martes, mayo 11, 2010

El círculo del Antepurgatorio


Este 5 de mayo se hizo entrega de los permios que el matutino El Deber otorga anualmente a jovenes entre 14 y 18 años. En esta ocasión el ganador fue Carlos Paniagua, mientras que recibieron menciones Melissa Durán y Carla Sandóval. Como uno de los miembros del jurado fui elegido para tomar la palabra. Publico aquí el texto preparado para dicha ocasión:

Tenía diecinueve años cuando recibí el primer lugar en el premio de categoría cuento convocado por la Asociación de Escritores de Bolivia para promocionar a los jóvenes escritores de la época. En ese entonces quien entregaba los premios, y fungía de presidente de la institución, era Mariano Baptista. Recibir aquel premio significó para mí dos hitos importantes, el primero, el monetario, que para un joven de esa edad es algo así como un peculio, y el segundo, acaso lo más revelador, sentir que se me reconocía como escritor.

¿Qué es muy importante ser reconocido? Lo es. Y nadie está libre de su influjo, aun aquellos quienes en un arranque de soberbia han rechazado los mismos, pues no faltó inclusive aquel que rechazara el premio más importante del planeta, el Premio Nobel. Pues en sí no rechazan el premio que una vez otorgado marca al premiado, sino el valor material del mismo. Como quiera que sea el otorgar un premio, especialmente un premio de literatura, es para los que estamos en este rubro un mojón, una señal, un cuño y un incentivo.

Tanto es así que con esto de la entrega de premios se han suscitado mil y un anécdotas por todas partes. Pero acaso una de las más notorias sea la que protagonizó Miguel de Unamuno en 1905 cuando el Rey de España le otorgó la Cruz de Alfonso XII, que se otorgaba también “a los que se señalen por haber contribuido al fomento de cuanto concierne al engrandecimiento y decisión de las ciencias, de las letras, de las artes y de sus aplicaciones prácticas”.

Para dar gracias a Su Majestad pidió audiencia, se la concedieron y cuando estuvo en la cámara regia dijo con voz huraña y sincera:

-Vengo a presentarme ante Su Majestad porque ha dado la Cruz de Alfonso XII, que me merezco.
-Es extraño –repuso el Rey-, los demás a quienes he dado la Cruz me han asegurado que no se la merecían.
-Y tenían razón –contestó don Miguel.

No es pues una excepción que el hombre galardonado se sienta merecedor, lo excepcional, en este caso, es decirlo.

Pero los premios que hoy se entregan son con mucha probabilidad los primeros que reciben estos jóvenes. Y deben ser tomados como tal, como un incentivo que los impulse, acaso más que a escribir, que de buenas a primeras siempre es exigente y de cuesta dura, a leer que es el lugar que nos corresponde a todos los humanos para interpretar los símbolos y los signos que la creación a dejado por todas partes, aquellos que las culturas han ido elaborando con sus monumentos unos más precarios que otros, y los signos particulares, las letras, que los escritores individualmente van dejando, especialmente aquellas que se encuentran impresas en libros, donde algunos de ellos se constituyen en la fuente de la cual bebemos la sabiduría de la humanidad.

No está pues demás recordar a los grandes: Homero, Virgilio, Dante Alighieri, Shakespeare, Miguel de Cervantes, Quevedo, Montesquieu, Baudelaire, Victor Hugo, Rimbaud, Proust, Dostoievski, Flaubert, Chéjov, Maupassant, Borges, Herman Hesse, Rilke, Margarite Yourcenar, Hemingway, Raymond Carver, Monterroso, García Márquez y Octavio Paz para traer algunos de los que mi memoria convoca. Que vienen de una multitud hermosa, ya de tanta, innombrable.
Vamos pues sin vacilar a beber de estas fuentes una y otra vez, que cuando esto digo es que es importante releer, porque el que vuelve a leer a los grandes encuentra siempre agua nueva y recibe más luz.

Finalmente quiero destacar la política de apoyo cultural del periódico El Deber, pues una institución que apoya a sus escritores, y en este caso loable a los jóvenes escritores, debe ser merecedora de nuestro encomio y nuestro aplauso. Y a los galardonados darles la bienvenida al Círculo del Antepurgatorio, mar que cruzan los escritores, donde todo es fuerzo es pequeño en cuanto se vive atendiendo al mundo sin abandonar el barco de la literatura, aun en los casos en que los vientos aparezcan furiosos, quiero decir como trombas, tormentas, tifones o tornados, días cuando hay que amainar las velas y luchar con todas las fuerzas para no hundirse. Pero a no asustarse que en general un buen navegante sí sabe cómo lidiar con los vientos, y esperar la brisa que sople a nuestro beneficio, sin olvidar lo que indica Séneca que no hay viento favorable para el que no sabe a dónde va. Esto debía señalarse y que se perdone pero es de rigor, aunque hoy a no desanimar que es un día claro y de sol y toda la mar parece en calma y alegría. Felicidades.

2 Comments:

Blogger Unknown said...

Sólo una poeta para recibir con tanto amor un poema. Gracias a ambos por esa sensibilidad inteligente.

Yo también hice ese viaje astral con el libro de Gary.

Muchos abrazos.

1:27 a.m.  
Blogger Gary Daher said...

Querida Giovanna,
es una alegría recibir tu visita. Una de las joyas más bellas de mi tesoro son mis amigos.

10:40 a.m.  

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