miércoles, diciembre 02, 2009

Botella al mar


El premio Cervantes a José Emilio Pacheco es más que merecido. Cuánta agua ha corrido desde la famosa Carta a George B. Moore, es decir, desde aquella botella al mar con aquel réclame de anonimato. Aquí visto está que los grandes poetas se levantan por encima de la oscuridad y su luz permite iluminar, y, a veces, como en este caso, recibir galardones. Este premio es un reconocimiento para la poesía latinoamericana.

Quienes leen a José Emilio Pacheco podrán encontrar los ecos de nuestras búsquedas, nuestros azoros, y nuestra manera de comprender el entorno, mientras el poeta nos fustiga con su látigo contra el mundo contemporáneo, mostrándonos que es sin lugar a dudas decadente.

Para muestra copio tres poemas, como si fueran agujas de un iceberg portentoso.

Mar eterno

Digamos que no tiene comienzo el mar
Empieza donde lo hallas por vez primera
y te sale al encuentro por todas partes

Alta traición

No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vidapor diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.

Comerse el mundo
[Otro poema de Nueva Orleans]

En las bancas del parque cerca del río
desde la edad tercera observamos atónitos
cómo se dejan caer sobre la ciudad entre el sexual
....aire húmedo
las parejas de jóvenes, la novísima y ávida
generación que nació para el día de gozo y copula
bajo su áspera música alada y despliega
su carnaval de amor rápido.

Qué armonía y plenitud tienen los cuerpos
....dorados,
vibrantes en un segundo de dicha orgásmica.
Vienen a lo que vienen.
Ellos sí de verdad llegaron para comerse este
....mundo.

Luego obedecerán a la sombría esclavitud del
....trabajo,
al sistema de hierro que los obliga a esforzarse
y a consumir hasta la muerte.
Mientras tanto comerse el mundo
no es un lugar común en su caso:
quienes vuelan y danzan y se acoplan
son las termitas.
Y poco a poco devoran el viejo centro de Nueva
....Orleáns sus mandíbulas.
Fauces feroces como taladro implacable.
Insectos inmunes
a los venenos conocidos.

Para iniciar el siglo veintiuno
las invencibles termitas
se perpetúan sin sosiego en su coito unánime.

Nos creímos los dueños de este planeta:
ante ellas
no somos ni siquiera dioses caídos:
sólo un puñado de polvo
(el polvo que hacen con pico y pala sus fauces)
en las bancas del parque cerca del río.

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