Carta en checo
Cuando hablamos de las relaciones de Kafka nos vienen a la memoria de inmediato: su padre, Hermann, su amigo, Max Brod, y Milena Jesenská, con la que sostuvo una nutrida correspondencia, que ella guardó y soportó el embate de la II Guerra Mundial.
Como muchos praguenses en aquella época, Franz Kafka hablaba checo y alemán, en su caso desde la primera infancia, por ser las dos lenguas maternas de su padre y madre, respectivamente.
Milena Jesenská, escritora, periodista y traductora checa, es también de Praga y trece años menor que Kafka. En 1919 cuando Kafka finaliza los catorce cuentos que componen Un médico rural, que se publican en alemán, Milena los lee y le escribe pidiendo su autorización para traducirlos al checo. En 1920 Milena le envía las traducciones, iniciándose con esto una intensa y apasionada correspondencia que se mantendrá hasta 1922. Esta relación fue principalmente epistolar, se podría decir literaria. Cuatro días en Viena y un solo día en Gmünd, resume los dos cortos encuentros personales que sostuvieron.
El diario Narodni Listy de Praga registra la nota fúnebre que Milena escribe en Viena luego del deceso de Kafka, el 3 de junio de 1924. "Tímido, retraído, suave y amable, visionario, demasiado sabio para vivir, demasiado débil para luchar, de los que se someten al vencedor y acaban por avergonzarlo".
Las cartas que Milena escribió se han perdido, y resultan como si el destino hubiese ejecutado un deslumbramiento cuando Kafka afirma sobre ese epistolario: “… la cosa más bella que jamás ocurrió en mi vida”
Inicialmente ellos se escribían en alemán. Después él insistió en que Milena le escriba en checo, ya que solamente así, a través del lenguaje nativo, decía, él podría capturar toda su personalidad. Después de su primera carta en checo, Kafka escribió:
“Veo más claramente, los movimientos de su cuerpo, sus manos, así rápida, así determinada, es casi un encuentro, aunque cuando trato de levantar mis ojos a su rostro, que caen sobre el fluido de las letras… son fuego y no veo nada sino fuego".
Como muchos praguenses en aquella época, Franz Kafka hablaba checo y alemán, en su caso desde la primera infancia, por ser las dos lenguas maternas de su padre y madre, respectivamente.
Milena Jesenská, escritora, periodista y traductora checa, es también de Praga y trece años menor que Kafka. En 1919 cuando Kafka finaliza los catorce cuentos que componen Un médico rural, que se publican en alemán, Milena los lee y le escribe pidiendo su autorización para traducirlos al checo. En 1920 Milena le envía las traducciones, iniciándose con esto una intensa y apasionada correspondencia que se mantendrá hasta 1922. Esta relación fue principalmente epistolar, se podría decir literaria. Cuatro días en Viena y un solo día en Gmünd, resume los dos cortos encuentros personales que sostuvieron.
El diario Narodni Listy de Praga registra la nota fúnebre que Milena escribe en Viena luego del deceso de Kafka, el 3 de junio de 1924. "Tímido, retraído, suave y amable, visionario, demasiado sabio para vivir, demasiado débil para luchar, de los que se someten al vencedor y acaban por avergonzarlo".
Las cartas que Milena escribió se han perdido, y resultan como si el destino hubiese ejecutado un deslumbramiento cuando Kafka afirma sobre ese epistolario: “… la cosa más bella que jamás ocurrió en mi vida”
Inicialmente ellos se escribían en alemán. Después él insistió en que Milena le escriba en checo, ya que solamente así, a través del lenguaje nativo, decía, él podría capturar toda su personalidad. Después de su primera carta en checo, Kafka escribió:
“Veo más claramente, los movimientos de su cuerpo, sus manos, así rápida, así determinada, es casi un encuentro, aunque cuando trato de levantar mis ojos a su rostro, que caen sobre el fluido de las letras… son fuego y no veo nada sino fuego".
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