El valor de los valores
La filosofía ha intentado en todos los tiempos llegar a una
definición de la vida. También lo ha intentado la biología, y hasta la nueva
ciencia de la inteligencia artificial ha buscado definir el término; sin
embargo, tal y como ya ha planteado el joven filósofo uruguayo Horacio
Bernardo, semánticamente no es posible encontrar una explicación al término
vida, dado que se trata de un término implícitamente inexplicable, pues contiene
una inaplicabilidad en la definición. Aquí copiamos para que se vea de lo que
se habla, la primera definición del diccionario de la RAE, “Fuerza o actividad
interna sustancial, mediante la que obra el ser que la posee.”
Nos encontraríamos entonces con una imposibilidad central,
la del lenguaje, para su reconocimiento.
Sin embargo, evitando las definiciones semánticas, cualquiera
que intentase aproximarse, y preguntarse qué es la vida, naturalmente aceptaría
que la vida es energía. Una energía que es imposible de imaginar sin la fuerza
del sol. Son, pues, esos rayos benéficos, aliviados por la atmósfera terrestre,
los que dan vida en este planeta.
También agregaremos que la vida obedece a un sistema
inteligente que la norma, le brinda una representación, una manera de estar
entre los otros, por hablar del ADN, molécula fundamental para la vida tanto en
el reino vegetal como en el reino animal. Esa inteligencia, gracias a la
energía del sol, se desarrolla, y ayudada con la atmósfera y el agua emerge para
mostrarnos su identidad, única y hermosa. Infinitamente diversa para hablarnos
por todas partes.
Y si de hablar se trata, la vida es aquella con la que nos
conectamos porque está activa, porque obedece a su impulso de conectarse con la
otra vida.
No obstante, uno se pregunta, esa identidad ¿quién es?, a
fin de identificarla podemos indagar, ¿cuál es su origen? ¿de dónde deviene?,
pues el origen de la vida es el sexo. Una definición mucho más profunda, y
aparentemente simple dice: “El Sexo es vida, y todo tiene vida gracias al
sexo.” Aspecto que debe ser meditado, en la medida en que también el sexo tanto
en su polaridad femenina como en su polaridad masculina es energía, y
seguramente energía que deviene del sol.
También observamos que la parte inteligente de la vida
obedece a una organización y a una jerarquía, tanto en su estructura interna
individual como en su entidad unitaria.
Concluiremos que la vida es una maravilla, en el sentido que
le da el diccionario de la RAE, cuando la define como “Suceso o cosa
extraordinarios que causan admiración”, y también un misterio, pero un misterio
experimentado. Todos los seres vivos experimentamos la vida, y esa experiencia
nos lleva a concluir que la vida es sagrada, en el sentido de “Digna de
veneración y respeto”.
Sucede que el tomar consciencia de la defensa y protección
de la naturaleza y del medio ambiente, no es más que uno de los ejercicios del
valor de la vida. Así que, más allá, si nos situamos en el lugar donde la vida
es digna de veneración y respeto, es decir sagrada, las connotaciones de esa
posición, y de esa mirada traerán consigo un salto consciencial que permitirá
vislumbrar el entorno de una manera diferente, preservando esa energía a toda
costa.
Así, el valor de la vida debe ser el primer valor que todo
ser vivo consciente guarde en su corazón. ¿Por qué no enseñar esto como el
valor de los valores, como base segura para la revolución?
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