Los libros de poesía
Uno se pregunta ¿qué es un libro de poesía? Escasos son aquellos que logran construir de un libro una sola obra, generalmente se desgrana en accidentes. En general, hoy por hoy, un libro de poesía te atraganta, no porque nos deje sin aliento, sino por la mucha diversidad del alimento que se amasa en un solo bolo. ¿Quién es capaz de transitar páginas y páginas de una verborrea infernal? Mejor regresar a Machado, a Borges, a San Juan de la Cruz, Ibn Arabi, la poesía Sufí casi sin desperdicio, y si posible, al Dante, a Virgilio, o descubrir que las páginas del Ramayana, Tulsidas nos deslumbra definitivamente. Pero, a la hora de escribir, ¿cómo garabatear, cómo dibujar lo que ilumina adentro?
La verdadera poesía debía ser un acto sagrado, una especie de ritual que va de boca en boca. Una revolución del susurro. Naturalmente la poesía es un regalo, no un comercio. Es la mejor manera de entregarse y entregar. Esta población desbandada cuando se encuentra – y qué mejor encuentro que la del leer poesía- incrementa en millones de voltios el relámpago deslumbrante del amor. El amor, ese músico-mágico-intenso-inescrutable-íntimo-inexpresable, que cuando viene, aterriza a sentar bandera, ése es el lumen propicio de la poesía. El amor o cuerda vívida que vibra y que nos hace amar. Amo luego existo. Y se aman los hombres, las mujeres, las plantas, las piedras, las cosas, lo invisible de la sabiduría, la palabra, y lo inexpugnable de los misterios. Hay una aguja que se ama, y se llama conciencia. También eso se ama y mucho más. Solamente el que sabe amar sabe de estas cosas. He ahí el poeta.
Entonces el canto se produce. Adentro del hombre, cuando se canta, el universo interior es una música intangible. Y los versos que se dicen y suenan, porque el sonido es la llave de todos los seres y las cosas, con él se los crea, con él se los abre, con él se los acaricia, con él se los convoca. ¿te acuerdas de Josefina, la ratoncita de Kafka? El poeta que no sabe de música, está apenas extraviado en un enorme crucigrama.
La verdadera poesía debía ser un acto sagrado, una especie de ritual que va de boca en boca. Una revolución del susurro. Naturalmente la poesía es un regalo, no un comercio. Es la mejor manera de entregarse y entregar. Esta población desbandada cuando se encuentra – y qué mejor encuentro que la del leer poesía- incrementa en millones de voltios el relámpago deslumbrante del amor. El amor, ese músico-mágico-intenso-inescrutable-íntimo-inexpresable, que cuando viene, aterriza a sentar bandera, ése es el lumen propicio de la poesía. El amor o cuerda vívida que vibra y que nos hace amar. Amo luego existo. Y se aman los hombres, las mujeres, las plantas, las piedras, las cosas, lo invisible de la sabiduría, la palabra, y lo inexpugnable de los misterios. Hay una aguja que se ama, y se llama conciencia. También eso se ama y mucho más. Solamente el que sabe amar sabe de estas cosas. He ahí el poeta.
Entonces el canto se produce. Adentro del hombre, cuando se canta, el universo interior es una música intangible. Y los versos que se dicen y suenan, porque el sonido es la llave de todos los seres y las cosas, con él se los crea, con él se los abre, con él se los acaricia, con él se los convoca. ¿te acuerdas de Josefina, la ratoncita de Kafka? El poeta que no sabe de música, está apenas extraviado en un enorme crucigrama.
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