El sabor que esconde la sal
La composición de la sal
Magela Baudoin
Plural Editores
mayo 2014
Magela Baudoin es autora de un libro que ha llamado “La composición de la sal”, mismo nombre con el que aparece uno de los catorce cuentos que hacen a esta propuesta literaria.
Y es sin duda una propuesta valiosa, ya que incorpora
una voz distinta en el diálogo que se plantea en la narrativa boliviana, pues
los cuentos que este libro presenta tienen en general una manera de narrar que
guarda para sí, para la autora, otros relatos que no se dicen, que no se
hablan, a la manera quizás del poeta José Carlos Becerra.
Escuchamos por unos instantes a Becerra para
crear el ambiente:
Esta noche hay
algo tuyo sin mí aquí presente,
y tus manos están
abiertas donde no me conoces.
Y
eso me pertenece ahora;
la visión de esa
mano tendida como se deja el mundo que la noche no tuvo.
Tu mano entregada
a mí como una
adopción de las
sombras.
Diremos además que los cuentos parecen emerger
de historias reales, relatos verídicos que parecen deformados para ocultar cosas
que acaso se dicen sin decir, se dicen para sí misma, para la autora, sin
transmitirse, apenas sugiriendo líneas, creando en el lector un sentimiento de
cierta angustia que hace a la esencia misma de los cuentos que, como la sal,
ocultan el sabor esencial de los alimentos.
La prosa de Magela Baudoin corre líquida, clara, como si intentara lavar un universo psicológico terrible hecho de memorias.
La prosa de Magela Baudoin corre líquida, clara, como si intentara lavar un universo psicológico terrible hecho de memorias.
En muchos de los relatos, elementos como la
enfermedad, la muerte, la soledad, son dichos como rasgos de la fragilidad de
la vida que sin embargo se levanta, a sabiendas de su pronto derrumbe, por amor
a otro. Mientras la magia (o hechicería, según) interviene, pero de una manera
apenas sugerente, o como el dibujo de un mundo incomprensible.
El niño es un personaje constante en los cuentos
de este libro. Pues aquí los niños se presentan en toda su impotencia de niños,
en su fantasía de niños limitada a su mundo de niños. Aquí, maravillosamente,
los niños son niños, con toda su fragilidad, con todo el infierno que significa
ser niños en un mundo de adultos difícil de alcanzar o descifrar.
En los cuentos descubrimos que Magela Baudoin utiliza las descripciones detalladas, ya sea de vestidos, comida, u otros, descripciones que en lugar de aterrizar en la realidad, nos dibujan un escenario de híper realidad, que parece permanecer en todo momento.
En los cuentos descubrimos que Magela Baudoin utiliza las descripciones detalladas, ya sea de vestidos, comida, u otros, descripciones que en lugar de aterrizar en la realidad, nos dibujan un escenario de híper realidad, que parece permanecer en todo momento.
No se puede obviar el hecho de que este libro
está escrito por una mujer, quiero decir escrito desde su mundo, un mundo que
conoce y reconoce en cada relato. En Amor a primera vista encontramos la relación asimétrica donde el personaje varón
se ve atrapado en las demandas de la mujer, que lo empujan a vivir juntos, no
por el deseo mismo de hacerlo, sino obedeciendo a un objeto del deseo, que no
es erótico, sino material, en este caso un departamento. Así, el varón se deja
enredar en la situación como una mosca en la telaraña.
Algo para cenar es una alucinante
historia de narcotráfico, vista desde la mirada cotidiana de una familia de
barrio, de mujer sola que cría seis hijos.
La mujer se presta dinero para los trámites
que resultan de un accidente provocado por el hijo, que es un niño. Accidente
gracias al cual descubren droga en el automóvil del padrastro del amigo. El
dinero parece cuantioso, y suena como una carga que la familia tiene que llevar
por mucho tiempo.
El planteamiento del cuento tiene un cariz
sociológico que no puede dejarse de lado. En el relato, los personajes de la
familia no tienen nombre. Empiezan a tener nombre los extraños.
Magnifica la escena en la que la madre,
acostumbrada a fustigar con chinelazos, no castiga al hijo, pero le hace notar
su pecado. El chico llora, mientras “El
calor ahogaba como a las mujeres el luto bajo el sol.”, dejando ver el
aliento a poesía de algunos momentos de la narración.
Otro cuento que quiero aquí resaltar para el
apetito es La noche del estreno.
El propietario de la lavandería es un
personaje anodino que podemos transformarlo en símbolo del hombre moderno, en
medio de máquinas, cuyo ruido monótono y persistente le sirven para imaginar el
mundo de la puesta en escena.
Hijo de una modista encomendada del vestuario
de las artistas de ópera, y un padre electricista encargado de reparar e
instalar las luces de los principales teatros de Buenos Aires, guarda como un tesoro,
tesoro tratado como objeto del deseo, con el que juega todas las noches, un modelo
en cartón de una puesta en escena de la ópera Carmen de Bizet, que aquí
podríamos tomar como símbolo de la cultura.
