Dos poetas bolivianos: Vilma Tapia Anaya & Gary Daher (*)
Por Floriano Martins[i]
*Artículo tomado de la revista virtual Agulha.
En carta dirigida al crítico rumano Stefan Baciu en 1970,
Jaime Saenz observa que "el que pretende haber renovado o haber innovado
partiendo del mero y miserable artificio literario es un pobre hombre. La
habilidad literaria es una cosa, y otra cosa muy distinta es la creación
literaria." Baciu, en algunas ocasiones, reprodujo extractos de esta carta
del poeta boliviano; sin embargo, no dio a este pasaje la merecida atención.
Esto explica, en parte, porque se haya admirado con la presencia de aforismos
en la poesía de Saenz, hasta al punto de decir que éste sería "un aspecto
casi inexistente en la obra de los demás poetas hispanoamericanos". Sin
siquiera preocuparse de recurrir a una determinada época donde aplicar su
afirmación. Baciu nunca atentó contra el aspecto de la construcción formal de
los poetas que admiraba, y esto acaso haya sido su mayor pecado.
En gran parte de la poesía hispanoamericana se verifica el
uso de aforismos, comenzando por el argentino Roberto Juarroz, que Baciu
destaca al lado de Saenz y del venezolano Juan Sánchez Peláez, dentro de su
defensa del "parasurrealismo". Lo que sucede es que en Juarroz el
aforismo es desdoblado en un sentido crítico más concentrado que en Saenz. Lo
que es expansión en uno, en el otro no funciona sin una concentración extrema
de la atención que cada tema exige. De ahí el uso del versículo bíblico en el
boliviano, en contrapartida a la atención dada al hai-kai, por en ejemplo, en
el argentino no obstante cabe hacer notar que
Juarroz nunca practicó un único
hai-kai. Tampoco existe en los dos poetas un único aforismo aislado, en el
sentido que de este género hizo un otro argentino, Antonio Porchia.
Uno de los poetas bolivianos actuales de gran expresión, Gary
Daher, recuerda que el uso del aforismo es un recurso presente en la tradición
lírica de su país, sobretodo "la rama de la cual deriva Saenz tiene esta
característica: Arturo Borda, José Eduardo Guerra", y recuerda inclusive
que "el otro poeta de aforismos, sin duda, es Franz Tamayo". En la
poesía contemporánea también lo encontramos en Humberto Quino, Julio Barriga y
en el propio Daher Canedo. Las palabras de este poeta, gracias a nuestro
valioso diálogo, refuerzan lo que digo, y aquí reproduzco un fragmento que
remacha lo que vengo afirmando hasta ahora:
"Creo que eso de 'parasurrelismo' es una muletilla que
utiliza Stefan Baciu para tratar de clasificar lo que no puede catalogar como
surrelismo y sin embargo es poderoso, tanto que a él le hubiera gustado que lo
sea. Jaime Saenz, hay que decirlo de una vez por todas, no es clasificable en
un movimiento. Es el poeta en busca. Su tradición literaria está ligada a
Arturo Borda, que fue su amigo y maestro; y Arturo Borda es el hombre que
escribe sobre la trascendencia de los objetos, los seres y los actos, sí, pero
también es el caldo primegenio de un lenguaje cotidiano
reflexivo. Saenz es el poeta que transforma el poema en un camino. Y en ese
sentido sus raíces filosóficas
se encuentran en Séneca y en el Tao. Vivencialmente
cree que el hombre es capaz de penetrar los misterios por el acto de la
voluntad, por el riesgo que asume la voluntad gracias al lenguaje (no lo dijo
Saenz, es una deducción mía tomada de sus textos. Por si acaso estoy libre de
pecado: no conocí personalmente a Jaime Saenz)."
En el Diccionario de la literatura boliviana, preparado por
José Ortega y Adolfo Cáceres Romero, hallamos una sola referencia a Jaime
Saenz, describiéndolo como "poeta representativo del surrealismo
boliviano, cuyos libros son poco difundidos". Cuando el poeta chileno
Pedro Lastra estuvo en La Paz, asistiendo a un evento académico de la
Universidad Mayor de San Andrés, en 1997, durante una conferencia allí
pronunciada, al referirse a Jaime Saenz, observó que el empeño en la difusión
de la obra de Saenz fue llevado a cabo por Aldo Pellegrini y, sobretodo, por
Stefan Baciu. Podemos sumar a tales esfuerzos el del mismo Lastra, y también la
presencia de Saenz en algunas otras antologías de la poesía hispanoamericana.
Nada de esto, sin embargo, fue suficiente para sacar a la poética de Saenz de
aquella especie de limbo a la que fue condenada en el ámbito internacional. Al
mismo tiempo, dio paso a un equívoco que hasta ahora no ha tenido la debida
corrección, la afirmación de que Saenz sea el máximo representante de la lírica
boliviana, o tal vez el único, en el sentido de que toda una tradición gire en
torno a sus aciertos poéticos.
