El bosque. El dolor del bosque.
Vengo del quemado: del bosque quemado
donde se ha detenido
la desolación de la muerte
los brazos vegetales que se alzan al cielo
como lágrimas del bosque?
—Ardieron sin tregua.
trepando escurridizas con sus velludas colas
los siraris de rojas semillas?
—Los apagaron de pronto.
¿en qué senda se van?
—Los osos hormigueros y lobos de crin fueron primeros.
Todos calcinados.
y reinan la tierra
constantemente feraz de la llanura
¿dónde nos esperan? ¿Dónde con sus ojos de oro nos escudriñan?
—Los vi morir sin piedad.
que en otros tiempos soportaba
en sus espaldas al mundo
¿dónde las escondiste?
—No pudieron escapar.
Allí es que deben estar.
—El humo y el fuego las aturdió:
cayeron tucanes y guacamayos
como voces que se incendian.
Aunque sí
ahora que lo dices
eso puede ser.
Algo tiene que habernos quedado
de tanta vida
de tanto color:
Nadie me dijo
de si los negros tordos y el picaflor zafiro
volaron más allá del pantanal
o contra el sur
pero sí aquí quedaron
sus delicados nidos
totalmente abrasados
y no habrá resurrección.
—Ya no veo los pastos
ni los lentos caracoles de destino fijo
ni siquiera las avispas, esos sañudos petos
ni las laboriosas abejas
ni la rana chiquitana
ni las enormes hormigas de colas poderosas
no encuentro a nadie
¿Cómo todo esto nos sucedió?
—Aquello ya está muerto bajo el sol.
con un polvo de hadas creador de la lluvia
y el aire puro y el puro aire
de vida pleno.
El agua agua del río que siempre viene fría
y baja de lo alto entre saltos secretos
ha quedado desnuda a la noche del fuego.
Dicen que ese escándalo
en que ha quedado expuesto
el cuerpo del agua agua
mucho gusta al hombre
animal racional
que viola y que daña.
Que también dicen busca
atosigar el quemado de especies ajenas
no por el hambre
(siempre consejera mala)
sino por el gusano que le ha devorado
el corazón
codicia desmedida
que ahora gruñe
solo
como extranjero erizo
y qué más decir: implacable.
donde se ha detenido
la desolación de la muerte
—¿Las verdes hojas de hermosas pieles?
—Ya no están, ya no se ven
se han encerrado en ceniza impalpable.
—¿Los árboles fuertes
las poderosas ramas los brazos vegetales que se alzan al cielo
como lágrimas del bosque?
—Ardieron sin tregua.
—¿Los ojos vivaces
de las ágiles ardillas trepando escurridizas con sus velludas colas
los siraris de rojas semillas?
—Los apagaron de pronto.
—Los tapires, los ciervos,
los protegidos armadillos que aquí llaman tatú ¿en qué senda se van?
—Los osos hormigueros y lobos de crin fueron primeros.
Todos calcinados.
—Los jaguares
los tigres que braman y reinan la tierra
constantemente feraz de la llanura
¿dónde nos esperan? ¿Dónde con sus ojos de oro nos escudriñan?
—Los vi morir sin piedad.
—Y las lentas tortugas de lomos sagrados
de la misma especieque en otros tiempos soportaba
en sus espaldas al mundo
¿dónde las escondiste?
—No pudieron escapar.
—Pero las aves volaron, ¿verdad?
Ellas tienen otra casa en el norte. Allí es que deben estar.
—El humo y el fuego las aturdió:
cayeron tucanes y guacamayos
como voces que se incendian.
Aunque sí
ahora que lo dices
eso puede ser.
Algo tiene que habernos quedado
de tanta vida
de tanto color:
Nadie me dijo
de si los negros tordos y el picaflor zafiro
volaron más allá del pantanal
o contra el sur
pero sí aquí quedaron
sus delicados nidos
totalmente abrasados
y no habrá resurrección.
—Ya no veo los pastos
ni los lentos caracoles de destino fijo
ni siquiera las avispas, esos sañudos petos
ni las laboriosas abejas
ni la rana chiquitana
ni las enormes hormigas de colas poderosas
no encuentro a nadie
¿Cómo todo esto nos sucedió?
—Aquello ya está muerto bajo el sol.
Es el bosque. El dolor del bosque.
Aquel que nos dejaba el agua cielocon un polvo de hadas creador de la lluvia
y el aire puro y el puro aire
de vida pleno.
El bosque se ha perdido en un manto muy negro.
Hay un luto brutal. y baja de lo alto entre saltos secretos
ha quedado desnuda a la noche del fuego.
Dicen que ese escándalo
en que ha quedado expuesto
el cuerpo del agua agua
mucho gusta al hombre
animal racional
que viola y que daña.
Que también dicen busca
atosigar el quemado de especies ajenas
no por el hambre
(siempre consejera mala)
sino por el gusano que le ha devorado
el corazón
codicia desmedida
que ahora gruñe
solo
como extranjero erizo
y qué más decir: implacable.
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