miércoles, abril 26, 2006

Giraldillo

Aquí, en la cima de la Giralda, el viento es el señor del vértigo. Sobre la torre, mi cuerpo dorado, fisura escondida, obedece los sucesivos ensayos; así, otra corriente inesperada gira en el tiempo. Y en la ciudad, las anónimas cabezas llegan a los patios, mientras el agua desde las norias escudriña, sin descanso, la generosidad de las albercas y fuentes de las casas. Nada llega hasta el aire. Solitaria -mi cintura está dotada de seducción pero es estéril- vivo el pecado de la veleta, buscando el inescrutable destino del viento.
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