A ese respecto, Gary Daher también nos presta su valiosa
aseveración:
"Es importante afirmar que la interesante, y acaso compleja,
estructura de diálogos entre los poetas bolivianos de las distintas
generaciones hace un mapa que muestra (y demuestra) que existiría algo que
podemos llamar "poesía boliviana" con ciertas características que la
hacen un trabajo de conjunto. Dilucidar su rostro es el desafío. Ahora bien,
sin duda, Jaime Saenz es uno de los más grandes exponentes, especialmente en el
sentido que nos llega en nuestra estética actual; pero ¿qué decir, por ejemplo,
de Franz Tamayo, un poeta poderosísimo que apostó por una extraña poesía llena
de neologismos y construcciones verbales de mucho sonido, aforismos y profundidad?
¿Estética que probablemente sea rechazada por algunos contemporáneos no
preparados para lo diferente, o desacostumbrados de la virtud de la
forma?"
Pedro Lastra se refiere a Blanca Wiethüchter como a una
pionera de la lectura crítica de la obra de Jaime Saenz, sin destacar la gran
poesía de esta mujer. Otra voz fundamental es la de Vilma Tapia Anaya, voz de
gran fuerza en lo que hace respecto al tratamiento del erotismo. Acierta
Giancarla de Quiroga al decir que en su poesía "el cuerpo se convierte en
instrumento de conocimiento, la entrega es mutua, la palabra amada inaugura el
cuerpo femenino, lo puebla, lo descubre y la mujer llega a aprender y aprehender
su cuerpo a través del cuerpo del otro". Y muchos otros poetas bolivianos
podrían ser referidos aquí, confirmando la grandeza de una lírica que
lamentablemente permanece sin una atinada difusión de sus voces esenciales.
Stefan Baciu, al escribir sobre otro boliviano, Pedro
Shimose, dice lo siguiente: "rompiendo con la atrasada vanguardia, que
también llegó tarde a Bolivia, Shimose fue uno de los primeros poetas capaces
de dar un salto hacia el futuro, llegando a una notable renovación con medios personales".
Pedro Shimose vivió gran parte de su vida en España, en una posición destacada
que le permitió al menos refutar este erróneo entendimiento crítico del rumano.
Con todo, esta cita se encuentra en la solapa de un libro suyo. ¿Cuál vanguardia
llegó atrasada? ¿Cómo puede Shimose ser tan ciego en relación con la lírica
boliviana incluyendo a su propia generación
y, en consecuencia, ante la lírica
hispanoamericana? Podemos empeorar la situación:
un poeta nacido en 1940 al menos tuvo información
de todo cuanto se sedimentó en términos de otra vanguardia, donde se mezclaron,
a fin de definir particularidades fundamentales, los aspectos oriundos de las
vanguardias europeas de los años 20, las huellas precolombinas y la
efervescencia política de los años 60.
En el prólogo de su antología, Aldo Pellegrini observa que
el surrealismo ofrece a los nuevos poetas el privilegio de una deslumbradora
libertad de expresión, el incentivo de la imagen insólita, y su permanente
carácter experimental", recordando que "el mundo de lo mágico, tan
fuerte en las culturas precolombinas, significa también un punto de contacto
con el surrealismo". Si vamos de esta observación directamente hasta otro
libro, El árbol y la piedra de Eduardo Mitre, veremos que las relaciones de la
lírica boliviana con el surrealismo, siguiendo el ejemplo de muchos otros casos
en todo el continente, no se definen por una adecuación a los presupuestos
europeos. Se trata de otro surrealismo, de la misma forma que las variaciones
cronológicas en que se fundamentaron esas relaciones nos llevan a defender la
existencia de una segunda vanguardia, situada en las décadas del 50/60. Si
observamos el libro de Mitre, veremos que la gran concentración de fuertes
expresiones poéticas en Bolivia está entre aquellos poetas que nacieron en los
años 20, en este sentido el libro acentúa demasiado la importancia de una
formación grupal como Gesta Bárbara. No refleja, sin embargo, la diversidad de
la lírica boliviana ni tampoco toca en los aspectos polémicos de su falta de
difusión fuera de los límites nacionales. Me parece que otro libro, En busca de
la piedra y el agua (Dibujo a mano alzada del rostro de la poesía boliviana)
(Editorial La Hoguera, 2005), cumple mejor la función de un mapeo crítico de la
poesía en este país sudamericano.
