Cambio de Ruta
En mi reciente viaje a La Paz, junto al poeta Benjamín Chávez abordamos un minibus en la Av. 16 de Julio con dirección al hotel que se encuentra en la Zona de San Jorge. Todo iba muy bien, es decir, disfrutábamos del violento caleidoscopio de colores que aparece gracias al poco oxígeno en esta ciudad, donde un impermeable rojo, el basurero amarillo, o los múltiples colores de un aguayo nos perturban debido a la intensa visibilidad de los colores. Allí, en La Paz, la atmósfera parece más transparente y los cuerpos se nos presentan hiperreales, con tal contorno que por un momento sentimos que nos han zambullido en otra dimensión, en un mundo paralelo brutalmente vívido.
Pero al cruzar la esquina de la calle Ecuador, una mujer, pasajero del minibus, vociferó nerviosa: “Pare, pare. ¡Qué le pasa! ¿Por qué no giró como corresponde?”. Finalmente el minibus se detuvo, permitimos que se baje (en los minibuses, deben descender todos los que están sentados delante de la persona para que pueda, levantando los asientos, bajar). El voceador le cobró el pasaje y la mujer gritó que qué se creía que no iba pagar de ningún modo puesto que el minibus no giró cuando correspondía. A punto de un conflicto mayor, que posiblemente iría a detener tránsito. “Ya, déjala nomás”, dijo el chofer. Yo que soy algo despistado no comprendía muy bien aún lo que sucedía. Me volví a acomodar y estaba dispuesto a continuar el viaje. El voceador se puso a refunfuñar en voz alta. Un hombre mayor, como de ochenta años que estaba sentado en la misma fila le advirtió “No levante la voz delante de una dama”. Se refería a una mujer de unos sesenta que venía sentada al medio entre el hombre y el voceador. El voceador, medio gritando todavía, contestó que “qué quiere que haga si no me ha pagado el pasaje”. El asunto parecía irse de las manos, pero en este momento el hombre mayor pidió bajar y lo vimos alejarse. Me quedé admirado. No es común hoy en día que alguien que no tiene relación con la persona salga en su defensa.
El viaje continuó y la mujer prosiguió la discusión: “Bueno, me parece lógico que no le haya pagado porque usted no ha respetado la ruta. Y es más, me parece el colmo que ustedes –nótese que en ese momento involucró también al chofer- hagan lo que les da la real gana. Claro, así son, pues, ustedes –continuó con aire despreciativo y ya en un tono agresivo- por eso este país está como está.” El chofer esperó un par de segundos y sintiéndose aludido en el sentido de un ataque político al partido de gobierno, el MAS, donde las clases populares se hallan representadas, replicó: “Son tiempos de cambio, pues, señora”. Ahí la mujer saltó del asiento y con grandes ademanes prácticamente gritando arremetió: “¡Cambio, qué cambio, yo no veo ningún cambio!”. Y se veía venir una de San Quintín. Pero en ese momento, el poeta Chávez, con la parsimonia que le es característica: “Cambio de ruta”, espetó. Y se entenderá, todo el minibus estalló en risa.
Después me enteré que las rutas de la zona habían cambiado temporalmente debido a la construcción de un enorme puente en tres partes que llaman “Los trillizos”, que anda en su fase final. Sin duda, por ese motivo, en el minibus la mayoría si no está despistada está confundida. En este caso el viaje tuvo un final feliz, obedeciendo la reciente máxima de “Haga el humor y no la guerra” y todo se diluyó como en las películas.
Pero al cruzar la esquina de la calle Ecuador, una mujer, pasajero del minibus, vociferó nerviosa: “Pare, pare. ¡Qué le pasa! ¿Por qué no giró como corresponde?”. Finalmente el minibus se detuvo, permitimos que se baje (en los minibuses, deben descender todos los que están sentados delante de la persona para que pueda, levantando los asientos, bajar). El voceador le cobró el pasaje y la mujer gritó que qué se creía que no iba pagar de ningún modo puesto que el minibus no giró cuando correspondía. A punto de un conflicto mayor, que posiblemente iría a detener tránsito. “Ya, déjala nomás”, dijo el chofer. Yo que soy algo despistado no comprendía muy bien aún lo que sucedía. Me volví a acomodar y estaba dispuesto a continuar el viaje. El voceador se puso a refunfuñar en voz alta. Un hombre mayor, como de ochenta años que estaba sentado en la misma fila le advirtió “No levante la voz delante de una dama”. Se refería a una mujer de unos sesenta que venía sentada al medio entre el hombre y el voceador. El voceador, medio gritando todavía, contestó que “qué quiere que haga si no me ha pagado el pasaje”. El asunto parecía irse de las manos, pero en este momento el hombre mayor pidió bajar y lo vimos alejarse. Me quedé admirado. No es común hoy en día que alguien que no tiene relación con la persona salga en su defensa.
El viaje continuó y la mujer prosiguió la discusión: “Bueno, me parece lógico que no le haya pagado porque usted no ha respetado la ruta. Y es más, me parece el colmo que ustedes –nótese que en ese momento involucró también al chofer- hagan lo que les da la real gana. Claro, así son, pues, ustedes –continuó con aire despreciativo y ya en un tono agresivo- por eso este país está como está.” El chofer esperó un par de segundos y sintiéndose aludido en el sentido de un ataque político al partido de gobierno, el MAS, donde las clases populares se hallan representadas, replicó: “Son tiempos de cambio, pues, señora”. Ahí la mujer saltó del asiento y con grandes ademanes prácticamente gritando arremetió: “¡Cambio, qué cambio, yo no veo ningún cambio!”. Y se veía venir una de San Quintín. Pero en ese momento, el poeta Chávez, con la parsimonia que le es característica: “Cambio de ruta”, espetó. Y se entenderá, todo el minibus estalló en risa.
Después me enteré que las rutas de la zona habían cambiado temporalmente debido a la construcción de un enorme puente en tres partes que llaman “Los trillizos”, que anda en su fase final. Sin duda, por ese motivo, en el minibus la mayoría si no está despistada está confundida. En este caso el viaje tuvo un final feliz, obedeciendo la reciente máxima de “Haga el humor y no la guerra” y todo se diluyó como en las películas.
2 Comments:
Es que aquí, en las alturas, cada viaje en minibús es una historia diferente.
Muy disfrutable post, como siempre.
Me encanta este post, por cotidiano y filo. Una excelente road-movie paceña!
Abrazos.
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