animal
que amanece bello y húmedo
tendré ojos aún en la oscuridad.
Tendré silencio.
Vilma Tapia Anaya
Tamil es una palabra mágica.
Pronunciada como debe ser en el mundo de los sueños ha permitido a este extraviado obtener señales para construir un mapa, el mapa que me llevará de vuelta a casa, quiero decir, al paraíso perdido. Así, a partir de ese acto, este libro, rosa de los vientos, que data de 1994, y las sucesivas obras emprendidas se han erigido en representaciones geográficas, accidentes claros que me permiten ubicarme en el mundo del regreso.
Doce años han transcurrido desde que este volumen fue elaborado. Los avatares que ha sufrido desde entonces tienen que ver con los trabajos y los días. La primera vez, porque hubo una primera vez en la que vio la luz, lo publiqué artesanalmente, encuadernado en anillos, lo distribuí entre mis amigos cercanos, y así fui entregando cada copia de los veinte ejemplares a uno que otro interesado. Por aquel tiempo, mi vida estaba centrada en el taller del ‘Club del Café y del Ajenjo’, donde tres poetas nos habíamos impuesto la tarea de reflexionar sobre temas precisos, siguiendo a Bachelard, producir textos a partir de esas temáticas, y señalarnos los errores. Ese ejercicio produjo el libro «Errores Compartidos». En ese contexto, tanto Juan Carlos Ramiro Quiroga como Ariel Pérez, alentaron esperanzas sobre Tamil. Así, en 1995, el trabajo fue puesto en consideración de Plural editores, pero en aquel entonces me había convertido en un pretensioso, así que yo me creía que Tamil merecía edición especial, papel vergueteado, diseños creativos, tapa dura y otros lujos de vestir. La editorial propuso cubrir solamente la mitad del costo y la edición se postergó. Cinco años después, en el 2000, Tamil estuvo en la prensa de la «Editorial Nuevo Milenio», que un año antes había publicado mi narrativa «El olor de las llaves», pero una serie de circunstancias hicieron que aquella editorial reduzca su producción –para infortunio del mundo literario- y la publicación fue una vez más diferida. Ahora, finalmente, gracias al impulso de la editorial Gente Común, vemos impreso al Tamil, y siento el alivio de la madre que esperó la gestación de su hijo durante doce años, alivio del dolor del vientre, golpeado sucesivamente por las patadas cada vez más poderosas del feto con necesidad de salir e ir por ahí a caminar su propia vida. Y acabar con la falacia de su fallido nacimiento de 1994 (aunque así lo afirme en su primera página), y su real y verdadero de 2006, ante ustedes, ante la gente que me aprecia y las personas que amo, ante ustedes, querido público.
Pero también está presente en espíritu, un ser especial, Vilma Tapia Anaya, puesto que a ella está dedicado este libro, poeta muy cercana con la cual editábamos aquel «Pabellón del Vacío» de 1993 y 1994, revista de literatura impresa en Cochabamba como suplemento del periódico Opinión, y que en su momento se erigió en contrapunto de Presencia Literaria de La Paz, haciéndonos ilusionar que las ventanas para la difusión de la producción y la reflexión literaria se estaban ampliando (qué ilusos fuimos, hoy por hoy vivimos tiempos de estrechez, y la ventana que los medios de comunicación deberían facilitar para nuestra obra se cierra en nuestras narices). Este homenaje pues, es uno que, a través de Vilma Tapia Anaya, se dirige a mis contemporáneos, poetas bolivianos, advirtiendo sí que no a todos, sino específicamente a aquellos mis hermanos en el sendero, tras del cual van en busca de la piedra y el agua, hablan con sus amados muertos, los poetas padres, desechan los artificios y las cabriolas efectistas de las palabras, tienen a los clásicos por luz de la lámpara con la intensidad del que examina la sombra en la oscuridad, y reconocen las aves que anuncian la entrada de la casa. Pues si queremos convertirnos en lo que se denomina una generación, deberemos seguir las palabras de José Lezama Lima: Las generaciones no se forman en la voluntad de querer lo distinto, que es apariencia, sino en el ser de la creación, de ente concurrente de lo verdaderamente novedoso.
2 Comments:
Hola Gary. Por fin h llegado el día tan esperado por este poeta que columbró que este libro, "Tamil" a secas, sería tu escudo y espada para pelear con ángeles y demonios y también con los hombres que son dados a las letras.
Éxito. Mucho éxito compañero.
El ciudadano K.
http://culpinak.blogspot.com/
Querido señor K., entrañable como siempre, muy grato tenerlo en mi blog. Gracias por el apoyo, aunque con Darío podría decir: "Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo". Así, Tamil más que un estilo es la expresión de una fuerza, que no desmaya por entregar, y esa fuerza acaso no sea otra cosa que aquella "torpe intensidad que es un alma", y que sorda a su creador golpea por todas partes, esta vez con la palabra.
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