Estos puntos que aquí destaco tienen una única preocupación:
¿Cómo puede una cultura definirse integralmente y al mismo tiempo alcanzar
difusión, dentro y fuera de su ámbito histórico y geográfico, si no consigue un
entendimiento entre las propias fuerzas que la mueven? Y no me refiero al
entendimiento en el sentido de la concordancia, sino de la claridad de
propósitos. Una disputa exaltada entre egos, por ejemplo, tal vez sea más
provechosa, cuando hay claridad de principios. En el mapa de la poesía, ¿qué
extraño país se llama Bolivia? Estamos delante de un momento bastante curioso
con relación a la expresión internacional que toma este país. Una expresión
política. Aunque vamos a entender que la realidad política destruye toda
posibilidad de afirmación cultural. Los aspectos económicos, resaltados
actualmente como fundamentales, son consecuencia de la fuerza de la
organización política, la misma que siempre definió las relaciones de trabajo
en toda la historia de la humanidad. Bolivia no escapa a ese criterio. ¿Tenemos
que concentrarnos, en este momento, en sus aspectos políticos? Sí. Es
indispensable. Sin embargo, nada perdurará si no entendemos, en definitiva, que
no es la política la que determina la cultura, sino lo contrario.
A continuación, una mesa de diálogo con dos poetas
bolivianos que clarifican, bajo muchos aspectos, las entrañas de la tradición
lírica de su país. Ya me referí a ambos en estos breves apuntes, pero cabe
ofrecer algunos datos básicos sobre cada uno de ellos. Vilma Tapia Anaya nació
en 1960. Trabaja con en la educación y en el periodismo, incluyendo la
dirección de algunas revistas literarias. Entre sus libros se encuentran Del
deseo y la rosa (1992), Oh estaciones, oh castillos (1999) y Luciérnagas del
fondo (2003). A su vez, Gary Daher, nació en 1956. Tiene una sustanciosa
producción poética, narrativa y ensayística. De la poesía, citaremos: Desde el
otro lado del oscuro espejo (1995), Cantos desde un campo de mieses (2001) y
Oruga interior (2006). Al lado de este nuestro diálogo, también incluimos
algunos poemas de estos dos notables poetas.
Conversaciones
FM. Al comentar la poesía de Vilma Tapia Anaya, Elena
Ferrufino Coqueugniot observa que esta poeta "nos compromete con una
búsqueda que, en definitiva, unifica tanto como separa". A su vez, Martha
Urquidi Anaya, al referirse a uno de los libros de Gary Daher, destaca que se
trata de "una obra hondamente vivencial sobre los azares de la existencia
humana, la vida y sobre todo la muerte". Inicio nuestra conversación con
una pregunta que habitualmente hago: ¿Qué es lo que busca la poesía a través de
la voz de Vilma Tapia Anaya y la de Gary Daher?
VTA. Qué bonita forma de plantear este problema. ¿Qué busca
la poesía a través de mi voz? Tal vez un poco de luz para mi mirada. Cuando la
poesía me llama pienso mejor mis emociones, pienso mejor mis sentimientos, mis
percepciones, mi experiencia del vivir. Pienso mejor a los otros, al mundo, al
más allá del mundo. Este pensar mejor no es más que un pensar con cuidado. Y
desde ahí digo, trabajo días y noches para que la poesía halle.
GD. Todas las obras son fruto del espíritu. No se debe
buscar la palabra por la palabra, sino por el camino que nos conduzca a
nosotros mismos. En la medida que realizamos ese viaje interior pueden suceder
los frutos, llámense poemas (y esto de la manera y forma que convienen al
momento de esa ruta), narrativas, ensayos, tratados y tantos productos del
espíritu. El modo sigue el sino del rayo de cada quien. Mi rayo es la poesía.
Sin embargo, como dice Jaime Sáenz, si es necesario habrá que destruir la obra
para hacer al hombre, es decir la obra.
FM. Los dos poetas, según la crítica, poseen una afinidad
con Whitman, tanto en la tesitura de su canto lírico como en la búsqueda de un
territorio de convivencia entre poesía y lector. Ya me dirán si están de
acuerdo con esto, pero también me gustaría saber cómo se relacionan con la
tradición lírica de su propio país y de Hispanoamérica como un todo.
VTA. Creo que las construcciones poéticas desbordan los
límites territoriales. Es claro que hay una red de relaciones con todo lo que
se ha leído, y vivir la misma lengua es un dato fundamental, pero yo no podría
distinguir en el tejido de mi escritura cuáles son los segmentos de relación
con la tradición poética boliviana o hispanoamericana. Lo mismo me pasa con
Whitman, si lo he amado, ojalá esté incorporado a mi voz, y he amado a tantos
GD. En Bolivia la poesía dibuja una estructura de líneas.
