Las entradas de La Ramona
La Ramona, ese impenitente suplemento literario del periódico Opinión de Cochabamba, cumple 100 números, y ese hecho es toda una hazaña, considerando el país y su larga tradición de inestabilidad, de delgadez, de difícil cotidianidad, mucho más cuando se trata de un tema que todos creen ajeno a sus circunstancias, y en verdad, si tuvieran un poco de detenimiento, de reflexión, de mirada diferente, encontrarían que sí hace a su alma auténtica, a su profundo sentido vital, me refiero a la literatura, oh madre venturosa.
En el pasado, el espacio de La Ramona fue ocupado por el pionero Pabellón del Vacío, con 33 números editados por Vilma Tapia Anaya, Álvaro Antezana y el que escribe esta nota. Aquello, nubes del olvido, eran otros tiempos, curiosamente diferentes y domingueros, ocurrió en el siglo xx, en otra era. Ahora, La Ramona se debate en los albores de este nuevo, feroz, multimediático y de tareas paralelas, siglo de aturdidas voces y ruido a volúmenes insoportables. Y allí se ha quedado, desgranando la palabra para muestra de que el espíritu es un guerrero en toda época y en todo escenario.
Pero si uno se pregunta de dónde deviene tan apropiado nombre, por sentirse local, femenino y revoltoso. Sin duda en diversas partes del mundo La Ramona dice muchas cosas a la gente.
En España, por ejemplo, recuerda una aparentemente frívola canción de los setenta, referida a una mujer muy gorda que se quiere, a pesar de lo rabeliano de su contextura física, y que los españoles cantaron, aparición liberadora en los estertores del gobierno de Franco, en cada fiesta de pueblo, todo totalmente sazonado con las salinas llamadas también “La Ramona” cerca de Calasparra en Murcia, lindando con el río Quípar, y que tiene siglos de existencia.
En México, si uno se traslada al poblado denominado El Triunfo (carretera 1 hacia el sur, a 48 kilómetros de La Paz), lugar que se distinguió por la explotación de minas de oro y plata durante la época colonial, un breve recorrido por las instalaciones mineras, que permanecen casi intactas, nos da una idea de la magnitud de esta operación. La chimenea principal, instalada según el diseño de Gustav Eiffel, bautizada "La Ramona", en honor al santo del día de su inauguración, se erige dominante hasta una altura de 47 m, rodeada por una serie de canales y cámaras por los cuales circulaba el mineral y el cianuro empleado en el proceso de purificación. Esto constituía la denominada "hacienda de beneficio" del metal.
Ramona es una película musical de Loretta Young de 1936 dirigida por Henry King y que en esos años diera lugar a una de las canciones más escuchadas y uno de los grandes éxitos de la Fox, pero también Ramona es el nombre de una ciudad que se encuentra ubicada en San Diego, California, y que inicialmente se llamaba Nuevo; y, claro, Ramona además es la entrañable y vieja camioneta colorada en la que los personajes de cuestión de Fe inician la peregrinación para llevar la imagen de la virgen encargada por el tenebroso “Sapo Estívaris”.
Acerquémonos, sin embargo, a las referencias que siento podrían ser íntimas de La Ramona. Una de sus más hermosas parientes es la Brigada Ramona Parra, un grupo de gente de la Unidad Popular en Chile con la idea de tomar los muros y usarlos como vehículo para expresarse, y surgió principalmente debido a que nadie tenía recursos económicos, entonces el soporte de la calle era mucho más accesible. Las brigadas muralistas chilenas nacieron con una finalidad práctica: hacer publicidad política. No hubo en ellas ni un maestro ni un grupo de artistas. Todo lo que saben lo aprendieron trabajando. Todo lo que han realizado lo hicieron aprendiendo.
Pero todas estas Ramonas aterrizan en La Ramona de Antonio Berni (1905-1981) que en 1962 con las Series de Ramona Montiel y Juanito Laguna, recibe el Gran Premio de Grabado de la Bienal de Venecia. Estos son los personajes que habitarán las escenas de la vida donde Berni descargará su temperamento sediento de sed de justicia. Aparecerán como símbolos del dolor humano, de su condición vital representados entre lo siniestro y la ingenuidad.
Así, Juanito Laguna busca, entre el basural que el mundo deja, pequeñas joyas, mientras La Ramona exhibe esas obscenidades estéticas, esas “fuera de escena” que son los textos, mientras la pesadilla de Ramona es la voracidad de un mundo obsesionado con el consumo rata, en ella están los grabados, casi siempre gofrados, en blanco y negro, se diría, más para su memoria marginal que para su difusión. ¿Cuántos son, pues, los que revisan los suplementos culturales de los periódicos? Mínima cuantía.
Las coincidencias no existen, parece decirnos Jung a través de su principio de sincronicidad. La Ramona y Laguna, nuevamente juntos. Una serie de 100 números, como en una exhibición de cuadros de Antonio Berni, sin Antonio Berni, claro está, y sí con La Zerda y Espinoza. Felicidades, Ramona, tu suerte ya echada nos ha arrojado un quina sena de entrada; si no que lo diga aquel que siempre atento al cubilete grita: lo que se ve se anota, y raya la cancha.
En el pasado, el espacio de La Ramona fue ocupado por el pionero Pabellón del Vacío, con 33 números editados por Vilma Tapia Anaya, Álvaro Antezana y el que escribe esta nota. Aquello, nubes del olvido, eran otros tiempos, curiosamente diferentes y domingueros, ocurrió en el siglo xx, en otra era. Ahora, La Ramona se debate en los albores de este nuevo, feroz, multimediático y de tareas paralelas, siglo de aturdidas voces y ruido a volúmenes insoportables. Y allí se ha quedado, desgranando la palabra para muestra de que el espíritu es un guerrero en toda época y en todo escenario.
