lunes, septiembre 05, 2016

Encomio del Poema Breve

¿Cómo arranco las hojas al árbol sin que sangre?, acaso se preguntaba el Dante en un recodo del infierno. Pero tú no atiendes a estas imperiosas cuestiones, y te quedas pensando en eso de que un poeta nace, porque no se puede hacer, porque hacerse poeta implica todo ese ingrato sacrificio de la disciplina del lenguaje, el estudio de los poemas de otros, la lectura del mundo, el interminable fracaso de los poemas que no logran transmitir lo que tú sabes que se debía transmitir, cuando algo sabes, porque generalmente no sabes nada. Y esto porque nunca estuviste como alguno, caminando por el altiplano boliviano en plena tormenta, y porque no ocurrió aquel repentino rayo, sin árbol que te acoja, que se te hubiese venido encima; y así nunca sentiste la poderosa descarga en todo tu cuerpo, ni temblaste, ni sentiste la eternidad en un segundo, para que ese instante te transforme completamente, y de esa manera empezar a decir otras cosas, por eso de que nunca más podrías decir las mismas cosas después del rayo. Todo esto como si fueras a despertar. No te ha sucedido.

Por eso tengo que referir la vez que uno, libro de poemas al frente, en el Café Victory, me introdujo al mundo de las tormentas eléctricas. Se trataba de un hombre que conocía la magia del poema breve, y del cómo, gracias a éste, se podría ingresar con los ojos abiertos a recibir la descarga del rayo.

Allí fue cuando me vi preguntándome sobre la poesía breve. No solamente aquella que en tres versos se despacha un poema, sino sobre toda la poesía fragmentaria, aquella que no pretende estar sino como provocación. Desplazar la lectura de la vida para intentar caminar a través del mundo interior del hombre. Y en ese pequeño espacio, en ese increíble espacio de palabras, descubrí que esos poemas solo se podían abarcar a través de la física cuántica, o sea, poemas bajo el puente Einsten-Rosen, algo así como un ombligo cosmogónico de versos, por donde antiguamente se habría alimentado la luz.

Aunque para no extendernos en la física cuántica, diré simplemente que se trata de poemas llave, hechos para franquear esa puerta impensable, construida de silencios que no sospechamos, y que es como entrar en un punto de las cosas donde todo se transforma, pero del cual no se puede decir nada; aunque alguno habrá que diga que sobre cada uno de esos poemas llave se pueden escribir infinidad de tratados, dignos de cubrir paredes y paredes de bibliotecas. Pero que no las necesitas, pues el poema breve ya redujo toda esa hojarasca a cero.

Claro que si se habla de poesía breve lo primero que nos viene a la mente son los haikus y los aforismos.

Pero el haiku tiene su poética: ésta se basa en el asombro y la toma de consciencia que produce en el poeta la contemplación de la naturaleza, en consonancia con el Budismo Zen; mientras el aforismo es una expresión para hacer resquebrajar los sistemas racionales. Está hecho de una declaración que contiene elementos mágicos porque cuestiona los detalles aparentemente más irrelevantes para echarnos en cara otras realidades que permanecen en nuestro día a día, más allá de lo evidente.

Por eso es que nos vemos empujados a buscar esas joyas, porque el poema breve no necesita de nosotros, como tampoco lo hacen las llaves, ni sus respectivas puertas.

 
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