Sin embargo hay nudos fundamentales, y uno de ellos es Oscar Cerruto y el otro
Jaime Sáenz. En ellos convergen los poetas modernistas Ricardo Jaimes Freire,
Franz Tamayo y José Eduardo Guerra, además de Arturo Borda que representa un
caldo primigenio singular en la poética boliviana. Finalmente a nuestra
generación llega la tradición a través de esos nudos, que miran como un reflejo
el todo de la poesía latinoamericana hija del modernismo y del desplazamiento
vanguardista, pero también de la línea whitmaniana que incluye a Neruda y
Borges y le brinda el aliento liberador del tono discursivo sin dejar la
profundidad de su tradición. Mi poesía no es ajena ese fenómeno.
FM. ¿Entiendes, entonces, a Cerruto y a Saenz como antípodas
y referencias máximas dentro de la vanguardia boliviana? ¿Cómo situar allí a
figuras como Gustavo Medinacelli, Julio de la Vega y Edmundo Camargo? ¿Qué
significación poseen, para las generaciones actuales, tanto la revista
Vertical, que dirigió Saenz, como el grupo Gesta Bárbara?
GD. Edmundo Camargo a pesar de su fuerza poética que navega
en el surrealismo es, todavía, una especie de isla en la poesía boliviana: emergen
sin conexiones aparentes y no enlaza a nuevas corrientes. Las figuras de
Gustavo Medinacelli y Julio de la Vega son nombres en la constelación de la
Segunda Gesta Bárbara que no hacen de referentes poéticos, porque posiblemente
no son propuestas poéticas que se erijan señeras y alternativas. Así que Oscar
Cerruto y Jaime Sáenz al ser punto de encuentro de los grandes poetas de
principios de siglo e influenciar decididamente a las generaciones posteriores
se constituyen en referencias si no máximas, necesarias para entender a donde
converge el mapa poético boliviano.
VTA. Debo confesarte que muy pocas veces me aproximo a la
poesía desde una lectura crítica o diseccionadora. Jaimes Freyre, Tamayo,
Reynolds y Guerra. Cerruto, Medinacelli y Ávila Jiménez. Julio de la Vega y el
grupo Gesta Bárbara, que albergó en su seno diferentes expresiones tonales.
Borda. Camargo. Sáez. Puedo distinguir más o menos de esta manera las líneas de
tendencia de los clásicos bolivianos. De la grandilocuencia y la sonoridad excesiva
del modernismo, se pasó a una unificación más sobria del contenido y de la
forma, hubo un giro hacia adentro, de muy buen gusto y alta necesidad, a mi
parecer. No hay mucho que me emocione en el modernismo boliviano. Encuentro que
Arturo Borda, Edmundo Camargo y Jaime Sáenz hicieron caminos solitarios, modo
de trabajar que desde entonces es recurrente en la poesía boliviana. Verás que
aquí disiento con la opinión de algunas lecturas críticas, que encuentran en la
obra de Sáenz gran influencia de Borda. Yo creo que la amistad que hubo entre
ellos marcó a Sáenz experiencialmente, pero no escrituralmente. Y lo mismo
sucede con los discípulos de Sáenz. Sáenz fue un maestro en las artes que
tienen que ver con el despertar del espíritu poético, y muchos, de los que lo
conocieron, mantienen vivo ese aliento, pero en la consecución final de las
escrituras, tampoco reconozco una influencia constante. Y quizá sea lo que
habitualmente sucede cuando no se apuesta por los "ismos". Todos
cargamos con un poco del resto y ahí queda.
FM. Eduardo Mitre, en El árbol y la piedra (1988), observa
que "la aventura de la llamada poesía de vanguardia tiene en la literatura
boliviana una manifestación tardía". Es curioso que muchos críticos hagan
una evaluación similar acerca del surrealismo en diversos países
latinoamericanos, cosa que para mí no corresponde, de hecho, a la realidad.
Entiendo que "tardío" nunca es una aproximación de un tema en sí, si
no antes un tipo de relación que se establece con él. ¿Están de acuerdo?
GD. El desarrollo poético está íntimamente relacionado con
la mirada, y ésta viene directamente del ambiente cultural en el cual se
desarrolla el poeta, pero también a su capacidad de ruptura con este ambiente
cultural. Así en Bolivia, si estudiamos el proceso de Arturo Borda vamos a
descubrir que el surrealismo se desarrolla en sus textos mucho antes del
manifiesto surrealista de Europa. Y el asunto es que Arturo Borda trabaja en
una especie de pompa transparente que lo aísla del mundo en el sentido del sonido
gracias a la introspección y el estudio del curso de sus propios pensamientos,
pero que le permite seguir mirando. Este proceso genera, contrario a lo que
dice Eduardo Mitre por probable desconocimiento de
este poeta marginal-, una vanguardia inesperada y desconocida. Porque estos
textos recién se van a publicar trece años después de la muerte del poeta, y
conocer mucho más tarde. ¿Entonces de qué proceso tardío hablamos? Hablamos
seguramente de la llegada de las vanguardias europeas, sin considerar que
adentro del continente ya se elaboraban vanguardias de otras naturalezas,
propias al espíritu latinoamericano. Estudiar el proceso desde ese punto de
vista sería un desafío que enfrentar.
