Hay libros y libros
Leer un libro puede ser un intento fallido por comprender el mundo. Los libros son como puertas, cierto. Hay demasiadas puertas falsas. Y en el interior de algunas de ellas, solamente reside la hechicería de la identificación. Alguien penetra en un libro, se identifica con el personaje, se evade de sí mismo, se pierde, y en ese territorio el personaje solamente transita distracciones: así el libro se puede convertir en la patria de la nadería, de la superficialidad. Hay otros sí, profundos, penetrantes, filosos; es de advertir que no todos estamos preparados para sus escenarios, para sus geografías. Hay pues, libros y libros.
Pero, si en plena lectura del mundo, te recoges sobre tu propio cuerpo, y te quedas atento, observando, como el cazador que no se mueve, acechando cerca de la poza de agua, en medio de la selva salvaje, en algún momento, como surgido del sueño, verás aparecer uno que otro animal, ese mismo, sí, ese que tiene tu cara (en realidad, todos ellos tienen tu cara) y cuyos hechos son groseros y pedestres, entonces, aun independiente de tus actos, dispares o te quedes perplejo sin hacer más nada que observarlo, lo hostilices o lo dejes huir, lo caces o no lo caces, habrás conocido su modo, su manera de aproximarse y abrevar; y en seguida, si con la pieza a cuestas regresas a la aldea, podrás verificar que el sacrificio completado nos hace más libres y podemos mirar a todos a la cara.
Acaso este acto ayude en la comprensión del mundo.
Después de esto, a la mañana, el sol en levante, al medio día, el sol calcinando, a la tarde, el sol incendiando todo el planeta, y nosotros sentados, serenos, contemplando la maravilla, la mente en total silencio, no sabemos cómo, acaso suceda en un minúsculo instante, completemos esa comprensión.
Luego, regresamos al libro. Si el libro que leemos todavía nos ilumina, será un gran libro, habrá que guardarlo, aprenderlo de memoria. Y así, finalmente, deshacernos, para no llevar torpe carga, con plena conciencia, del resto de la biblioteca.
Etiquetas: lectura, literatura, libros
Pero, si en plena lectura del mundo, te recoges sobre tu propio cuerpo, y te quedas atento, observando, como el cazador que no se mueve, acechando cerca de la poza de agua, en medio de la selva salvaje, en algún momento, como surgido del sueño, verás aparecer uno que otro animal, ese mismo, sí, ese que tiene tu cara (en realidad, todos ellos tienen tu cara) y cuyos hechos son groseros y pedestres, entonces, aun independiente de tus actos, dispares o te quedes perplejo sin hacer más nada que observarlo, lo hostilices o lo dejes huir, lo caces o no lo caces, habrás conocido su modo, su manera de aproximarse y abrevar; y en seguida, si con la pieza a cuestas regresas a la aldea, podrás verificar que el sacrificio completado nos hace más libres y podemos mirar a todos a la cara.
Acaso este acto ayude en la comprensión del mundo.
Después de esto, a la mañana, el sol en levante, al medio día, el sol calcinando, a la tarde, el sol incendiando todo el planeta, y nosotros sentados, serenos, contemplando la maravilla, la mente en total silencio, no sabemos cómo, acaso suceda en un minúsculo instante, completemos esa comprensión.
Luego, regresamos al libro. Si el libro que leemos todavía nos ilumina, será un gran libro, habrá que guardarlo, aprenderlo de memoria. Y así, finalmente, deshacernos, para no llevar torpe carga, con plena conciencia, del resto de la biblioteca.
Etiquetas: lectura, literatura, libros
4 Comments:
SALUD POR ESO MI QUERIDO GARY, SALUD!
UN ABRAZO.
Querida Banesa, qué alegría que estés de visita por estos barrios. Salud.
Buen tema. Buena reflexión.
Se nota que alguna vez el espíritu de Borges te ha visitado...y no parece haberse ido por completo.
kurtite !
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