miércoles, septiembre 15, 2010

La dama escondida

Siendo África un continente apasionante y abigarrado de pueblos. De ellos sentimos como más cercano al que reside en el Magreb. Acaso todos llevamos parte de esa sangre, sangre más probablemente Bereber.

Bereber también se conoce como "Tamazig" o "Tamazight".

Los tamazig son llamados también los hombres azules por la pigmentación de sus ropas y tienen un curioso pasado mítico según su propia tradición oral que los relaciona con la Atlántida, bueno, citan una ciudad esplendorosa que se hundió en las aguas antes de nuestra era.

Pero sorprendentemente esta relación de los tamazig o bereberes con la Atlántida, parece que no se queda solamente en leyenda. He sabido de un libro titulado "Acción de España en África", que recoge extensas aportaciones geológicas acerca del continente perdido. La edición consta de cuatro únicos ejemplares, prácticamente secreto, todos destinados exclusivamente a altos mandos del Ejército español. En este libro se admite la existencia de la Atlántida, basándose en correspondencias de la fauna, la flora y la geología ente España y Marruecos. El volumen, encuadernado en piel de Rusia, fue impreso en 1935, en los talleres del Ministerio de la Guerra, y su edición corrió a cargo de la Comisión Histórica de las Campañas de Marruecos. Especialmente interesante es el capítulo primero, que trata de la Península y el Norte de África en la Era Terciaria y de las comunicaciones entre el Mediterráneo y el Atlántico.

Según el libro España formaba parte de un continente terciario unido a África por el istmo que hoy ocupa el estrecho de Gibraltar, encerrando una vasta cuenca, la que resultaría actualmente ser el Mediterráneo. La plataforma térrea se prolongaba hacia el Noroeste, según varios geólogos por territorios ahora sumergidos, llegando a unirse con América del Norte. Esta inopinada conclusión sería avalada por las huellas que sobre la superficie de España y Marruecos dejaron dos importantes estrechos: el Norbético, abierto en los tiempos eocenos por el actual valle del Guadalquivir, que establecía una comunicación entre ambos mares más amplia que la posterior de Gibraltar, y el Sur Rifeño, por las cuencas del Sebú y sus afluentes el Varga, el lnaven y el Muluya inferior.

Según los informantes del libro, en el capítulo titulado "Hundimiento del istmo entre Europa y África: la cuestión de La Atlántida", se explica más ampliamente sobre el continente perdido, donde aparecen unidas todavía las cadenas montañosas Bética y Rifeña. Al finalizar el Plioceno de la Era Terciaria - según los geólogos- violentas conmociones sísmicas provocaron el hundimiento del istmo montañoso que las unía, separando los continentes y dejando abierta la comunicación entre los dos mares. Los informantes también copia un párrafo del libro, que reza: "Supónese por muchos geólogos que a consecuencia del mismo cataclismo desapareció también una gran isla o continente conocido con el nombre de Atlántida."

Pero siguiendo con los comentaristas de este libro, más adelante refieren, que en estudio de las relaciones establecidas entre las tierras a ambos lados del Atlántico, es decir, entre América y Europa, el informe relata cómo, en 1898, durante la exploración de la meseta de las Azores, intentando recoger un cable roto con unas grapas, éstas se enganchaban en rocas de puntas muy duras y se rompía o torcía. Entre las grapas se hallaban pequeñas esquirlas minerales que presentaban el aspecto de haberse roto recientemente. Todas pertenecían al mismo tipo de roca, una lava vidriosa llamada "traquitas", de similar composición a los basaltos, pero cuyo estado vidrioso sólo puede producirse al aire libre. El mismo Termier deduce que, a unos 900 kilómetros de las Azores, la tierra que constituye el fondo del Atlántico fue convertida en lava cuando se encontraba todavía emergida, derrumbándose después y descendiendo hasta los 3.000 metros, donde hoy se encuentra. Las rudas asperezas y aristas vivas de las rocas demuestran que el hundimiento fue muy rápido, pues, en caso contrario, la erosión atmosférica y la abrasión marina habría nivelado las desigualdades de la superficie.

Hasta aquí la información sobre el singular libro. Y el que quiera investigar más sobre el famoso continente perdido, puede estar seguro que encontrará mucho material y no sé cuántas nueces. Otras historias hay sobre este tema. Hasta se ha hablado que el altiplano boliviano fue parte de la Atlántida. Están relatos orales por todas partes contando sobre la gran inundación. Acaso documentos escritos en grafías o símbolos olvidados. Todo esto mueve a la reflexión. Y tiene una gran importancia. Qué duda cabe. Si un día el mundo descubre que existió. ¿Dónde está su literatura? ¿Hasta dónde su historia? ¿Qué de su ciencia, su religión? Como un manotazo borradas las grandes y pequeñas hazañas. Al igual que si un cataclismo nos aplastara y mañana otros hombres, hijos de sobrevivientes descuidando escribir su historia por el afán de sobrevivir, nos cubrieran con la sábana del piadoso olvido.

La Atlántida, que Platón relatara con tan interesantes informes, todavía permanece oculta, acaso como aquella moza que lanzó la manzana y luego corrió a esconderse en el bosque deseando ser encontrada. Nosotros, inexplicablemente, seguimos viendo rodar la manzana.
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