VTA. Estoy completamente de acuerdo contigo. Las
construcciones estéticas que se adhieren a una tendencia colectiva devienen de
las redes de subjetividad en las que se está interactuando, redes que se tejen
en relación con el tiempo y con las opciones estéticas del propio territorio.
La misma libertad se cumple en las construcciones que protegen su fuerza
estética individual de la heteronomia, las relaciones que se establezcan en el
proceso de hacer la obra pueden ser arbitrarias, pueden estar sujetas
exclusivamente a la estructura del poeta y no a la estructura del país del
poeta.
FM. ¿Existe el riesgo de que la poesía de Vilma Tapia, en
gran parte por ser una voz femenina que se funda y se expande a partir del
diálogo con el cuerpo, con el erotismo, sea percibida, limitadamente, como una
insurgencia contra ese "señorío masculino" a que se refiere Blanca
Wiethüchter?
VTA. Sí, hay ese terrible peligro. Y no hay nada que yo
pueda hacer al respecto. Es cierto que mi voz no es otra que la de mi
estructura y, por tanto, es una voz de mujer, pero mis preguntas por el cuerpo
y por lo erótico son preguntas por lo humano desde lo humano. El cuerpo desnudo
que se tiende en mi escritura es el cuerpo que necesito escudriñar y entender.
Es el cuerpo que es la manifestación más expuesta de lo humano y,
paradójicamente, la manifestación más oculta, la menos aprehensible.
FM. ¿De qué manera percibes, en tu poesía, aquella
"filiación místico-erótica" que evoca Eduardo Mitre?
VTA. Si mi poesía me permite reflexionar, pensar, su
filiación con lo místico y con lo erótico deviene de mi preocupación por lo
humano vasto y complejo. Creo que en ambos ámbitos de experiencia y de
pensamiento lo que se realiza es nuestra tendencia hacia la expansión. Ya sea
que el espíritu, la inteligencia, el cuerpo se sumerjan en la experiencia
erótica o ya sea que el espíritu, la inteligencia, el cuerpo se sumerjan en la
experiencia mística, el movimiento deviene de nuestra necesidad de
trascendencia. Creo que si pudiésemos comprender la complejidad de lo erótico
podríamos develar algún fundamento del misterio que es para nosotros mismos
nuestra condición de existencia. En este momento de mi vida se me ha dado por
querer creer que nuestras necesidades más puras devienen de una sola: la de
reunirnos con lo infinito. El anhelo por la fusión/disolución -que seguramente
es la tensión más alta de la experiencia erótica- ya no se corresponde con lo
fragmentado, con nuestra naturaleza biológica, es un impulso de nuestra
naturaleza trascendente, oceánica.
FM. Gary, aquella experiencia a tres voces de una
convivencia con los poetas Ariel Pérez y Juan Carlos Ramiro Quiroga, que
propició la publicación de un libro titulado Errores compartidos (1995), ¿de
qué se trataba exactamente y qué importancia das a ese encuentro en términos de
refinamiento de tu escritura poética?
GD. Se trataba de un taller instalado por voluntad de tres
poetas sin más maestro ni gurú que el ejercicio de mirarse unos a otros y
aprender de nuestros propios defectos y reflexiones.
Toda obra humana anida en su seno al error. El error es
sello de su transcurrencia. Y el error en sí, no es otra cosa que una
diferencia sobre lo que se esperaba. Esta diferencia que a nuestro ojo puede
ser menor o mayor, a un otro se le presentará distinta. Compartirlo nos ayuda
no a eliminarlo, sino a crecer. El ejercicio de tocarse, de sacar lo interior y
exponerlo, nos ayuda a mejorar la conciencia que tenemos de lo producido. Es
menos importante que en un poema determinado se consiga el verso brillante, que
el ejercicio de haber compartido la crisis que produjo su supuesto desajuste.
Se trata, entonces, de crear y compartir desequilibrios a través de la crítica.
El ojo ajeno inconforme con nuestra producción. Los argumentos que de ese
esfuerzo deriven, el diálogo, y la revisión en solitario del sujeto que
acometió el poema, se convirtieron, en definitiva, en los objetivos y las
conclusiones del taller.
Es en este contexto que en 1994 se instaló el taller Club
del Café o del Ajenjo grupo literario vigente hasta
1996 y de cuyos fracasos verbales son autores
los que se nombran: Ariel Pérez (Chile,
1961), Juan Carlos Ramiro Quiroga (Bolivia, 1961) y Gary Daher.
