lunes, marzo 19, 2007

Árboles


“La pérdida de vocablos, de palabras que nuestros abuelos utilizaban y que nosotros hemos perdido o simplemente ya no les encontramos uso, el desconocimiento de cientos de nombres de animales, plantas y otros elementos naturales que cada día van desapareciendo del habla cotidiana, todo esto pueda ser otra forma de extinción a la que nos enfrentamos.”,  fragmento de un texto de Miguel Esquirol, recogido de su blog El Forastero, que nos obliga a reflexionar.

Es evidente que la tecnología tiene mucho que ver con este cambio. Adán -desconcertado- se enfrenta a un nuevo universo. Inicialmente se trataba de las máquinas: tocadiscos, automóvil, licuadora, televisor, tenían nombres en nuestro idioma. Luego ya no fue posible castellanizar las nominaciones técnicas, así que dividí, cederom, mouse, email, han ido tomando carta de ciudadanía. Y ahora, en el siglo xxi, el asunto se hace virtual, y las nominaciones se habrían hecho ininteligibles hace apenas veinte años: blogger, postear, anime, linkear, web, nick, mugen, los hombres esquizofrénicamente andan de aquí para allá, enviando mensajes de texto, imágenes, desesperados por intentar registrar su cotidianidad, una cotidianidad que los rebasa. Y sin embargo, el universo continúa su paso diverso, múltiple, maravilloso y ahora anónimo. ¿Quién recuerda los nombres de los árboles? Álamo negro, feijoa, árbol coral, árbol de la lluvia, melaleuca, ahuehuete, pino piñonero, palmera real, canelo, higuera del monte, guayabero, almendro, tajibo, aliso, arce de kawakami, acacia, seafortia, coquitos de brasil, laurel, olmo, sauce llorón, roble carrasqueño, fresno, algarrobo, braquiquito, rosa algodón, árbol del pan, toborochi, nogal amargo, aromo criollo, tabaco moro, castaño de indias, ciprés monterrey, higuera dorada, quebracho, cornejo de bentham, abedul, benjamina, marfil vegetal, zelkova japonesa, nispolero; por nombrar algunos. Casi todos van desapareciendo en la neblina del olvido.

Estos seres sin nombre, por quienes en su majestuosa presencia no podemos menos que temblar de emoción, pueblan nuestros días sin que tengamos mucha conciencia de ello. No crucemos indiferentes, abracémoslos, acariciémoslos en su anónima figura. Y luego, así sea como un juego, o si prefieren como si se tratara de la construcción de un rito, busquemos, investiguemos en la Internet (máquina amoral de los tiempos) para repetir sus nombres entre el follaje; así tal vez podamos quedarnos un poco más cerca de sus hojas, de múltiples formas y tonos de colores, haciendo parte de un libro infinito, cuya numeración se desconoce, pero, retahíla presentida, se sospecha que ordenado y perfecto permanece escrito en el viento.

1 Comments:

Blogger Mori Ponsowy said...

Qué lindo! Los nombres de los árboles suenan como sus hojas en el viento. Pero nadie los escucha ya. El ruido de la música y de las máquinas nos ha ensordecido. te felicito por el textito.

4:28 p.m.  

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