Buscando una universidad humanista
El término universitas en el siglo XI aludía a cualquier
comunidad organizada con cualquier fin; pero el conflicto y la tensión que
suceden luego que los profesores se agruparon en defensa de la disciplina
escolar, por la calidad de la enseñanza; mientras los alumnos creaban
comunidades para protegerse del profesorado; al ir evolucionando acabaron
constituyendo las Universidades.
Actualmente la enseñanza superior consiste en el
profesionalismo y la investigación científica. Nuestro país, veleta fácil de
las corrientes mundiales, así lo ha intentado aplicar contra viento y marea,
quiero decir, contra el decadente profesorado, que en general, con raras excepciones,
solamente está interesado en cobrar su sueldo de fin de mes, y contra un
estudiantado que al parecer solamente busca obtener el cartón que lo valide
ante la sociedad, para intentar colarse en alguna empresa privada o pública,
donde, si lo logra, recibirá los duros tropezones de la realidad cotidiana,
quiero decir la mala formación enfrentada a los problemas de la maquinaria
económica liberal, la que finalmente, también en la mayoría de los casos, será
su buena o mala escuela.
Aquí cabe recordar a José Ortega y Gasset, cuando nos dice “Si
un pueblo es políticamente vil, es vano esperar nada de la escuela más
perfecta. Solo cabe entonces la escuela de minorías que vive aparte y contra el
resto del país. Acaso un día los educados en ésta influyan en la vida total de
su país y a través de su totalidad consigan que la escuela nacional (y no la
excepcional) sea buena.”
Ante este panorama, nos preguntamos cuál la misión de la
universidad. Naturalmente, deducimos que no será la insuficiente
profesionalización e investigación científica, pues estas formaciones y
búsquedas deberían ser el resultado de un proyecto mayor.
Ese proyecto mayor debería fundarse en el desarrollo humano
del universitario. ¿Dónde empezar si no en la supuestamente autónoma educación
superior? Requerimos una universidad humanista, que busque la transformación
integral del hombre, no desde la imposición de una corriente o de una
metodología, sino desde la búsqueda individual de cada quien. Nuestros tiempos
han permitido que una nueva biblioteca hecha de retazos, y a veces de papeles
adulterados, la Internet, se haya extendido y esté al alcance de todos. Esta
biblioteca exige criterios de lectura. He ahí la primera misión de la
universidad: Debatir y transmitir criterios de lectura de la Internet.
Asimismo, y casi en paralelo se deberían instalar foros de debate sobre los
temas fundamentales de la humanidad: La vida, la muerte, el amor, la libertad,
la paternidad.
Así los asuntos vitales, tal la sobrevivencia del planeta, el
verdadero sentido de lo sagrado, la responsabilidad social, el propósito de lo
comunitario, la dependencia de las máquinas, y otros, deben ser motivo de foro
y concienciación.
Todos estos debates vinculados con la realidad que la
sociedad nos entrega. A partir de allí, y luego de un par de años de esta
formación humanista, el estudiante podría ingresar en la profesionalización, o
especialización; pero ya no será con el propósito de formar un útil ladrillo de
la pared, sino un verdadero hombre activo, interesado del quehacer social, de
la búsqueda del destino del hombre.
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