Libro electrónico
Ya estamos viviendo el tiempo de las tabletas y los teléfonos celulares “Smart”. Muy pronto, estas tecnologías serán algo común por todas las calles del planeta.
Ahora bien, en el sentido cultural, no hay disputa entre el libro electrónico y el de papel. Solamente hay modos. Sí, el papel es hermoso, es amable, es bellísimo, pero sea el libro de papel o sea digital, ese será el objeto en el cual puede venir la sabiduría. Si la sabiduría llega, ¿qué importancia puede tener si lo hace en lomos de mula o en carroza de príncipe?
Si hay disputa, ésta corresponde al grupo de los comerciantes, y, hoy en día, la mayoría de las editoriales son solamente eso, avezados comerciantes que buscan vender y vender el libro que más atrae a la gente. Y éste generalmente es uno que busca azuzar los deseos y los apetitos egoicos, sensoriales o morbosos del lector, o sea, generalmente, un mal libro.
No puedo negar no solamente mi afición, sino mi admiración y mi amor a los libros de papel que nos ha regalado la revolución de la imprenta y su encuadernación de cosidos; finalmente, no solamente me hice y crecí con ellos, sino que son un objeto bellísimo en sí, pues ocupa el volumen, se siente en la magnitud de un tacto que recorre, toca, dobla, araña, a veces separa, ansiosamente, sus páginas con un cortapapel, y también lo sabe frágil, pues tiene hasta la pedestre posibilidad de romperlos y arrancarlos. El olor de las páginas, la manera en que la vista se encuentra con la química de las letras y la física de la textura, y el sonido al pasarlas, todo esto es una experiencia irrepetible en algo que no sea un libro de papel, que, además, puede traer, como una dama que se engalana, las tapas de cuero, peltre, o quién sabe qué otras delicias del arte de la encuadernación. Ese es el objeto y, estoy seguro, no se perderá, acaso apenas se restrinja en un futuro para algunos privilegiados, regresando a su origen, al origen de la imprenta, allá en el siglo XVI.
Así que, sea bienvenida esta época de libros electrónicos, mientras traigan fuerza y sabiduría, tan escasa, mientras sean vehículo de crecimiento de la conciencia humana. Este ciudadano, claro, hombre de la imprenta, seguirá cuidando los libros de papel, que se han amontonado en su biblioteca, mientras no descuidará aquellos electrónicos que, asilados en su teléfono celular, le permiten leer en las salas de espera de todo el mundo.
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