Esta experiencia rica en desinhibiciones, ha sido escrita
por cada uno de sus componentes, con su respectivo punto de vista, sus
emociones y reflexiones; textos que han sido recogidos y publicados en un
libro. El error de haberlo confeccionado es uno fundamental para nosotros,
nadie podrá separarnos de él, y será parte nuestra en la medida en que ninguna
figura humana se termina de modo que alguien pueda decir, así es, hasta que el
sujeto a quien pertenece no está muerto.
FM. ¿Cómo sopesar, en el contexto de la cultura boliviana,
tu experiencia editorial en los suplementos literarios de los diarios Presencia
y Opinión? ¿En este último caso, también me gustaría saber la opinión de Vilma,
considerando que juntos editaron el suplemento que se llamaba El Pabellón del
Vacío?
GD. El llevar adelante un suplemento literario, en mi
experiencia, tuvo dos altos significados. Por una parte se alzó universidad, un
gran aprendizaje, es decir, cursos acelerados de literatura; por otra, el logro
de la difusión. El Pabellón del Vacío, editado y publicado en Cochabamba, tenía
tres directores (una triada: Vilma Tapia Anaya, Álvaro Antezana y Gary Daher),
fue un suplemento que buscaba un producto estético como revista. Así que la
portada, por ejemplo era la reproducción de una pintura sobre la cual venía un
pequeño poema o un haiku, el nombre del suplemento y el número. En su interior
se cuidaba de los espacios, los aires, y las imágenes eran elegidas con mucho
cuidado en función de los textos. El suplemento publicaba poemas y cuentos, así
como entrevistas y ensayos de los actores intelectuales del momento en Bolivia,
de modo que su impacto fue importante en la medida que daba color al
tradicional suplemento Presencia Literaria de La Paz. Mi participación en el
suplemento de Presencia fue posterior. Se trataba de una renovación de aquel
periódico donde fui convocado a elaborar el nuevo suplemento literario que
también se llamó El Pabellón del Vacío y que se imprimía en La Paz, pero que yo
dirigía desde Santa Cruz de la Sierra, en un experimento que daba un nuevo
contexto y giro al movimiento literario boliviano, mirando la producción desde
el oriente del país. Este segundo proyecto se llevó a cabo en coordinación con
Soraya Luján en La Paz.
VTA. Hacer El Pabellón del Vacío fue una de las más
importantes experiencias que tuve en mi relación con la literatura. La pasión
con la que mi amigo Gary Daher vive la literatura me fue contagiada. Hicimos de
los procesos de elaboración de cada número unos espacios cerrados de
complicidad al interior de los cuales casi podíamos levitar. La elección de los
textos, de las imágenes, la diagramación, todo comportaba la emoción de cuando
se prepara un regalo. Éramos tres: Gary Daher, Álvaro Antezana y yo. Los tres
empezamos a buscar en nuestros archivos todo lo que habíamos marcado con rojo.
Álvaro Antezana, poeta, es además uno de los mejores cuenta cuentos que
conozco, empezó a rescatar de su memoria las películas que marcó con rojo,
escucharlo narrar era una de nuestras principales actividades editoriales, aunque
nada de lo dicho apareciera en las impresiones. ¿Y cómo se relacionó esa
experiencia con el contexto de la cultura boliviana? Estábamos, como todo el
tiempo, siendo parte de ella, siendo parte de las conversaciones que la
constituyen.
FM. Gary, en 1995/96 fuiste responsable por la publicación
de una serie de traducciones de poetas brasileños. No solamente pido que me
hables un poco al respecto, sino que indago si había conocimiento, en el
Brasil, de esa tu valiosa actividad y consecuentemente si tu poesía o la poesía boliviana como un todo- encontró
alguna acogida de parte de algún poeta y/o
traductor brasileño.
GD. El periódico Hoy de La Paz me brindó una página entera
para publicar la columna "Poesía Brasileña Actual". Recuerdo que
salía los días sábado, y que yo revisaba bajo el homenaje de una feijoada que
mi amigo Luiz de Amaral cocinaba en su restaurante a una cuadra del edificio
donde vivía. Se trataba de uno o varios poemas del autor brasileño elegido que
yo traducía y que a su vez provocaba un ensayo, que no era -como se podría
colegir- un análisis del poema sino un vuelo poético-filosófico engendrado por
el poema. Siempre en la concepción de que el poema es una especie de cuchillo
que extrae frutos del interior del lector, a la vez que es una semilla que
siembra en su interior.
