viernes, septiembre 22, 2006

La dama de las maderas

Pues los días, con sus soles y sus lunas puntuales, me llevan a pensar en ti, mujer forastera, en tu aroma, que es aroma de cotidiana ternura. Y entre que te nombro y me aproximo, siento que hay en ti un algo que delata esa carestía de amor que deben tener los hototogisu, pájaro cuya figura se completa con las hojas secas, las piedras labradas del sendero donde se inclina un cerezo y se esfuma la espalda de un kimono dentro del jardín japonés que siempre estará en mi sueño. Y toda esa naturaleza prestada a las imágenes de lámina sé que mora en ti como esperando que irrumpa en sus parajes para tomar del agua clara que corre entre tus riscos. ¿Entiendes cuando hablo que nombro a tus aromas?

Todo reino es un reino de espera. Tu reino se llama Nuevo. A sus orillas hay escarpadas brechas, espinos, o solitarios prados de descanso, pero todavía no es el reino. El reino está detrás de varias jornadas, jornadas que serán no muchas si se oye la voz de las anjanas que nos guían en el bosque.

Pero entre que entro y te busco y me persigno, crece el número de aves y bambúes, brotan flores de las piedras y hay como un rocío en tu tálamo de musgos y de helechos. Donde adentro moraremos –yo sé que ha de haber un día- tú y yo como los brezos listos a ser nadie bajo el invierno, prontos a ser fruto, espiga, brote. Perdidos.

Estos los aromas que las cartas de la vida me han traído. Y tú, claro, eres la dama.

2 Comments:

Blogger jorge angel said...

es espectacular leerte.

abrazos

10:59 p.m.  
Blogger la mujer habitada said...

Sublimes los bosques y senderos que nacen entre poros de mujer.

Te impregnas de piel y mundos femeninos como nadie. Tus textos enmudecen dialectos y dilatan, húmedas, las pupilas.

Un gran abrazo, con admiración y saudade.

3:27 p.m.  

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