Mientras que de la madre: “Él había aprendido de ella que para
materializar la esencia de cada personaje, era necesario un vestuario, una
segunda piel que hiciera creíble la ilusión.”
En alguna lectura uno podría recibir subliminarmente que estamos interpelando a la cultura como algo que se pone en escena con una instalación que hiciera creíble la ilusión. La cultura como una ilusión, pues más allá de ella, de su propuesta, está el personaje viviendo sus angustias y su mundo oprimido.
En alguna lectura uno podría recibir subliminarmente que estamos interpelando a la cultura como algo que se pone en escena con una instalación que hiciera creíble la ilusión. La cultura como una ilusión, pues más allá de ella, de su propuesta, está el personaje viviendo sus angustias y su mundo oprimido.
Resulta en este cuento que el único cuerpo
deseado es el cuerpo de la artista que interpretaría Carmen de Bizet, quien
probablemente en la adolescencia del personaje lo habría obligado a un beso.
El mundo que propone Magela Baudoin es un
mundo de obsesiones no resueltas, de fantasías equivocadas. Un laberinto sin
salida, pues la puerta que parece ser el éxito, fracasa, salvando acaso al
personaje de un desastre mayor. Mundo que plantea al lector una visión sin solución
concreta, que lo mantiene en vilo, sujeto a la historia, aun mucho después de
haberse concluido la lectura.
En La composición de la sal ocurre un
salto mágico, el personaje al alcanzar la vejez, contra lo que él mismo había
esperado de esta etapa de la vida, resulta transformado en un ser tan sensible
que es imposible de proteger: el llanto es el resultado de toda interacción con
el mundo. Ese viaje insoportable que concluye con un baño de sal que no deja de
ser una sugerencia de suicidio, la muerte como liberación. Y cuando el lector
curioso quiere encontrar una cifra para el libro, ya que este cuento es el que
le da nombre, la respuesta es poética, es decir, abierta, asentando que el
lector debe también leer en su interior las líneas personales para completar
los cuentos.
En general, la trama de los textos nos lleva a la sensación de que algo se encuentra a punto de derrumbarse. Como en Gourmet donde se instala una pintura psicológica penetrante. El proceso de la pareja donde él ha construido el escenario, y ella desarrolla su inestabilidad emocional, que él tiene que soportar y aliviar. “Manuel siempre había admirado esa capacidad suya de procurarse seguridad y afecto, mostrándose indefensa y un poco caótica para la vida, algo que de manera infalible siempre era atrayente. La miraba y respiraba tranquilo porque estaban a salvo. Al menos por esa noche.”
Puede que Un reloj. Una pelota. Un café, relato con el que se cierra el libro, sea el extracto de las temáticas de Magela Baudoin. El escenario del niño a punto de romperse en mil pedazos, la madre enferma, que no se ve, pero que el lector imagina pronta a morir, el abuelo, que recreamos en una edad de últimos días, el niño mismo que sufre un defecto en la pierna a causa de la poliomielitis, pero antes, la fragilidad de la vida que se levanta por amor a otro. Ejercitado esto en una prosa contundente, precisa, totalmente cinematográfica: “Cuando el viejo echó a andar el motor del gran volvo verde, año 1933, que ambos cuidaban con esmero, el chico comenzó a correr tras él pateando la pelota, primero torpemente y luego con todas sus fuerzas, formando con su respiración nubes de vaho en el aire frío”.
En general, la trama de los textos nos lleva a la sensación de que algo se encuentra a punto de derrumbarse. Como en Gourmet donde se instala una pintura psicológica penetrante. El proceso de la pareja donde él ha construido el escenario, y ella desarrolla su inestabilidad emocional, que él tiene que soportar y aliviar. “Manuel siempre había admirado esa capacidad suya de procurarse seguridad y afecto, mostrándose indefensa y un poco caótica para la vida, algo que de manera infalible siempre era atrayente. La miraba y respiraba tranquilo porque estaban a salvo. Al menos por esa noche.”
Puede que Un reloj. Una pelota. Un café, relato con el que se cierra el libro, sea el extracto de las temáticas de Magela Baudoin. El escenario del niño a punto de romperse en mil pedazos, la madre enferma, que no se ve, pero que el lector imagina pronta a morir, el abuelo, que recreamos en una edad de últimos días, el niño mismo que sufre un defecto en la pierna a causa de la poliomielitis, pero antes, la fragilidad de la vida que se levanta por amor a otro. Ejercitado esto en una prosa contundente, precisa, totalmente cinematográfica: “Cuando el viejo echó a andar el motor del gran volvo verde, año 1933, que ambos cuidaban con esmero, el chico comenzó a correr tras él pateando la pelota, primero torpemente y luego con todas sus fuerzas, formando con su respiración nubes de vaho en el aire frío”.
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