Los poemas los elegía de varias revistas y antologías de
poesía brasileña. Especialmente recuerdo la revista Dimensão de Minas Gerais
que traía varios poemas de poetas contemporáneos. No, nunca tuve contacto con
Brasil sobre este asunto, creo que es increíble que nuestros pueblos no tengan
esas aproximaciones. Especialmente los hispanoparlantes vivimos a espaldas de
la producción en portugués. Eso tiene que acabar, pues no solamente somos
próximos geográficamente, sino que nuestras lenguas tienen tan madre común que
en algún caso son bellamente incestuosas. Basta mirar, entre las obras
brasileñas, aquel fabuloso Mar Paraguayo de Wilson Bueno, que algunos amigos
leíamos en voz alta sintiendo que corría por dentro el espíritu de sus aguas
como una oración.
FM. Es casi cierto que, si se indagara en alguna ocasión,
difícilmente un poeta brasileño sabría al menos citar a un poeta boliviano.
Está claro que lo contrario no se verifica. Con esto quiero decir que nuestro
desconocimiento no es mutuo, aun cuando no defienda que la reciprocidad, si es
que hubiese, sería aceptable. Lo que afirmo es que el Brasil jamás hizo un
único esfuerzo en el sentido de integrarse a América Latina. Me gustaría mucho
saber cómo ustedes, dos poetas bolivianos, ven este tema. Además de esto,
pediría que hablen de eventuales reciprocidades entre Bolivia y los demás
países hispanoamericanos.
GD. Bolivia, como probablemente los otros países
latinoamericanos vive de espaldas al proceso cultural brasileño, y también
sabemos que del lado brasileño con relación a Bolivia sucede otro tanto. Es
hora de romper esa manera muy ligada al cierto resquemor que nos causa el
recibir la lengua del otro. Sería muy importante el impulsar traducciones,
encuentros y todo tipo de acercamientos que nos hagan mirarnos cara a cara y
cotidianamente de una vez por todas.
Por otra parte, el acercamiento de los poetas bolivianos con
los poetas argentinos, chilenos, y en menor medida peruanos, ha sido bastante
asiduo. En los últimos tiempos se han producido reuniones de poetas,
especialmente chileno-bolivianas muy importantes. Recuerdo, por ejemplo, una
especie de retiro poético que vivimos en Salsipuedes, en las Sierras de
Córdova, Argentina, entre poetas, argentinos, uruguayos, chilenos, bolivianos y
un peruano, propiciado por Chile, que se denominó Sursureos. Algo inédito, reunión
a la que, sin embargo, no asistió ningún poeta brasileño. Definitivamente,
debido a lo urgente, todo esfuerzo será pequeño para acercarnos mutuamente.
VTA. Creo que al hablar de Brasil y Bolivia estamos hablando
de dos países que se distinguen del resto de Latino América por sus
peculiaridades. Tú abordas este fenómeno desde la explicación que encontraste:
Brasil jamás hizo el esfuerzo de integrarse a América Latina (¿comprendí bien?)
Es el peso de la lengua, pienso. Yo me explicaba este fenómeno desde la mediterraneidad de Bolivia. Pero, lo cierto es
que algo nuevo está sucediendo. Sin lugar a duda, en el mundo de hoy las
fronteras están cada vez más endebles. Ojalá esto sirva para que las redes de
conversación y de intercambio de subjetividades se extiendan y los poetas
bolivianos, los poetas brasileros y los poetas del mundo podamos empezar a
escuchar más fluidamente las resonancias existentes entre unas y otras
poéticas.
FM. Supongo que el ensayo de Oscar Rivera-Rodas sobre Jaime
Saenz, publicado en los Estados Unidos en aquella edición especial de la
revista INTI de 1984, ha ayudado a divulgar su poesía en ese país. Creo que
poetas como Tamayo y Jaimes Freyre también tuvieron una difusión continental.
En España vivió la mayor parte de su vida otro boliviano, Pedro Shimose. Su
presencia allí, en el Instituto Iberoamericano de Cultura, ¿facilitó, de alguna
manera, el acceso de la literatura boliviana en Europa? ¿De qué manera nosotros
mismos, los poetas, que siempre reclamamos por este aislamiento de la cultura
entre nuestros países y por la transmisión de esa cultura hacia otros lugares
del mundo, estamos contribuyendo precisamente en el sentido de mantener esta
condición?
GD. Tengo la impresión de que Pedro Shimose no ha podido
difundir la literatura boliviana en Europa. No conocemos ningún trabajo de
difusión, ni artículos que haya escrito en el viejo continente sobre la poesía
boliviana.
Hay algunos sumarios que deberían ser parte de la obra del
poeta. Entre ellos está en primer lugar las voces de sus muertos, pues un poeta
es en primer lugar sus muertos, luego las voces de su generación, y generación
me refiero a las voces de sus poetas vivos. Esto debería darse no como un
maletín de viajero que uno abre según la ocasión, sino como algo entrañablemente
interno, algo que es parte mía porque soy los otros. Entonces mi voz individual
se levantará polifónica, de inusitadas tonalidades, en las que me siento parte,
de las que soy intensamente parte.
