Muerte de un lector desconocido
Que alguien, un desconocido lector, haya usado el libro que hemos escrito como uno de cabecera, leyéndolo noche a noche, sorbiéndonos el alma. Luego enterarnos que aquel singular lector ha muerto. Inquietos asistimos, en sueños, al velorio; sobre el libro han colocado una vela, todo arreglado al lado del féretro. La gente pasa para despedirlo; nadie, excepto nuestro fantasma, percibe la extraña presencia del libro.
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