Pero si uno se pregunta de dónde deviene tan apropiado nombre, por sentirse local, femenino y revoltoso. Sin duda en diversas partes del mundo La Ramona dice muchas cosas a la gente.
En España, por ejemplo, recuerda una aparentemente frívola canción de los setenta, referida a una mujer muy gorda que se quiere, a pesar de lo rabeliano de su contextura física, y que los españoles cantaron, aparición liberadora en los estertores del gobierno de Franco, en cada fiesta de pueblo, todo totalmente sazonado con las salinas llamadas también “La Ramona” cerca de Calasparra en Murcia, lindando con el río Quípar, y que tiene siglos de existencia.
En México, si uno se traslada al poblado denominado El Triunfo (carretera 1 hacia el sur, a 48 kilómetros de La Paz), lugar que se distinguió por la explotación de minas de oro y plata durante la época colonial, un breve recorrido por las instalaciones mineras, que permanecen casi intactas, nos da una idea de la magnitud de esta operación. La chimenea principal, instalada según el diseño de Gustav Eiffel, bautizada "La Ramona", en honor al santo del día de su inauguración, se erige dominante hasta una altura de 47 m, rodeada por una serie de canales y cámaras por los cuales circulaba el mineral y el cianuro empleado en el proceso de purificación. Esto constituía la denominada "hacienda de beneficio" del metal.
Ramona es una película musical de Loretta Young de 1936 dirigida por Henry King y que en esos años diera lugar a una de las canciones más escuchadas y uno de los grandes éxitos de la Fox, pero también Ramona es el nombre de una ciudad que se encuentra ubicada en San Diego, California, y que inicialmente se llamaba Nuevo; y, claro, Ramona además es la entrañable y vieja camioneta colorada en la que los personajes de cuestión de Fe inician la peregrinación para llevar la imagen de la virgen encargada por el tenebroso “Sapo Estívaris”.
Acerquémonos, sin embargo, a las referencias que siento podrían ser íntimas de La Ramona. Una de sus más hermosas parientes es la Brigada Ramona Parra, un grupo de gente de la Unidad Popular en Chile con la idea de tomar los muros y usarlos como vehículo para expresarse, y surgió principalmente debido a que nadie tenía recursos económicos, entonces el soporte de la calle era mucho más accesible. Las brigadas muralistas chilenas nacieron con una finalidad práctica: hacer publicidad política. No hubo en ellas ni un maestro ni un grupo de artistas. Todo lo que saben lo aprendieron trabajando. Todo lo que han realizado lo hicieron aprendiendo.
Pero todas estas Ramonas aterrizan en La Ramona de Antonio Berni (1905-1981) que en 1962 con las Series de Ramona Montiel y Juanito Laguna, recibe el Gran Premio de Grabado de la Bienal de Venecia. Estos son los personajes que habitarán las escenas de la vida donde Berni descargará su temperamento sediento de sed de justicia. Aparecerán como símbolos del dolor humano, de su condición vital representados entre lo siniestro y la ingenuidad.
Así, Juanito Laguna busca, entre el basural que el mundo deja, pequeñas joyas, mientras La Ramona exhibe esas obscenidades estéticas, esas “fuera de escena” que son los textos, mientras la pesadilla de Ramona es la voracidad de un mundo obsesionado con el consumo rata, en ella están los grabados, casi siempre gofrados, en blanco y negro, se diría, más para su memoria marginal que para su difusión. ¿Cuántos son, pues, los que revisan los suplementos culturales de los periódicos? Mínima cuantía.
Las coincidencias no existen, parece decirnos Jung a través de su principio de sincronicidad. La Ramona y Laguna, nuevamente juntos. Una serie de 100 números, como en una exhibición de cuadros de Antonio Berni, sin Antonio Berni, claro está, y sí con La Zerda y Espinoza. Felicidades, Ramona, tu suerte ya echada nos ha arrojado un quina sena de entrada; si no que lo diga aquel que siempre atento al cubilete grita: lo que se ve se anota, y raya la cancha.
3 Comments:
Hola,
he llegado a tu blog a través de un post que publicaste hace tiempo sobre la sincronicidad, lo que son las cosas.
Soy psicólogo clínico. El 23 de septiembre 2007 inicié un experimento científico en la red sobre sincronicidad.
Si quieres acercarte y participar puedes hacerlo en:
http://www.rogebcn.es
Espero te parezca interesante y lo recomiendes por la red con comentarios o con un link de referencia. Cuantas más personas pasen el experimento más fiables serán los resultados. No hay ningún interés comercial ni de otro tipo, simplemente investigación.
Gracias y disculpa la intromisión
Roge
Hola!
Saludos desde San José del Cabo, en Baja California, cerca del Triunfo, por ende de La Ramona. Me sorprende el paralelismo que encontraste con las Ramonas. Tengo una pregunta, asi como Eiffel nos dejó esa chiminea por acá, en Bolivia ¿qué dejó ademas de la terminal de buses?
Una breve investigación nos aclara que la terminal de buses de la ciudad de La Paz, Bolivia, inicialmente fue diseñada como la terminal de una estación de ferrocarriles, se presume fue diseñada por la empresa de ingeniería Eiffel et Cie). Sin embargo, además de esta presunción, dado que no se cuenta con los documentos que la prueben, tenemos la información que la empresa Eiffel et Cie realizó en Bolivia la estructura del mercado 25 de mayo de la ciudad de Cochabamba.
Es hermoso que la palabra nos pueda hermanar como si se tratara de un hilo leve, tal la alucinante retahila de las Ramonas que yo encontré dispersas por el mundo.
Abrazos.
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