Navegare Necesse Est
Tú crees, por tu soberbia, que vivir es el arte de navegar. Y como un buen marino hay que saber cuándo izar o cuando arriar velas, cuándo remar, cuándo dirigir el barco, o flotar. Porque más que una técnica, dices, es un talento: el buen marinero sabe descubrir en las estrellas el rumbo, y en el olor del viento, la cercanía de la tierra. Sale bien librado de las tormentas y sabe aprovechar los días de buen aire, y en el sol, la maravilla del mar. Así, resumes, en la vida, aquél que sabe el arte, vive; el que no, sucumbe, naufrago existencial, y muere ahogado.
Podemos estar de acuerdo, pero nada es tan fácil como parece. El atolondrado navegante que ha sido puesto sin tomar conciencia de su destino, al comando de una precaria nave en un peligroso mar inaccesible, no tiene bitácora ni sextante, y su conocimiento del celeste imperio de las constelaciones es tan escaso que no sólo no sabe a dónde ir, sino que no sabe cómo hacerlo.
Hay, sin embargo, un pobre consejo para ti que algo sabes del cantar y buscas. Digo, si en estas islas, en la santa cruz de los días, desfallece el aliento y el cielo encapotado ciega todas las estrellas, prepara tu cítara y canta hasta que la lluvia deje de golpear la cubierta.
Mas vigila que tu canto sea suave, como es suave el recuerdo de la deseada Ítaca, evita los gimoteos y las enfáticas palabras referidas a degradantes situaciones, que tanto seducen a los jóvenes por su novedad maligna; del mismo modo que el buen cantor esgrime la sabiduría y huye de la banalidad de quien se masturba describiendo los actos amorosos, pues no es bueno que porque falte, faltes al sagrado verbo.
Sólo así puede que de repente la luz inunde las impetuosas olas y la mar en calma emerja, mientras una insospechada nereida apaga la soledad de tu viaje.
Etiquetas: navegar, poesía, tormenta
Podemos estar de acuerdo, pero nada es tan fácil como parece. El atolondrado navegante que ha sido puesto sin tomar conciencia de su destino, al comando de una precaria nave en un peligroso mar inaccesible, no tiene bitácora ni sextante, y su conocimiento del celeste imperio de las constelaciones es tan escaso que no sólo no sabe a dónde ir, sino que no sabe cómo hacerlo.
Hay, sin embargo, un pobre consejo para ti que algo sabes del cantar y buscas. Digo, si en estas islas, en la santa cruz de los días, desfallece el aliento y el cielo encapotado ciega todas las estrellas, prepara tu cítara y canta hasta que la lluvia deje de golpear la cubierta.
Mas vigila que tu canto sea suave, como es suave el recuerdo de la deseada Ítaca, evita los gimoteos y las enfáticas palabras referidas a degradantes situaciones, que tanto seducen a los jóvenes por su novedad maligna; del mismo modo que el buen cantor esgrime la sabiduría y huye de la banalidad de quien se masturba describiendo los actos amorosos, pues no es bueno que porque falte, faltes al sagrado verbo.
Sólo así puede que de repente la luz inunde las impetuosas olas y la mar en calma emerja, mientras una insospechada nereida apaga la soledad de tu viaje.
Etiquetas: navegar, poesía, tormenta
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home