domingo, diciembre 05, 2010

Niño

Soy un niño. He nacido ayer.

De repente, sin haberme dado cuenta, estoy inmerso en un sinfín de juegos extraños, con reglas y contrareglas, y donde los amigos del juego se hacen los serios tratando de interpretar los papeles que les ha tocado. Como es juego, nada de eso es muy importante. Perder y ganar es parte de la diversión.

Mi cuerpo se encuentra totalmente sumergido en el verano. Aunque para un niño cualquier estación es un desafío y tiene su júbilo y su gusto, el verano es una estación maravillosa. Surgen las frutas y los frutos de los árboles. El agua salta en todas las formas: río, vapor o lluvia.
En el verano se sale de excursión al campo. Allí, el verano se transforma en tiempo del trabajo. Limpiamos el lugar donde se prepara el fuego -he aprendido que el fuego es magia y está esperando ser encendido. Y mientras Madre prepara los alimentos, Padre nos muestra que la tierra ha sido vestida de hierbas de múltiples y variados tonos, lista siempre para la fiesta. Nos enseña que cada planta, cada animalito tienen su vocación de libre, y saben habitar el verano en armonía, como corresponde.

Es esta mi condición de aprendiz. Los niños somos curiosos, buscamos saber de las cosas sin enfadarnos, pues en nosotros la alegría es innata. La risa ha poblado los vientos. En mis palabras las más importantes son padre, madre, amigo. Y si busco imitar las de un adulto, es solamente por el juego que me toca.

Mi vecina Marcela (en otros juegos se lama Josefina) es mi amiguita. Con ella armamos y desarmamos las pequeñas casas y tomamos té, hacemos que viajamos –tenemos dos automóviles de juguete que nos compraron nuestros padres-, salimos al jardín a correr y bailar entre las rosas. En la zona hay varias acequias, acequias de mi infancia que llevan agua de riego y guardan lodo rico para las germinaciones. Así que al descuido –sin querer pero queriendo, como dice el entrañable travieso del Ocho- uno de los dos tropieza y el otro hala y caemos en el charco. Y desde allí, vivarachos como somos, nos salpicamos agua. Vayan a ver a esos dos torciéndose de la risa y abrazados, como si el cariño fuera un dulce querube de arroz que no los deja.

Por las noches doy un beso a Padre, Madre y me hinco a rezar. Oro a mi Ángel de la guarda.

Me gusta escribir canciones y leer El Principito. Siempre intento hacer mis tareas. Escribir en el blog es una de ellas.

Fin
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