VTA. Las relaciones con Estados Unidos y con Europa
siguieron procesos diferentes. La introducción de la literatura boliviana a
Estados Unidos se dio, sobre todo, en el ámbito académico, debido a que algunos
escritores y críticos bolivianos optaron por establecerse en ese país y
participar de la academia: seguramente además del trabajo de Oscar Rivera
Rodas, Leonardo García Pabón y Elizabeth Monasterios Pérez fueron quienes
realizaron el trabajo más sistemático y profundo de divulgación de la obra de
Jaime Sáenz. En cambio, la incursión en Europa se dio a través del mundo
editorial, con dos nombres: Pedro Shimose y Eduardo Mitre. Y, muy
recientemente, se están abriendo espacios en torno a la revitalización de los
territorios lingüísticos, en muchos países europeos se están
institucionalizando los encuentros de poetas de lengua española, espacios a los
que los bolivianos somos convocados.
Pensando en tu segunda pregunta, quizá los poetas sean los
seres más ensimismados que pisan la tierra. ¿Qué se les podría pedir? Tal vez
debiéramos depositar nuestra esperanza en los críticos o, mejor, en las casas
editoriales, en las casas culturales, en las embajadas
y,
cómo no, en los excepcionales poetas no
ensimismados.
FM. ¿Olvidamos algo?
GD. En literatura se dan algo como dos temporalidades que
nunca se cruzan: En la primera habita todo el que la escribe. Entregado como
está al rastro (que otra cosa si no sería la escritura) generalmente no es
consciente de que escribe para los no natos, especie de larvas en el sentido de
su no estar, de su ausencia.
En la segunda, están los lectores, un singular grupo que
espera sin saberlo. Luego, el que lee es transportado, ingresado a un lugar
intermedio: el imaginario espacio creado por efecto del encuentro del lector y
las palabras. En este sitio, a la manera de Dante se trepa al país de lo
escrito, donde el autor como una sombra va a guiarlo por recintos y escaleras.
Así, como si dispusiera de una extraña puerta, el lector se comunica con los
muertos.
Uno tras otro los libros se han ido encerrando en las
bibliotecas.
A todo esto, se concluye que siempre habrá alguno que haya
construido su discurso. Un discurso cuyo destinatario final aún no existe, o te
está acechando donde quiera que habites, haciendo parte de las paredes. Pero ya
ves que lo único que tienes es el espejo.
Este horrible espejo. Mírate. Húrgate la nariz. Uno escribe
para sí mismo. Y el sí mismo es nadie. Yo soy la mano que grafica los signos y
el temor de las palabras.
He vendido hasta la payasa de dormir para no dormir. Aquí la
sangre es un circulo interminable y uno usa la escritura sabiendo que no tiene
otro fin que convertirse en un camino. Un camino del ser. Y en el camino
siempre se escuchan cosas, como llegadas de ningún sitio, cosas de los
espectros. Porque la literatura está hecha por espectros. Y si tú firmas un
texto y lo divulgas; éste ya pertenece a un muerto. Los muertos hablan,
exprimen sus símbolos inamovibles:
En el rincón han abandonado las arañas sus telas. Yo
entiendo los lugares por las telas. El descolorido tono de las cortinas y las
manchas de la alfombra. También los aguayos usados para tapar las ventanas y
esconder la desnudez. Tu desnudez es vergonzosa, tu desnudez no tiene alivio.
Tu desnudez existe si yo te miro los huesos, y entonces apareces en una
insoportable blancura de luto.
Todos han regresado. Vienen de usar el lenguaje del cuerpo.
Entonces la danza es un abrazo en el que se desea el atrapar el espacio. Y
penetrar no es suficiente pues se debe buscar con los dedos, con las palmas,
con los oídos. Entonces el poema florecerá al centro.
Más allá, bajo la sombra del alero un cántaro aguarda.
El lector va a nacer con la primera frase.
Entonces debemos dar vuelta la hoja y guarecernos. Esta es
la voz que sólo va, este el silencio de lo escrito.
VTA. Agradecer el trabajo de los excepcionales poetas no
ensimismados. Agradecer al poeta que puede, además, construir una mesa para el
diálogo.
*Artículo tomado de la revista virtual Agulha.
[i] Floriano
Martins (Brasil, 1957) es uno de los directores de Agulha. Este dossier fue
preparado en febrero de 2006 y su versión final para el español estuvo a cargo
de Gary Daher, cuya obra puede ser encontrada en la Internet en dos
direcciones: http://garydaher.com y http://sedyherida.blogspot.com . Contacto
con los poetas: VTA tapianaya@hotmail.com e GD correo@garydaher.com.
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